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¿De vuelta a la bestia?

El desate de los comportamientos violentos e irracionales, como si regresáramos 14 millones de años en la evolución humana, está entre las consecuencias del consumo de las drogas sintéticas o de diseño. Los conocidos cannabimiméticos  —que ya se intentaron introducir en Cuba—, pueden llegar a convertirse en la peste bubónica del mundo de las drogas, refieren especialistas

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Parece cosa de película; fue lo primero que pensó aquel policía estadounidense cuando vio a Rudy Eugene, completamente desnudo, comiéndole el rostro a otro hombre en una calle de Miami. Los disparos al aire y a su pierna no alejaron a este joven de 31 años de su propósito y fue preciso un tiro mortal.

Sin evidencias que demostraran haber realizado el acto sexual, la desnudez de Rudy fue la primera pista para que los especialistas forenses determinaran que se encontraba bajo los efectos de un cannabimimético, una nueva droga  que en las últimas décadas apareció en escenarios europeos y de Estados Unidos y que comienza su peligrosa expansión por el mundo.

La hipertermia brutal, es decir, una temperatura corporal que llega hasta los 42 grados y que obliga a despojarse de las ropas, es uno de los efectos del consumo de este tipo de sustancias novedosas, tan fuertes que provocan que seres humanos reproduzcan comportamientos animales.

Con los nombres de K2, Fuego de Yucatán, Llamarada solar, Bendición, Ola de Marfil o Cielo de Vainilla y algunos en inglés como Fake Weed, Skunk y Moon Rocks, entre otros, estos estupefacientes son elaborados en la mayoría de los casos a partir del tetrahidrocannabinol (THC), que es el principio activo de la marihuana, al que se le suman otras sustancias que han sido modificadas, desde el punto de vista químico, en laboratorios especializados.

Con diseños atractivos y en sobres «inocentes» de incienso, de aromatizantes naturales o de sales de baño, como las conocidas bailarinas, son la forma más común de presentación de estas drogas de diseño que se han intentado introducir a nuestro país por residentes en el exterior, fundamentalmente desde Estados Unidos.

En diferentes partes del cuerpo o en el interior de zapatos, pomos, cajas de leche, de crema de helado o de pizza han sido escondidos para burlar el sistema de enfrentamiento al delito en las fronteras nacionales, lo que no ha impedido que varios casos hayan sido detectados ya mediante el trabajo de fuerzas del Ministerio del Interior y la Aduana General de la República.

Paso atrás en la evolución

Los cannabimiméticos son drogas de diseño o de síntesis resultantes de la combinación entre sustancias naturales y otras modificadas, con el objetivo de escapar del listado de productos ilegales o prohibidos.

Aparecieron en Europa en el año 2004, y a partir de 2006 se popularizó su consumo y venta legal a través de Internet y en tiendas especializadas nombradas Smart-Shops, expandiéndose paulatinamente su presencia a Norteamérica y América del Sur.

Estos productos han sido introducidos en el mercado sin estudios clínicos de farmacología y toxicidad, ni siquiera en modelos animales, siendo los foros de usuarios en Internet la única fuente de información, por lo que la percepción del riesgo de su consumo es muy baja.

Según el doctor Ricardo González Menéndez, especialista de segundo grado en Psiquiatría y jefe del Servicio de Adicciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana, estas drogas tienen efectos miméticos similares a la marihuana, de ahí su nombre genérico de cannabimiméticos.

Enrojecimiento conjuntival, taquicardia, resequedad bucal, alteraciones del estado de ánimo y de la percepción, son algunos de los síntomas de quienes consumen la marihuana común con frecuencia, añade, y en los casos de adicción más grave, se suman vómitos, náuseas, mareo, alucinaciones y, lo que pocos conocen, hasta cuadros de esquizofrenia.

«Se cree que la marihuana es inofensiva y ahí está el error. Su consumo disminuye en un diez por ciento el coeficiente de inteligencia de la persona y es este un proceso irreversible, que tiene lugar con mayor intensidad durante la adolescencia.

«También provoca pérdidas de capacidades establecidas con efectos demenciales, semejantes a los que padece una persona mayor. Con frecuencia desencadena, además, cuadros de esquizofrenia con muy malos pronósticos, es decir, con una evolución diferente a las otras y con mayores dificultades para la rehabilitación».

La marihuana común, detalla el doctor, está comprobado que es 20 veces más cancerígena que el tabaco y que provoca 20 veces más muertes que este por cáncer de pulmón. Afecta la producción de los espermatozoides y su carga hereditaria y como otras sustancias que actúan sobre la región prefrontal del cerebro, inciden en la modificación de la conducta.

«En el caso de los cannabimiméticos, se les conoce popularmente como una marihuana más fuerte y claro que llega a serlo, por lo que sus perjuicios en la salud humana son de 20 a cien veces más severos, según reportes de la Asociación Europea de Psiquiatría.

