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Construir una ciudad inteligente

Los recursos naturales del planeta se agotan y su capacidad de regeneración no suple las necesidades de consumo de una población en constante crecimiento. El principio de la economía circular es esencial para tener ciudades inteligentes, aseguró el profesor David King, representante especial para Cambio Climático del Reino Unido

Autor:

Mayte María Jiménez

La población del planeta va a incrementarse de 7 000 millones de personas que tiene actualmente, a unas 9 000 millones para mediados del siglo. Sin embargo, no es el mero crecimiento el gran reto que se avecina, sino el aumento de la clase definida como más consumidora o media, que genera niveles excesivos de consumo de energía, recursos naturales y alimentos.

Esta puede ser la mayor problemática y contradicción que enfrentará la especie humana en los próximos años, en un planeta cada vez más agotado, donde el tiempo no alcanza para su proceso de regeneración natural, alertó el profesor David King, representante especial para Cambio Climático del Reino Unido, en una Conferencia magistral ofrecida en la Universidad de La Habana con el título Ciudades inteligentes del futuro.

Un dato clave: el escenario más verosímil plantea un mundo que para el año 2050 puede llegar hasta 10 000 millones de habitantes, con el máximo nivel de intervención en energía y en tránsito de personas, todas ellas agotando irreversiblemente el planeta, advirtió el experto.

Uno de los conceptos más determinantes para mitigar este desenlace es romper con la llamada economía lineal (en la que se toman los recursos naturales para la producción y luego se desechan), y cambiarla por una economía circular, en la que no existen los desechos porque todo puede ser reutilizado, apuntó.

King explicó que el actual sistema de producción, basado en el «usar y tirar», ya no da más: la basura, la contaminación, el agotamiento de los recursos naturales no paran de crecer, y el medio ambiente y los ciudadanos lo sufren cada vez más.

Frente a ello, empresas e instituciones de todo el orbe proponen una alternativa que es la economía circular, basada en el ciclo de la naturaleza, en la cual los residuos se transforman en recursos, se ahorran costes y se crean miles de puestos de trabajo.

De acuerdo con el experto, la economía circular propone principios del ecologismo que establecen reducir, reutilizar y reciclar, de manera que los impactos ambientales se minimicen.

Las empresas reducen costes y se vuelven más competitivas, resistentes y resilientes (capacidad de sobreponerse a situaciones adversas), de manera que se enfrentan mejor a las crisis.

La idea que alimenta la economía circular —señaló—, es sencillamente reproducir la dinámica de la naturaleza, donde no existe el concepto de residuo. Los componentes de los productos se dividen en dos grupos: biológicos y técnicos. Los primeros son biodegradables y se pueden reintroducir en la naturaleza cuando su uso ya no sea rentable.

Los nutrientes técnicos, en cambio, se diseñan para ser reutilizados una y otra vez, de modo que puedan ensamblarse y desmontarse fácilmente, y contribuir de paso al ahorro de recursos y de energía, comentó.

El aprovechamiento de los residuos, el uso de energías renovables y el diseño de productos basados en pautas sostenibles genera un sector que puede representar a su vez miles de empleos locales.

El gran problema —alertó— es que estamos acabando con la capacidad del planeta de regenerarse, no le damos tiempo y  agotamos con celeridad sus recursos. «El océano se contamina cada vez más con nuestros desechos, ya el 85 por ciento de los peces que se capturan tienen restos de plástico. Entonces, ¿puede nuestro ahogado planeta resistir el actual nivel de consumo?».

Tenemos que enfrentar ese problema con soluciones integrales, defendió. Y en toda esta situación, reconoció, las ciudades están en el centro de atención, en especial en los países en vías de desarrollo, donde estará el mayor crecimiento poblacional.

Advirtió que esto no es cosa de un día para otro: en todo el planeta los que toman decisiones tienen una tarea enorme para lograr un equilibrio, y eso es establecer alianzas y trazar estrategias comunes.

¡S.O.S, nos quedamos sin agua!

Un informe de la Organización de Naciones Unidas, llamado El agua en un mundo en cambio, alertaba que la superpoblación, el cambio climático y la expansión de la agricultura estrangulan las fuentes que proporcionan agua al mundo y lo abocan a una grave crisis hídrica.

