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¿Y si llega el alemán?

¿Está lista la familia cubana para recibir «al alemán»; no al turista, sino a la enfermedad de Alzheimer, una de las demencias más comunes en el mundo? JR propone consejos sobre el cuidado de los aquejados por ese flagelo, e ideas de prevención

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Sus seis hijas modificaron su estilo de vida hace años y se turnan para cuidarla mes tras mes. Ella no reconoce sus rostros, no sabe quién le habla y puede que le pregunte a una de ellas por ella misma, si sabe dónde está, si ha llamado por teléfono, si va a venir a visitarla.

Le cantan, le hacen cuentos, vigilan su higiene y no la dejan sola ni un minuto, pero ella hace tiempo dejó de ser aquella viejita linda que conversaba con los vecinos, que preparaba exquisitos dulces, que disfrutaba las radionovelas y mantenía la casa en orden. Sus hijas la miran con tristeza porque les duele ver el deterioro mental de una mujer tan fuerte, tan vivaracha, tan sana.

¿Está lista la familia cubana para recibir «al alemán»? Aclaro, no me refiero al turista que, procedente de esta nación europea, venga a hospedarse en alguna de nuestras casas. Hablo de la enfermedad de Alzheimer, una de las demencias más comunes en el mundo, cuyos síntomas fueron identificados por primera vez por el psiquiatra y neurólogo Aloysius Alois Alzheimer.

Desde el título juego con la frase popular que emerge, medio en broma y medio en serio, cuando alguien no recuerda algo fácilmente. «Tengo el alemán dándome vueltas», decimos, y no pocos dan palmadas en el hombro y te aconsejan «ten cuidado, que tienes al alemán cerca». Bromeo, sí, pero no debiera, pues ciertamente, el mal de Alzheimer se diagnostica en no pocas personas en los últimos años.

En Cuba suman 130 000 las personas diagnosticadas con alguna demencia —6,4 por ciento de la población adulta mayor— y se estima que para el 2030 la cifra ascienda a 260 000, según datos ofrecidos por el doctor Alberto Fernández Montes de Oca, jefe del Programa Nacional del Adulto Mayor, Asistencia Social y Salud Mental del Ministerio de Salud Pública (Minsap).

Las demencias en general se visualizan fácilmente pues la persona va perdiendo de manera progresiva su función cognitiva, por lo que se afecta la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio, más allá de lo que podría considerarse una consecuencia normal del envejecimiento.

Es abrumador para una familia tener la confirmación de que uno de sus miembros padece de demencia. ¿Cuánto puede cambiarles la vida a todos, y en particular, a esa persona que asume el cuidado casi completo de su pariente? Cuando se recibe la noticia, ¿se posee la preparación adecuada para convivir con alguien que apenas recordará su nombre, los rostros de sus hijos, si dejó abierta la llave del lavamanos, si se bañó o comió?

Comunicarse con una persona que tiene la enfermedad de Alzheimer u otra demencia puede ser muy difícil. A la familia se le orienta para que, con palabras sencillas y frases cortas, le hable en un tono amable y tranquilo. Se sugiere reducir ruidos en la casa, mirarle a los ojos al hablarle y permitirle que se tome su tiempo para responder.

La paciencia es vital en un núcleo familiar donde exista algún adulto mayor con estos padecimientos, pues con ella será más grata la hora del baño, por ejemplo, porque a algunos pacientes esta acción les produce confusión y miedo. Facilitarle el acto de vestirse con ropas ligeras y cómodas a su alcance y en orden también puede ayudarle mucho.

A ese anciano o anciana que ha perdido nociones del tiempo, es esencial garantizarle un ambiente agradable a la hora de comer y, según aconsejan los expertos, organizarle varias comidas al día con porciones pequeñas. Puede que coma mucho en una primera etapa de su enfermedad pero también puede rechazar hacerlo, y si se le estimula con alimentos que le gusten mucho, evitamos su malnutrición.

Cuando se convive con el mal de Alzheimer, como le decía, hay que prestarle atención todo el tiempo a esta persona, pues puede salir a la calle, deprimirse con facilidad, abandonar cualquier actividad a medio hacer o accidentarse mientras deambula por la casa si no se toman medidas de seguridad.

Se trata de cuidar a un adulto mayor, sí, con toda la responsabilidad y la ternura que debe implicar este cuidado. Pero es un adulto mayor que años atrás vimos reír, bailar, jugar dominó, cocinar, caminar, ver televisión…y que progresivamente, fue perdiendo habilidades y capacidades.

Hasta la fecha no hay ningún tratamiento que pueda curar alguna demencia o revertir su evolución progresiva. Lo ideal es diagnosticarla precozmente y preparar a los familiares para una convivencia saludable con ese alemán que un día puede visitarnos.

Gimnasia cerebral

En la medida en la que nuestra población envejece, debemos incluir hábitos de vida saludables para evitar el mal de Alzheimer y otras demencias. Los expertos destacan como factores de protección significativos el control de enfermedades crónicas no transmisibles, la asunción de una dieta sana y equilibrada y la práctica regular de ejercicio físico, e insisten además en la necesidad de mantener al cerebro en permanente actividad.

Aconsejan bañarse con los ojos cerrados por lo menos una vez a la semana con el fin de reconocer nuevas texturas y potencializar los sentidos; usar la mano que sea menos hábil para escribir, comer, cepillarse los dientes, peinarse, y realizar otras actividades cotidianas así como ejercitar los dedos de las manos.

Se recomienda realizar movimientos cruzados con al menos 10 repeticiones, como por ejemplo, tocarnos la rodilla derecha con la mano izquierda mientras estamos sentados o de pie, y similares. Además, es muy estimulador para la actividad cerebral cambiar las cosas de lugar con frecuencia para ejercitar la memoria en su búsqueda.

Beneficiosos son los crucigramas, rompecabezas, sudokus y otros juegos que inviten a pensar; caminar de espalda de vez en cuando, vestirse con los ojos cerrados, leer en voz alta, cambiar de ruta de la casa al trabajo y a la inversa… En fin, realizar actividades que alejen al cerebro de la rutina y eviten su funcionamiento automático.

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