«Además del THC podemos encontrar otras sustancias naturales en la fórmula química de estos estupefacientes como la catinona, que se obtiene del árbol khat, presente en la región occidental de África. Si masticamos sus hojas los efectos alucinadores son probados. «También se utiliza la mefredona, parecida a las metanfetaminas, como el éxtasis; y por supuesto, junto a otras sustancias nocivas, como puede imaginarse, estamos en presencia de una mezcla explosiva», advirtió el autor del libro Tabaco, medicamento y alcohol: droga bajo la piel de cordero.

El consumo de estas drogas de diseño, revela el especialista, provoca además la destrucción de las fibras musculares, lo que bloquea la función renal y ocasiona, en la mayoría de los casos, la muerte.

El doctor Alberto Quirantes Hernández refiere en su artículo Marihuana sintética y daño renal, publicado el pasado 13 de mayo en la revista digital Cubahora.cu, que además de taquicardias incontrolables, convulsiones, agitación, estados de confusión e incluso alucinaciones, los consumidores de esta «marihuana más fuerte» padecen frecuentemente daños renales graves.

Por primera vez quedó constancia de ello, cita Quirantes Hernández, en un reporte de la Universidad de Alabama, publicado en la revista Clinical Journal of the American Society of Nephrology, en el que mencionan cuatro casos con daño renal agudo vinculado al consumo de este tipo de sustancia.

«Todos ellos eran hombres jóvenes y sanos. Se les realizó una biopsia renal que demostró la muerte de las células donde se segrega, reabsorbe, recoge y transporta la orina. Esto pudiera haber conllevado a la insuficiencia renal, un posible daño permanente de sus riñones.

«Pocos días después, los centros para el control y la prevención de enfermedades en Estados Unidos publicaron los casos de 16 pacientes también con daño renal grave debido al consumo de los cannabimiméticos. Cinco de ellos necesitaron hemodiálisis, es decir, el procedimiento que consiste en filtrar la sangre mediante equipos especiales para eliminar toxinas; y una vez limpia esta, que pueda retornar al organismo», puede leerse en el artículo.

El doctor González Menéndez insiste en que las drogas como estas, al igual que el alcohol, actúan sobre la región prefrontal del cerebro, donde se sitúan los valores, los principios, todas las cualidades esencialmente humanas, y por esto modifican de forma relevante la conducta.

«Esta parte de nuestro cerebro es como el timón y el freno de un automóvil y cuando se está bajo los efectos de estas sustancias, su acción se inhibe, se neutraliza, se “duerme”». Se desencadena entonces el sistema límbico, localizado en la parte media posterior del cerebro, en el que encontramos el verdadero lado animal de los seres humanos. Los instintos más primitivos, los impulsos incontrolables, la violencia, se desatan allí.

«Esa parte prefrontal de nuestro cerebro, que nos diferencia totalmente de los animales, demoró 14 millones de años en desarrollarse, durante el proceso de transformación de los monos antropoides en personas. ¿Qué lógica puede tener entonces consumir sustancias que determinan un retroceso en la evolución?».

El consumo de estas sustancias, como otras que provocan este mecanismo de acción, hace que la mejor de las personas pueda convertirse en la peor de las bestias, agrega el galeno. «Lo relevante es que este comportamiento es totalmente impredecible. No todos los organismos reaccionan de la misma manera, y por ello no podemos determinar en qué momento de nuestras vidas y como resultado de qué niveles de consumo pueda presentarse».

«Estas drogas desaparecen de la sangre con relativa rapidez; son los síntomas, como las vivencias alucinatorias terroríficas, el calor intenso determinante de muerte debido al bloqueo renal y conductas de canibalismo, los que nos advierten de su consumo.

«El caso de Rudy, como otros similares ya registrados, es perfectamente comprobado que así puede ocurrir. Si perdemos todo control cerebral en calidad de humanos, reproducimos entonces comportamientos violentos, irracionales y regresamos a 14 millones de años atrás. El muchacho, por ejemplo, devoró el rostro de un semejante, tal como hacen los chimpancés en África con los bebés recién nacidos que sus madres dejan en las viviendas y no cargan en sus espaldas».

Cuando hablamos de este tema, reflexiona el doctor Ricardo González, pensamos en el aforismo martiano: Conocerás al mundo antes de entregarte a él. «Si se conocieran los efectos que puede tener el consumo de este tipo de sustancias, se pensaría dos veces antes de consumirla o venderla».

Existe constancia gráfica de que el cannabis, es decir, la marihuana común, se consume desde hace 5 000 años, acota el psiquiatra. ¿Cuántos millones de seres humanos pueden haberla consumido y padecido sus efectos? ¿Cuántos consumen ahora esta nueva versión?

La Organización de las Naciones Unidas contra el delito y la droga reportó en 2010 que existían 190 millones de consumidores habituales de marihuana en el mundo, afirma. «Con estas sustancias novedosas, más fuertes y con formas de presentación inocentes, que permiten burlar casi todas las formas de detección en las fronteras, el peligro es mayor.

