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Vacaciones en las estrellas

A partir de este año se reanudarán los viajes turísticos a la Estación Espacial Internacional, y antes de que concluya 2014 se prevé el primer viaje suborbital

Autor:

Patricia Cáceres

En unos años ya no resultará tan descabellado escuchar que alguien se va de vacaciones al espacio. Sí, leyó bien, más allá de la Tierra, que ya no supondrá una frontera para los millonarios.

Quienes quieran gastar su adrenalina —y mucho de su dinero— fuera de nuestro planeta, podrán pasar sus días de relax hospedados en un hotel cósmico, o a bordo de la Estación Espacial Internacional, realizando vuelos espaciales suborbitales con ingravidez, viajando a más del doble de la velocidad del sonido.

Pero aunque para algunos resulte algo novedoso hablar de turismo espacial, no es cosa nueva. Según el sitio www.turismoespacial.com, en 2001 el empresario Dennis Tito pagó 20 millones de dólares por pasar seis días a bordo de la Estación Espacial Internacional. Desde entonces otros seis civiles han podido costearse semejante aventura.

Los siete vuelos se llevaron a cabo a través de la firma Space Adventures, en una nave Soyuz rusa. Después de un lapso de cinco años, los viajes turísticos a la Estación Espacial Internacional se reanudarán ahora, en 2013.

Vuelos soborbitales

Quienes prefieran un viaje de ida y vuelta, deberán esperar poco menos de dos años para optar por los vuelos suborbitales. La cápsula llegará al espacio y no completará una órbita entera a la Tierra, sino que dibujará un arco en el cielo y regresará al punto de partida.

Los primeros turistas espaciales suborbitales —que deberán pagar la bicoca de 200 000 dólares— viajarán con la empresa Virgin Galactic en la nave SpaceShipTwo, con capacidad para seis pasajeros y dos pilotos.

Según explicó a la BBC David Mackay, jefe de pilotos de Virgin Galactic, el artefacto partirá desde Nuevo México y ascenderá a 52 000 pies, adherido de la barriga de su avión nodriza, el White Knight II.

La nodriza —afirmó— suministrará a la cápsula presión, aire acondicionado y energía eléctrica hasta que alcance la altura de lanzamiento. El recorrido durará una hora, y entonces comenzará la cuenta regresiva.

Luego, la nave se separará y encenderá el motor, ascendiendo casi en línea recta hasta salir de la atmósfera. Cuando el motor se apague, se pasará de una poderosa propulsión a la ingravidez. Los pasajeros podrán desabrocharse el cinturón y flotar durante seis minutos.

Una vez que el motor se encienda nuevamente, la nave seguirá elevándose en el espacio, donde los pasajeros podrán ver en todo su esplendor la curvatura de la Tierra y la línea delgada de la atmósfera. Al llegar a unos 110 kilómetros de altura, comenzará el descenso.

La fuerza de aceleración de entrada es aún mayor que la de salida, pero los asientos estarán reclinados para ayudar a los viajeros a resistir, aseguró el jefe de pilotos de Virgin Galactic. De vuelta en la atmósfera, la nave hará maniobras de planeador para el aterrizaje.

Hasta la fecha más de 500 personas ya han adelantado el pago para viajar al espacio.

La cosa no se queda ahí

Cuando transcurra un tiempo prudencial, y los precios hayan disminuido, entrarán en escena competidores de Virgin Galactic, como RocketShip Tours, Armadillo Aerospace, XCOR Aerospace, Starchaser, Excalibur Almaz y Blue Origin. Estos ofrecerán opciones similares a los vuelos suborbitales, como servicios de transporte a científicos, astronautas y parejas en luna de miel.

Luego se espera crear cadenas de hoteles como Budget Suites, una idea de Robert Bigelow, quien escogió el concepto de los módulos inflables para el primer hotel orbital de la historia.

Los hoteles serán fabricados con el material de los chalecos antibala y de una tela llamada vectran. Para comprobar su resistencia a los micrometeoritos y la basura espacial, Bigelow puso en órbita hace varios años dos prototipos: los Génesis I y II. El costo podría ser de un millón de dólares la noche.

La empresa de Barcelona Galactic Suite también ha abrazado la idea de construir un hotel inflable para turistas o científicos. Su diseño se asemeja a un racimo de 22 uvas pegadas a un tallo, que sirve para conectar las cápsulas.

