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Se asoma, mira y se va

El asteroide 2012 DA14 rozará la atmósfera terrestre el 15 de febrero, pasando a menos de 30 000 kilómetros de nuestras cabezas. No hay peligro de colisión

Autor:

Patricia Cáceres

Un ermitaño se acerca desde lo profundo del sistema solar a ver qué sucede en la Tierra por estos días. Seguramente mucho de lo que verá no será de su agrado: conflictos, pobreza, hambre… un mundo con heridas. Y, con un poco de suerte a su favor, optará por marcharse y seguir con su vagar.

Así es que 2012 DA14, un asteroide del tamaño de la mitad de un campo de fútbol, se acercará a una distancia récord de nuestro planeta. Se trata de una roca espacial de aproximadamente 45 metros de diámetro y cerca de 130 000 toneladas, que pasará a una distancia de solo 27 600 kilómetros de la Tierra, incluso más cerca que algunos de nuestros satélites artificiales.

Pero no hay porqué alarmarse. Según afirman los científicos, el asteroide no representa ningún peligro para la humanidad, ni tampoco colisionará con algún satélite. Aunque, agregan, hay que reconocer que será el más grande que se acerque tanto a nuestro planeta, desde que la Agencia Norteamericana del Espacio y la Aeronáutica (NASA) comenzara a darle seguimiento a este tipo de cuerpos celestes, en la década de los 90.

El 2012 DA14 fue descubierto el 22 de febrero de 2012 por el Observatorio Astronómico de Mallorca (OAM), España, gracias a la estación robótica de La Sagra. Luego el hallazgo fue confirmado por la Unión Astronómica Internacional (IAU).

Se estima que el cuerpo celeste —al parecer rocoso, en lugar de estar compuesto de metal o hielo— viaja a una velocidad entre 6,14 y nueve kilómetros por segundo. De ahí que, cuando se ubique en el punto más cercano a la Tierra, deberá desplazarse cada minuto una distancia equivalente a una o dos veces el diámetro aparente de la Luna.

La máxima aproximación del asteroide con nuestro planeta se estima para las 20:30 horas (GMT) del viernes 15 de febrero. La Sociedad de Astronomía del Caribe (SAC) informó que el cuerpo rocoso podrá ser visto desde Australia, Asia, África y gran parte de Europa.

Al decir de la NASA, durante su aproximación más cercana brillará como una estrella de magnitud ocho y podrá ser vista con telescopios de aficionados. La Agencia estadounidense ha advertido que por su velocidad de traslación solo los astrónomos aficionados de mayor experiencia podrán tener éxito. Eso sí, quienes lo logren quedarán estupefactos por la cercanía del cuerpo celeste.

Asteroides antiterrícolas

El espacio circunterrestre a menudo está siendo invadido por asteroides de múltiples tamaños y formas. Algunos provienen del cinturón de asteroides, mientras que otros no son más que vestigios de cometas extinguidos hace mucho tiempo.

Por ello no resulta nada raro que alguna de esas rocas espaciales se «atrevan» a cruzar los límites de nuestra atmósfera e impactar directamente en algún punto del mapamundi. Sin embargo, la posibilidad de morir a causa del impacto de un asteroide es ínfima, siendo ampliamente superada por los accidentes de tránsito, de aviación o incluso por el impacto de un rayo.

Según recuerda el diario ABC, la Tierra ha sido víctima de varias colisiones de asteroides. Posiblemente la más significativa fue la que tuvo lugar hace 65 millones de años en la Península de Yucatán, México, que puso fin a la era de los grandes reptiles —según la hipótesis más aceptada— y causó la extinción de la mitad de las especies animales del planeta.

Otro episodio similar se registró hace poco más de un siglo, en Tunguska, Siberia, cuando un cuerpo celeste de unos 80 metros de diámetro colisionó con la Tierra, generando una energía equivalente a mil bombas atómicas que arrasó cientos de kilómetros cuadrados de bosque. Los investigadores todavía estudian este suceso, conocido como el «evento de Tunguska», en busca de más pistas sobre el objeto caído del cielo.

Don Yeomans, científico  del programa de objetos cercanos a la Tierra en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA, ha declarado que un objeto del tamaño del 2012 DA14 sobrevuela la Tierra, como promedio, cada 40 años, y solo se estrella contra esta cada 1 200, aproximadamente.

Según el especialista, el impacto de un asteroide como este, de unos 45 metros, no es catastrófico, a menos que caiga en una zona poblada. Un cuerpo de tamaño similar —dijo— formó el cráter Meteoro, en Arizona, de 1 600 metros de ancho, cuando golpeó a nuestro planeta hace unos 50 000 años. «Ese asteroide era de hierro, lo que lo convirtió en especialmente potente», explicó.

