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El inmenso sueño de las estrellas

Por estos días, cuando se celebraron los 50 años del primer viaje de un ser humano fuera de la Tierra, también se reflexiona sobre el futuro de los viajes espaciales

Autor:

Amaury E. del Valle

A unos 20 kilómetros de Engels y a unos seis kilómetros de la aldea más cercana, Smelovka, en la Rusia profunda, se encuentra uno de los monumentos obligados para todos los amantes de la cosmonáutica.

Allí, la colosal estela metálica de un cohete, con un pedestal de color marrón, señala el punto exacto donde cayera hace 50 años en paracaídas, el 12 de abril de 1961 a las 10:50 a.m., hora local, el primer cosmonauta del mundo, Yuri Gagarin.

Mucho se ha escrito desde entonces sobre la vida de Gagarin, un hijo de campesinos al que precisamente dieron la bienvenida de vuelta a la Tierra dos koljosianas, la anciana Anna Tajtarova y su nieta Rita, quienes espantadas vieron llegar del cielo un extraño sujeto con escafandra, que nada más poner los pies en el suelo rechazó la leche y el pan que amablemente le ofrecían y solo pidió un teléfono para comunicar el éxito de su hazaña.

Tenía muchas razones para hacerlo. La misión de Gagarin, reveló recientemente el ex cosmonauta Yuri Baturin en su libro El primer vuelo pilotado, según documentos desclasificados por el Estado ruso, apenas tenía un 46 por ciento de posibilidades de éxito.

De hecho, atendiendo a los textos develados, antes de que Gagarin despegara en su cohete Vostok aquella mañana desde el cosmódromo ultrasecreto de Baikonur (entonces Tiura-Tam), en las estepas peladas de Kazajstán, se habían preparado tres mensajes diferentes para la opinión pública: uno declarando el éxito de la misión, otro lamentando el fracaso, e incluso un tercero pidiendo colaboración para buscar al atrevido cosmonauta, en caso de que pudiera aterrizar en territorio de otro país.

Misterios y secretos

Muchos misterios rodearon antes, durante y después la salida del primer ser humano al espacio. El vuelo del astronauta solo se dio a conocer públicamente una vez que despegó, y aunque todo su trayecto duró apenas 108 minutos, durante los cuales recorrió una distancia de 40 868 600 kilómetros, a una velocidad de 28 260 kilómetros por hora y una altura de 327 kilómetros, ese tiempo bastó para que la noticia estremeciera a todo el planeta.

Según explicó en sus memorias el también cosmonauta German Titov, quien fuera el doble de Gagarin durante la misión —aunque al final resultó escogido este por ser más pequeño y acomodarse mejor a la estrecha cápsula—, el plan de vuelo lo llevó a sobrevolar el Estrecho de Magallanes, África y Turquía, en una nave que era controlada automáticamente desde la Tierra.

La razón, explicó Titov, citado por el periódico español El Mundo, fue que se temían los efectos del desconocido viaje sobre el ser humano y prefirieron que Gagarin no tuviera que controlar la nave.

Se limitó a seguir algunos experimentos, comunicarse constantemente por una radio de alta frecuencia y anotar en su bitácora de vuelo todo lo que veía, aunque a mitad del recorrido el lápiz se le perdió, como resultado de la ingravidez, y solo se pudo encontrar en la cápsula cuando aterrizó.

Los documentos desclasificados recientemente y recogidos en el libro de Baturin, a los cuales ha dedicado un interesante reporte el periodista cubano Antonio Rondón, corresponsal de Prensa Latina en Moscú, indican que poco antes del vuelo los especialistas detectaron un desperfecto en una escotilla y debieron desactivar sus 32 tornillos y reparar un sensor de hermeticidad.

También señalan diversos tropiezos, como el hecho de que el peso de Gagarin, su escafandra y el sillón sobrepasaban en 13,6 kilogramos el límite permitido para el lanzamiento, o que el sistema de separación del bloque de descenso para poder catapultarse estuvo trabado durante diez minutos, pero de todas formas pudo saltar a tiempo.

El periódico español El Mundo, que entrevistó a varios astronautas rusos, sostiene que Gagarin se catapultó antes de tiempo al perder comunicación con la base aeroespacial y temer que no le diera tiempo a hacerlo.