Cada una de las «uvas» deberá tener unos siete metros de largo por cuatro de alto, coronada con grandes ventanales, y no habría muebles, sino protuberancias en el piso donde anclarse.

El ingeniero espacial Xavier Claramunt, presidente de Galactic, afirma que sus primeros pasajeros podrían estar en órbita en 2014, y que en 15 años más el turismo espacial será algo común.

No obstante, la gigantesca constructora japonesa Shimzu considera que es muy poco tiempo para semejante hazaña. En cambio, esta tiene la intención de abrir en 2020 un hotel a 450 kilómetros de la Tierra.

Cuestión de salud

Aunque el turismo espacial se vislumbra como una lucrativa y prometedora industria, no son pocos los que se cuestionan el posible impacto en la salud de los arriesgados turistas, que viajarán sin ser astronautas entrenados.

En un artículo publicado en The British Medical Journal (Revista Médica Británica), un grupo de especialistas instó a los médicos generales a prepararse para responder las preguntas de sus pacientes sobre su idoneidad para viajar más allá de la atmósfera.

Hasta la fecha, se subraya en el texto, muy pocos médicos generales tienen conocimiento suficiente sobre la medicina espacial como para ofrecer tal asesoría.

Investigaciones preliminares han demostrado que los viajes al espacio provocan cambios en la fisiología del organismo de los astronautas, pero todavía no se prevé cómo pueden afectar, por ejemplo, a un turista de 50 años con trastornos médicos subyacentes.

Actualmente los astronautas solo pueden permanecer seis meses en la Estación Espacial Internacional, ubicada a unos 330 kilómetros de la Tierra. Y es que la pérdida de masa ósea y muscular que experimentan en el cosmos es tal que no es posible dilatar más su estancia.

«Es muy probable que el viajero sienta náuseas o se ponga mal, y eso es una preocupación real», explicó el doctor David Green, profesor de Fisiología humana y aeroespacial de la universidad King’s College, de Londres.

También —dijo— puede ser un problema asegurar que todos los turistas vuelvan a sus asientos después de quedar flotando en la nave. «Al regresar a la Tierra todos se sentirán mucho más pesados. Y algunos podrían incluso quedar inconscientes», aseguró.

Según el experto, se ha demostrado que los problemas más comunes durante un vuelo espacial son la cinetosis (trastorno causado por el movimiento), fatiga, deshidratación, pérdida de apetito y dolor de espalda.

Además, durante la masiva aceleración y desaceleración vertical se hace difícil para el corazón bombear sangre hacia el cerebro. «Si la persona tiene un trastorno cardiovascular subyacente esto podría quedar expuesto», enfatizó el doctor Green.

Aparte de mareos, dolores de cabeza y congestión nasal desencadenadas posiblemente por vuelos cortos, los vuelos de larga duración podrían empeorar la osteoporosis, dolores lumbares, reflujo ácido, y ciertos tipos de cáncer, así como aumentar el riesgo de infecciones y cálculos renales.

El doctor Jon Scott, miembro del grupo de trabajo de ambiente espacial de la Agencia Espacial del Reino Unido, ha investigado el impacto del incremento de las fuerzas gravitacionales (G) en las personas.

«En los extremos, algunas personas pueden tolerar solo unas tres veces la fuerza gravitacional y otras hasta seis. Pero no hay algo que pueda utilizarse para medir esta tolerancia. Sería fabuloso si un médico general pudiera hacerlo», sugirió el experto.

El Grupo de Trabajo de Vuelos Espaciales Comerciales de la Asociación Médica Aeroespacial Estadounidense publicó en 2009 un documento donde afirmaba que la mayoría de los individuos con «trastornos médicos bien controlados» podrían soportar las fuerzas de aceleración involucradas en el despegue y aterrizaje de un vuelo espacial comercial.

Pero en estos momentos un equipo de investigadores en EE.UU. está analizando la tolerancia G en aquellas personas que podrían ser los turistas espaciales del futuro, evidencia de que la Bolsa coloca a la ciencia nuevas y convenientes interrogantes para engordarse con más monedas, con tantas asimetrías que tiene este mundo nuestro.

El desafío para estos especialistas —puntualizó el doctor Scott— es reunir información sobre una variedad de edades y trastornos médicos, no solo de individuos jóvenes en buen estado de salud, para que las compañías de vuelos espaciales puedan juzgar quién puede y quién no puede volar.

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