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De la reproducción tradicional al tubo de ensayo

Unos de los más recientes procedimientos concebidos es un nuevo método de cribado genético que permitirá mejorar la posibilidad de concebir bebés sanos

Autor:

René Tamayo León

Tener pocos hijos, y si es uno, mejor, se está convirtiendo en norma de la sociedad contemporánea. Así, lograr un bebé sano, casi perfecto, se ha vuelto una preocupación mayor. Solo hay un problema: la procreación «tradicional», es decir, a partir de jóvenes parejas reproductoras, cada día es menor.

El éxito profesional —algo natural y más que demostrado— es para la mujer moderna una necesidad y un deber, por lo que la maternidad se planifica por las parejas luego de que ambos —en especial ellas— alcancen determinado triunfo laboral.

Y está bien. Solo que hay otro problema: por lo general, alcanzar el éxito profesional lleva tiempo: de estudio primero, y de consagración al trabajo después. Y a veces el bebé «en agenda» se prevé para pasados los 30 años de edad.

Se afirma que un retraso largo en la maternidad puede acarrear problemas reproductivos, a lo que se agregan posibles problemas genéticos tanto en féminas como en varones. Mas también está confirmado que el hombre no se contenta solo con sus posibilidades naturales más elementales.

La ciencia lleva años buscando respuestas y encontrando soluciones a esas posibles amenazas. Cada día son más. Abundan los tratamientos. Hay patentadas desde terapias contra la infertilidad hasta la misma fertilización in vitro.

Unos de los más recientes procedimientos concebidos es un nuevo método de cribado genético. Lo desarrolló un equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona. Según sus autores, podrá mejorar la posibilidad de concebir bebés sanos.

El sitio www.tendencias21.net indica que la técnica, dirigida a concebir hijos sin alteraciones cromosómicas, no es más que una variante rápida del procedimiento denominado Hibridación Genómica Comparada (CGH), que permite la observación del desarrollo de un embrión a partir de la fase de ocho células y determinar si sufrirá o no enfermedades genéticas.

El hallazgo ibérico permite estudiar todos los cromosomas de las células embrionarias en mucho menos tiempo, se dice.

Demostró su eficacia en una pareja en la que el hombre era portador de dos translocaciones cromosómicas (desplazamientos de un segmento de un cromosoma a un nuevo lugar en el genoma), y en la que lograron, en tres ciclos consecutivos de fertilización in vitro, implantar en la mujer un embrión sin anomalías y permitir al matrimonio un hijo sano…

Otro éxito médico-científico en el área de la reproducción fue lograr con éxito producir esperma de ratones en un laboratorio.

Es fácil decirlo, pero hasta ahora era algo que se creía imposible. Todo esfuerzo al respecto había fracasado.

El hallazgo lo protagonizó un grupo de investigación japonés. Abre una ventana para ayudar a hombres estériles. También podría ser una herramienta para preservar la fertilidad de jóvenes que deben someterse a tratamientos de cáncer, reseña la agencia británica BBC.

Un artículo publicado en Nature señala que la producción de esperma es uno de los procesos más largos y más complejos de los organismos vivientes. En la mayoría de los mamíferos, por ejemplo, toma más de un mes desde el inicio hasta el final.

Según el reporte periodístico, las indagaciones al respecto se realizaban con células individuales, pero los científicos de la Universidad de la ciudad de Yokohama fueron más audaces y tomaron, en lugar de células, pequeñas porciones de tejido testicular de bebés ratones, luego las mezclaron con un compuesto de nutrientes en un tubo de ensayo y —¡eureka!— descubrieron, después de varias semanas, que el tejido había producido espermatozoides viables.

Y no quedó ahí: «Para comprobar que las células estaban sanas, las utilizaron en tratamientos de fertilización in vitro para producir 12 ratones vivos que posteriormente lograron procrear a sus propios descendientes», añade Nature.

Más aún: «Los científicos lograron recuperar espermatozoides sanos de tejido que había sido cultivado después de haber estado congelado durante 25 días».

«Ahora queremos aplicar nuestro método a otras especies, incluida la humana», afirmó el doctor Takehiko Ogawa, líder del estudio; un urólogo que sufría por no contar «con formas efectivas para tratar a pacientes que sufren infertilidad debido a producción defectuosa o insuficiente de espermatozoides».

No obstante, la revista Nature publicó otro artículo de dos doctores del Colegio Médico Weill Cornell, de Nueva York, en el que señalan que la investigación es «un avance experimental crucial en el espinoso terreno del uso clínico del esperma» cultivado en el laboratorio, pero ha de tenerse en cuenta que el hecho de que los ratones nacidos fueran fértiles y lograran reproducirse, no es un indicador refinado del estado de su salud.

Creen que pudiera haber «cambios genéticos sutiles en el esperma, que serán fundamentales en el bienestar de subsecuentes generaciones».

Es verdad. No todo está dicho. Pero quizá los japoneses hayan abierto una solución a la infertilidad masculina. Esperemos que el ratoncito no solo calle y duerma…

Se avanza también en otros asuntos sobre los que nacerán. Meses atrás se logró encontrar, por fin, una relación entre la altura de una persona con su herencia genética.

El hallazgo comenzó a fraguarse en 2007, cuando se identificó un gen estrechamente relacionado con la estatura de las personas, pero no fue hasta ahora que pudo desentrañarse con el estudio de muestras de ADN pertenecientes a más de 180 000 personas de distintos lugares del mundo.

Participaron casi 300 investigadores de cien instituciones y se lograron identificar hasta 180 variaciones genéticas —cien más de las localizadas hasta el momento— responsables de la altura que puede alcanzar una persona, según otro artículo de la revista Nature.

La estatura tiene mucho que ver con la genética: la condiciona en alrededor del 80 por ciento de los casos que «padres bajos suelen tener hijos bajos y padres altos hijos altos», dijo un líder de la pesquisa.

Sin embargo —agrega— también influyen factores ambientales como la dieta. Así, pese a que estas 180 variantes genéticas o polimorfismos (minúsculas variaciones en los nucleótidos del genoma) puedan parecer un número significativo, representan apenas un diez por ciento de la variación heredada relativa a la altura, apuntan los autores del estudio.

Los científicos están convencidos de que la complejidad en este tema es mucho mayor y lo que se logre en posteriores investigaciones permitirá también encontrar respuestas sobre algunas causas de determinadas enfermedades.

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