Pero esto no ocurrirá el día 15 de febrero. «Definitivamente, 2012 DA14 no chocará contra la Tierra», enfatizó Yeomans. «La órbita del asteroide se conoce lo suficientemente bien como para descartar un impacto».

La Sociedad de Astronomía del Caribe también ha destacado en más de una ocasión que tampoco correrá peligro ninguno de los satélites artificiales.

«Los satélites geoestacionarios en torno a la Tierra orbitan en un plano horizontal cerca del Ecuador, mientras que el ascenso o movimiento vertical del asteroide lo mantendrá poco tiempo cerca de esos satélites. El asteroide abandonará la zona de mayor tráfico de forma rápida», subrayó la institución.

Pese a esta certeza, el radar Goldstone, de la NASA, en el desierto de Mojave, está programado para seguir a la roca casi todos los días, del 16 al 20 de febrero.

Ello permitirá determinar la órbita del asteroide para predecir mejor futuros encuentros, y también revelará características físicas tales como el tamaño exacto, el giro y la reflectividad.

«Un resultado clave de la campaña de observación será un mapa de radar 3D que mostrará la roca espacial desde todos los lados», informó la NASA.

Defensa precaria

Predecir a tiempo la cercanía de asteroides, y destruirlos en caso de peligro inminente, es una tarea ingente y nada sencilla.

A principios de 2010, un informe del National Research Council (NRC) de Estados Unidos señaló que, si bien existen fórmulas para hacer frente a este tipo de amenazas, ninguna sería puesta en práctica con la suficiente rapidez, en caso de impacto inmediato.

Astrónomos de todo el planeta han intentado durante años instalar observatorios automáticos que puedan detectar estos objetos con unas tres semanas de anticipación. Pero la Estación Espacial Europea (ESA) comunicó que aún se necesitan muchos más recursos para lograrlo ya que, en la práctica, muchas rocas espaciales se descubren con apenas un par de días de antelación, o incluso después de «rozarnos».

El responsable de desarrollar esta misión en Europa, por encargo de la Agencia Espacial Europea (ESA), es el consorcio industrial Astrium, que cuenta con un financiamiento de cuatro millones de euros para desarrollar un proyecto internacional.

Esto consistirá en perfeccionar un «impactador cinético», o sea, una nave espacial encargada de estrellarse a una altísima velocidad contra el asteroide, para desviar levemente su trayectoria  y así evitar una colisión con la Tierra.

Sin embargo, los expertos han afirmado que la idea no está exenta de fallos. Y es que la orientación, navegación y control de colisión contra el objeto necesita velocidades relativas superiores a diez kilómetros por segundo y una

precisión espacial con un margen de tan solo unos pocos metros.

Estados Unidos y Rusia se concentran en otros dos posibles métodos de desviación de asteroides, también supervisados por Astrium. El primero está a cargo del Instituto Carl Sagan, de Palo Alto, California, y consiste en la interacción gravitatoria entre un asteroide y una nave espacial, la cual, durante el tiempo suficiente, transitaría la órbita de la roca.

Según el diario ABC, la aproximación podría ser realizada por la sonda Dawn, lanzada al espacio en 2007, que finalizará sus tareas en el cinturón de asteroides en 2015. No obstante, algunos detractores afirman que esta estrategia puede resultar muy lenta, ya que alterar el trayecto del asteroide puede requerir años e incluso décadas.

Otra alternativa —valorada por el TsNIImash, una institución rusa que trabaja para la agencia espacial Roskosmos—, es la denominada deflexión por onda expansiva, que no es más que una explosión cercana a la superficie del asteroide.

Otras fórmulas extrañas, arriesgadas o casi imposibles,  han pasado por las mentes más imaginativas. La más polémica es la explosión nuclear. Ello consistiría en colocar una bomba en el asteroide y hacerlo estallar en mil pedazos. Pero —aclaran los versados en el tema— alguna de esas pequeñas piezas descontroladas, mucho más difíciles de detectar, puede acabar impactando contra nuestro planeta.

Otros hablan de la presión de la luz solar. O sea, una especie de vela solar podría ejercer la constante presión de la luz del Sol sobre una amplia zona de la roca espacial para gradualmente moverla. Pero dicha vela necesitaría nada menos que un tamaño de 5 000 kilómetros cuadrados.

También se ha pensado en la perforación del cuerpo celeste mediante un dispositivo de minería, capaz de expulsar sus desechos a gran velocidad hasta llegar a sus entrañas, y así disminuir lo más posible su masa.

Finalmente, los más idealistas sueñan con pintar al asteroide desde una nave con una sustancia especial que atraería la radiación solar hacia una determinada zona mientras rota. Esto —dicen— provocaría el llamado Efecto Yarkovsky, un ligero desequilibrio que lentamente modificaría la trayectoria del asteroide.

Mientras tanto, a la gran mayoría de los terrícolas solo nos queda esperar que ninguna de esas alternativas futuristas tenga la necesidad de ponerse en práctica.

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