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Primero virtual que sencilla

Internet tiene una temible habilidad: lo que se publica en Facebook, en Facebook se queda

Autor:

Juventud Rebelde

Cuando el pasado tres de octubre cinco desconocidos armados ocuparon la habitación del parisino Hotel Pourtalées en la que se alojaba Kim Kardashian —musa indiscutible de la red social Instagram, socialité y protagonista de un reality show que describe su vida y la de su famlia—, la propietaria del trasero más rentable y fotografiado de la industria del entretenimiento solo pudo imaginar dos posibles desenlaces: o la violaban o le pegaban un tiro en la cabeza.

Por fortuna, la segunda hija del clan Kardashian solo tuvo que lamentar el terrible susto y el robo de varias de sus joyas, cuyo importe sobrepasaba los diez millones de euros. Sin embargo, la maledicencia pública mostró, más que sorpresa, cierto regocijo. «Se lo merece, por exhibicionista»; «si presumes ante el mundo de lujos y abundancia no puedes asumir que no corres riesgos»; «nadie te obliga a publicar todo lo que haces, comes y compras», fueron algunos de los mensajes que en Twitter, Facebook y otras redes se leyeron en los días posteriores al asalto.

A la gente le costó bastante el valorar  el caso desde una perspectiva neutral. Pocos reconocieron en la delincuencia y la ambición el estímulo verdadero tras el atraco, mientras que una mayoría machista (incluidos por igual hombres y mujeres), recibió la noticia como si se tratara de una consecuencia natural, deducible y, lo peor de todo, justa.

Instagram se revolvió en enero, cuando uno de los estilistas de Kim Kardashian compartió, «inocentemente», varias fotos inesperadas. « ¿Piensan que solo trabajo en el rostro?», escribió en la red social, mientras mostraba cómo maquilla los glúteos y genitales de la estrella, quien sufre de psoriasis y no se permite salir en público sin una apariencia impecable. ¡Se le fue la mano!, digo yo…

Foto: Instagram del estilista de Kim Kardashian

No obstante, el hecho no pasó como un suceso aislado. En los  meses siguientes no se supo de Kim en ninguno de sus espacios digitales. Pero una semana atrás, nuevamente, expuso su intimidad ante el mundo, esta vez, de una manera desconocida, espontánea, humana…«No desearía nunca a nadie que pasara por lo que yo pasé».

Pues sí, más que su cuerpo—que es a lo único que acostumbró a sus fanáticos— la diva de Internet hubo de reconocer, desde la sinceridad de su alma, cuán sobreexpuestos y vulnerables somos.

Sin embargo, 64 millones de seguidores en Instagram no le han valido a Kim Kardashian para ubicarla en el primer puesto de esta red social. Selena Gómez, cantante y actriz texana de 24 años, la supera en ocho millones de fans, a pesar de que sus fotografías no muestran ni un 10 pociento de su piel, en comparación con las de su compatriota.

Pasarla en grande, reunirse con otros famosos, mostrarse sexy o infantil (incluso, ambas poses a la vez) y, de vez en vez, asegurarse de que todo el planeta se entere de que la antigua chica Disney ya creció —vistiendo lencería de lujo o lamiendo sugerentemente una paleta de caramelo— constituyen un resumen de su estrategia de ventas, cuyo producto fundamental no podría ser mejor: ella misma.

Por supuesto, la rutina de toda estrella que se respete incluye ciclos de escándalos y trapos sucios. La Gómez ya sobrevivió a una filtración de fotos íntimas en el 2014 —aún muchos se cuestionan si el asunto de los desnudos no sería más marketing que casualidad— a dos temporadas de tórrido romance con Justin Bieber, así como a los rumores de que la chica se ha convertido en una “destroza-hogares” de armas tomar: un par de años atrás, se le relacionó con el actor Orlando Bloom, entonces pareja de la top model Miranda Kerr, y más recientemente como causa del publicitado divorcio del imperio Brad Pitt- Angelina Jolie.

Sin embargo, la fama dota de la redentora condición de hacerse más grande mientras peores parezcan las circunstancias. Salpicarse de chismorreo para luego resurgir como Ave Fénix, he ahí la clave. Por ello, y tras compilar noticias y estadísticas del universo de la farándula, puedo compartir mis conclusiones con ustedes.

Primera: de los imprevistos se pueden sacar millones de dólares.

Segunda: muchas veces, esos «imprevistos» se planifican para acaparar portadas.

Tercera: si no quieres que te olviden, ¡hazte sentir!

O sea, casi todo está pensado, salvo expresiones de legítima indignación como las de Jennifer Lawrence (Katnis Everdeen en  Los Juegos del Hambre), Kristen Dunst (Mary Jane, la novia de Spiderman en varias películas de la saga) la cantante Avril Lavigne  o la modelo Kate Upton, víctimas en el 2014 de un hackeo cibernético que coló en Internet cientos de sus fotos más personales —incluidas escenas privadas con sus parejas, desnudos, etc.

Y dejé para última la cuarta conclusión, o cuestionamiento, como quieran definirlo. De hecho,  esta resulta una derivación de las tres anteriores, pero aplicada a los «normales».

¿Cuál es la motivación tras el afán por reseñar todos los detalles de nuestra vida diaria? Porque exactamente eso hacemos, ya que a pesar de los precios y molestias de la Wifi, cientos de miles, en su mayoría jóvenes, se conectan diariamente en Cuba. No para leer una página de noticias, no para descargar un libro: quien no «habita» en el reino de Facebook existe a medias.