El documento exponía un dramático panorama de las reservas de recursos hídricos, con una demanda global del líquido que aumenta anualmente en 64 000 millones de metros cúbicos, lo que es equivalente al consumo en ese mismo período de un país como Egipto.

Un 70 por ciento de esa agua se dedica al regadío agrícola y a la producción ganadera, con el objetivo de producir la cantidad de alimentos que requiere el aumento poblacional, según el informe.

Justamente en esta línea de análisis el profesor David King expresó que si hablamos de recursos hidráulicos, se debe tener cuidado con alternativas que en apariencia resuelven un problema pero generan otros. Tal es el caso del uso del carbón para desalinizar el agua, un método que implica el empleo de la electricidad a partir del petróleo.

Alertó que fenómenos como la desertificación causada por el cambio climático aumentan la escasez de agua potable, por lo que se deben buscar alternativas sostenibles y, sobre todo, inteligentes.

Entonces es inevitable una interrogante: ¿Cómo usar el desarrollo actual en la estrategia de los Gobiernos para mitigar y adaptarse al cambio climático? Primero se debe dar la verdadera importancia del trabajo en conjunto de todos los países, aseguró el profesor británico.

Ciudades inteligentes

Ante tales augurios, las ciudades son el centro del desafío. El 50 por ciento de la población mundial, que actualmente se concentra en las ciudades, para 2050 ascenderá a un 70 por ciento, lo que significará un aumento de 3,5 mil millones de seres humanos reproduciendo acciones consumistas en un espacio más reducido, con la consiguiente contaminación, significó King.

Explicó que en estos escenarios los productos alimentarios más consumidos son los que empiezan a escasear, por lo que se hace necesario comenzar a pensar en ciudades y estilos de vida «más inteligentes».

Este es un concepto emergente, y por tanto, sus acepciones en español y en otros idiomas, e incluso en el propio inglés, están sujetas a constante revisión.

Se trata de urbes más eficientes, con un patrón de desarrollo basado en la sostenibilidad, que a su vez es capaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de instituciones, empresas y de los propios habitantes, tanto en el plano económico, como en los aspectos operativos, sociales y ambientales, sostuvo el especialista.

De acuerdo con los estudiosos, estas ciudades podrán ser calificadas de inteligentes en la medida en que las inversiones que se realicen en capital humano (educación permanente, enseñanza inicial, enseñanza media y superior, educación de adultos), infraestructuras de energía, tecnologías de comunicación, e infraestructuras de transporte, promuevan una calidad de vida elevada, con una gestión totalmente sostenible y amigable con el medio ambiente.

«Hablamos de una gestión prudente y reflexiva de los recursos naturales, en la que se implemente la economía circular y el principio de renovación y creación tecnológica», apuntó.

Debemos tener en cuenta —subrayó el profesor King— que las ciudades crecen a un ritmo cada vez más rápido, y uno de los factores que contribuyen a esta progresión son los propios ciudadanos. Ellos son quienes cada día se preocupan de que el lugar donde habitan se convierta en el sitio idóneo para desarrollar su proyecto de vida.

A la hora de desarrollar este proyecto, en primer lugar es necesario llevar a cabo una estrategia que represente la idea de ciudad inteligente de futuro, un enfoque integral desde todas las perspectivas y áreas clave de esta percepción.

Expresó el especialista británico que solo así una ciudad inteligente puede ser la respuesta a los retos del futuro. En un mundo donde la producción de petróleo ha alcanzado su máxima cantidad posible, con una demanda internacional de 92 000 barriles diarios, nuevas líneas de desarrollo armónicas con el medio ambiente son las que han de prevalecer: energías renovables, diseños más confortables, y el reciclaje de materias primas, lejos de cualquier tendencia consumista.

Muchos son los desafíos: cambio climático, crisis económica internacional, inseguridad alimentaria. Pero son estos problemas justamente los que representan esa oportunidad especial para potenciar un cambio en los modelos de desarrollo de la economía y la energía. «Si trabajamos fuerte y en equipo desde todas las latitudes, podemos transformar nuestra civilización en una de la que podamos sentirnos orgullosos», aseguró.

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