Finalmente, según señala el periodista de Prensa Latina, el módulo, el sillón y Gagarin cayeron en diferentes paracaídas y en disímiles lugares; aunque la iconografía de la época, especialmente los dibujos y carteles que se hicieron, dieron a conocer la imagen de un Gagarin con escafandra dentro de la cápsula, que en realidad correspondía al momento de su despegue.

Amigos de sus amigos

Otro de los misterios resueltos por estos días gracias a los documentos desclasificados por el Gobierno ruso, fueron las circunstancias que rodearon a la muerte del primer astronauta humano, fallecido el 27 de marzo de 1968 cuando el avión caza MiG-15 que pilotaba durante un vuelo rutinario, se estrelló cerca de Moscú.

Un menhir o monumento megalítico señala el punto exacto donde, a las 10:30 horas, el caza en el que volaban el primer cosmonauta del mundo y su instructor, Vladimir Sirioguin, cayó en picada y se hundió seis metros en la tierra.

Tras años de especulaciones e incluso denigraciones sobre la figura de Gagarin, los documentos desclasificados, leídos recién la semana pasada por un responsable del departamento de los archivos ante el Kremlin, Alexandre Stepanov, atestiguan que en realidad «según los análisis de las circunstancias del accidente aéreo y los elementos de la investigación, la causa más probable de la catástrofe es una maniobra brusca (del piloto) para evitar una sonda atmosférica».

Según un reporte de un corresponsal de la agencia EFE, presente en la conferencia donde se desclasificó el informe, las circunstancias que rodearon el suceso fueron clasificadas como top-secret durante mucho tiempo, entre otras razones para no dañar la imagen de Gagarin, una persona muy querida por todos, dada su sencillez.

Valentina Tereshkova, la primera mujer que voló al espacio en 1963 a bordo de la nave Vostok-6, les aseguró a los periodistas de El Mundo, que el astronauta «sabía ser amigo de sus amigos»; mientras que el ex cosmonauta Pavel Popovich, unos años antes de su muerte, les narró una interesante anécdota sobre una cena durante la cual Gagarin le confesó con modestia a la Reina de Inglaterra que no sabía con cuál de todos los cubiertos tenía que servirse.

¡Vamos allá!

La era de las primeras misiones espaciales tripuladas ya quedó atrás, y hoy los 108 minutos que estuvo el piloto soviético en órbita pudieran parecer una nimiedad,  cuando los cosmonautas han logrado estar hasta un año completo en la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés).

También parece haberse aplacado un tanto la carrera desenfrenada por la conquista del espacio que reinó en la Guerra Fría, la cual ha dado paso a una colaboración más estrecha entre países, aunque todavía no falten los sueños calenturientos de quienes desean convertir el espacio sideral en un gran campo de batalla.

A pesar de que entonces tanto la ex Unión Soviética como Estados Unidos disponían de la tecnología espacial, fueron los soviéticos los que en 1957 lograron poner en órbita el primer satélite, el Sputnik 1, y un mes después, la perra Laika —también soviética— se convertía en el primer ser vivo en viajar al espacio a bordo del Sputnik 2.

Los estadounidenses por poco se adelantan a los soviéticos, pues el 5 de mayo de 1961 Alan Shepard tripuló la cápsula Freedom 7, lanzada por el cohete Mercury-Redstone 3 desde Cabo Cañaveral, en un viaje que apenas duró 15 minutos, según consigna una serie de reportajes especiales publicados en estos días por BBC Mundo.

Hoy soplan nuevos aires en la aeronáutica mundial, tras sumarse China a la lista de países que han puesto hombres en órbita, y fundamentalmente porque el actual presidente norteamericano Barack Obama ha decidido abrir las puertas del espacio a las empresas comerciales.

Tras mandar a jubilar a los transbordadores espaciales, dos de los cuales han explotado en pleno vuelo, Obama también anunció el año pasado la cancelación del proyecto Constelación, para volver a la Luna.

El plan del inquilino de la Casa Blanca, señala el periódico El País, contempla la puesta en marcha de nuevas cápsulas espaciales denominadas Orion, pero también la entrada de empresas privadas en el sector, que bajo la supervisión de la NASA desarrollan nuevos vehículos para transportar a los astronautas a la ISS y para misiones futuras.

A pesar de todo ello, el grito de Yuri Gagarin de «¡Poyéjali!», como se pronuncia aproximadamente en ruso según la enciclopedia virtual Wikipedia, y que significa ¡Vamos allá!, ha quedado grabado para siempre como testimonio de que el ser humano alcanzó las estrellas, y nadie podrá bajarlo de estas.

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