Y todo eso sin otra ganancia que la de decir: «¡Hey, yo también puedo hacerme un selfi de estrella!».

Los pies en la tierra y la cabeza en la red

Según los resultados de la Encuesta Nacional de Medios, realizada en 2011 por el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Cubano de Radio y Televisión, así como el pesquisaje del Grupo de Estudios sobre Juventud del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) —que analizó a principios del 2012 una muestra significativa de jóvenes habaneros—  existen diferencias muy agudas en cuanto a la posesión, entre este grupo etario, de computadoras personales, teléfonos celulares y otros medios digitales.

De hecho, ello condiciona uno de los frentes más emergentes de la percepción de desigualdad social, dada la brecha digital entre grupos juveniles capitalinos y los del «interior». Súmele a ello que, desde el verano del 2015 y hasta la actualidad, suman más de 150 las zonas Wifi del país, ubicadas en parques y zonas urbanas de alta afluencia. Las «áreas verdes», por tanto, aún se mantienen a la zaga en la pasión por los Me gusta.

No obstante, quienes sí acceden saben sacarle el zumo a su tarjeta de navegación. Magdalena Medina, madre santaclareña de un adolescente de 16 años, no sabe qué esperar del furor facebookiano.

«Mi hijo prefiere ahorrar el dinero que le damos para que almuerce, pues está en el pre y la casa le queda lejos, con tal de comprarse una tarjeta y sentarse a navegar en el parque. Yo sé que están en la edad de exhibirse y de preocuparse por su apariencia, pero la inmadurez les impide darse cuenta de que están regalando su privacidad a miles de extraños.

«Todo me parece tan fingido, incluso, tan risible. A mi esposo casi le da un ataque cuando lo vio ensayando una mirada en el espejo; dice que esa es la de los selfis. ¡Y las madres de las hembras lo pasan peor! Todas iguales, con los mismos creyones chillones y agrupadas en una foto para poner «boquitas» y enseñar el escote. ¡Lo hacen hasta con el uniforme de secundaria o preuniversitario! Al ritmo que vamos, nos esperan muchas sorpresas desagradables».

En el artículo Prácticas culturales en jóvenes universitarios cubanos,  publicado en el Número 16 (enero-junio 2017) de la revista Trilogía, un grupo de sociólogos y psicólogos cubanos establecen un vínculo mediato entre comportamientos, hábitos de consumo y relaciones sociales.

«La juventud cuenta hoy con más destrezas para la sociedad de la comunicación y menos opciones de autonomía. Los jóvenes cuentan con capacidades que los adultos carecen y que resultan difíciles de alcanzar, para insertarse en los nuevos desafíos de la comunicación (…).

«Al mismo tiempo, la juventud se ha apropiado de autonomías propias de la sociedad moderna y postmoderna, con superiores índices de expectativas que las generaciones precedentes, nacidas y desarrolladas bajo patrones tradicionales, formas conductuales, comportamientos e imaginarios sellados con la marca de su época».

Ya entendimos. Los jóvenes resultan los mejores conejillos de Indias, en un sentido nada despectivo, para evaluar el impacto de los fenómenos sociales. Pros y contras aparte, tampoco deberíamos desdeñar algo tan elemental como el sentido común, pues Internet tiene una temible habilidad: lo que se publica en Facebook, en Facebook se queda.

Ups, ¡Lo publiqué!

«Las tendencias de exposición de la intimidad que proliferan hoy en día —no solo en Internet, también en todos los medios y en la espectacularización diaria de la vida cotidiana— no evidencian una mera invasión de la esfera privada, sino un fenómeno completamente novedoso. Las nuevas prácticas expresan un deseo de evasión de la propia intimidad, una mera tendencia de exhibirse y de hablar de uno mismo. En vez de miedo ante una eventual invasión, fuertes ansias de forzar voluntariamente los límites del espacio privado para mostrar la propia intimidad, para hacerla pública y visible».

Carmen Sabater Hernández, socióloga y politóloga de la Universidad de La Rioja, describe de esta manera la tendencia de ventilar nuestra individualidad en las redes sociales. Además, incorpora al ruedo un nuevo término, la extimidad, referido a la necesidad de sobreexponerse en la visibilidad de la «pantalla global».

Pero así vamos. Publicando fotos de los pañales sucios de nuestros hijos, mostrándole la lengua al mundo, empinando la «popa» para arrancar comentarios, enviando saludos desde el inodoro. Lo gracioso es que quien no lo hace pasa como un fantasma, y los límites entre el espacio real —donde normalmente no trascendemos lo común— y el «trono» virtual en el que nos coronamos como estrellas gráficas, se estrechan tanto que uno amenaza con desplazar al otro.

Que no llegue el día en que el mundo se replete de gente y emociones editadas por Candy Camera, porque no sabremos distinguir entre falsos y genuinos. Perdón, ese día ya llegó, con la diferencia de que para unos pocos «elegidos» se traduce en millones, mientras que la mayoría lo hace por simple adicción.

Recuérdenlo la próxima vez que les sobrevenga un acceso de lástima por la «fuga» de imágenes íntimas de un famoso, pues lo que a ellos les alza el nombre, nos destroza el futuro a los simples mortales.

Tomado de Periódico Vanguardia

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