«Los cannabimiméticos pueden llegar a convertirse en la peste bubónica del mundo de las drogas si no se controla su producción, comercialización y consumo. Por eso resultan tan importantes la educación y el acceso al conocimiento de lo que puede provocar en nuestra salud», enfatiza.

La legalización de las drogas, como sucede con la marihuana en países como Holanda, no disminuye su repercusión negativa. Según el doctor González Menéndez, «cuando una droga es barata, más accesible o incluso legal, su consumo se multiplica y lo demuestra lo sucedido en muchas ciudades de Estados Unidos, en las que se penalizó nuevamente, pues el nivel de esquizofrenia de los jóvenes creció considerablemente por el acceso fácil a la marihuana».

En lo concerniente a los cannabimiméticos, existe legislación para su control en Austria, Alemania, Francia, Luxemburgo, Polonia, Lituania, Suecia, Estonia, Reino Unido, Rumanía, Dinamarca, Irlanda, Turquía y Bulgaria. También se han regulado parcialmente en algunos estados de Estados Unidos y Canadá.

Sin embargo, no existe consenso internacional para la regulación de estas drogas, lo que ha favorecido su expansión; además de que a medida que son más conocidas se van prohibiendo o controlando por las autoridades, y los fabricantes entonces las sustituyen por otras similares no sujetas a regulación.

El hecho de que esta sustancia se haya intentado introducir en Cuba, obliga a nuestra sociedad a activar sus mecanismos de enfrentamiento y protección desde la familia, las instituciones educativas y las organizaciones estudiantiles, sociales, comunitarias y políticas. Ningún joven debería dejarse tentar por el consumo de una sustancia que puede llevarlo a la reproducción de sus peores instintos salvajes, y para eso también necesita ayuda.

Tráfico de droga: no hay amparo en la Ley cubana

En Cuba es ilegal el tráfico de las drogas, incluyendo estas de diseño o de síntesis.

El marco legal aplicado en la Isla es la sección cuarta de la Ley 62/87 de nuestro Código Penal, referida a la producción, venta, demanda, tráfico, distribución y tenencia ilícita de drogas, estupefacientes, sustancias sicotrópicas y otras de efectos similares, entre las que se incluyen los cannabimiméticos.

En el artículo 190 se establece que puede cumplir una sanción de cuatro a diez años de privación de libertad quien produzca, transporte, trafique, adquiera, introduzca o extraiga del territorio nacional este tipo de sustancias, las mantenga ocultas, o de cualquier modo se las procure a otro.

Las personas que se dedican al cultivo de la planta de la marihuana, la Cannabis indica, o a sabiendas posea semillas o partes de dichas plantas, también puede cumplir la mencionada sanción, y en caso de ser propietario, usufructuario u ocupante por cualquier concepto legal de tierra se le impone, además, como sanción accesoria, la confiscación de la tierra o privación del derecho, según el caso.

En este artículo se especifica que si las cantidades son relativamente grandes la sanción puede ser de ocho a 20 años de privación de libertad.

Si quienes cometen el delito son funcionarios públicos, autoridades o sus agentes o auxiliares, o son ellos quienes facilitan su ejecución, aprovechándose de esa condición o utilizando medios o recursos del Estado, la sanción es de más de 15 años de privación de libertad. También pueden cumplir dicha pena quienes estén involucrados en el narcotráfico internacional, o si garantizan la transportación de estas sustancias al territorio nacional utilizando nave o aeronave u otro medio de transporte, y también en el caso de que se utilice a menores de 16 años en la comisión de los hechos.

De dos a cinco años de condena cumplirá quien, conociendo la preparación o ejecución de cualquiera de los delitos previstos en este artículo, no lo denuncie.

La simple tenencia de drogas estupefacientes, sustancias sicotrópicas u otras de efectos similares sin la debida autorización o prescripción facultativa también es sancionada, según nuestro Código Penal, y en esos casos la sanción puede ser de uno a tres años de privación de libertad, o la imposición de una multa de 300 a mil cuotas o ambas, cuando se trate de cocaína o de otras sustancias de efectos similares o superiores.

De seis meses a dos años de condena o una multa de dos a 500 cuotas o ambas, cuando se trate de la marihuana y con privación de libertad de tres meses a un año o una multa de cien a 300 cuotas o ambas, cuando se trate de drogas estupefacientes, sustancias sicotrópicas u otras de efectos similares no comprendidas en los apartados anteriores, como es el caso de los cannabimiméticos.

Se sanciona también al profesional que, teniendo la autorización requerida, recete o administre drogas estupefacientes, sustancias sicotrópicas u otras de efectos similares, o lo haga con fines distintos a los estrictamente terapéuticos; o a quien permita la introducción o tránsito en el país, o la extracción de este de estas sustancias, en provecho del cargo o empleo que posea.

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