Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La vida, hablando con Naturaleza

La terrible pandemia que nos azota ha sido la causante de la considerable disminución de gases contaminantes emitidas por el hombre a la atmósfera

Autor:

JAPE

Fue ayer que, como de costumbre, y porque fue 5 de junio, se celebró en casi todo el planeta el Día Mundial del Medio Ambiente. Espero que un gran porciento de los hombres y las mujeres que habitan la Tierra, motivados por la sugerencia de alguien en las redes, pidieran disculpas a la Madre Naturaleza por todo el daño que le hemos ocasionado. Lo cierto es que, bajo el lema Por la restauración de los ecosistemas, se dio inicio formal a un decenio, entre 2021 y 2030, enque se centrarán los esfuerzos por alcanzar este objetivo como parte inicial de una «tregua» entre el hombre y el medio ambiente.

Muchas han sido las iniciativas al respecto, entre las que sobresale la presentada por Pakistán, de expandir y restaurar los bosques mediante la plantación de diez mil millones de árboles a lo largo de cinco años en este país.

En Cuba no podríamos hacer lo mismo aunque aprovecháramos todos los espacios donde florece el Marabú y los solares yermos. No, no lo piense siquiera, los lugares antes mencionados suman muchas hectáreas, pero son demasiados árboles a sembrar. No obstante, cada cubano podría encargarse de sembrar su arbolito, e incluso ponerle lucecitas en navidad, aunque no fuera un pino, ni un abeto.  Podría ser un roble, una caoba, un cedro, incluso una majagua… Sería como tu mascota. Diariamente lo regarías, cortarías sus ramitas secas, le echarías abono y fertilizantes, hablarías con él, y hasta le contarías todas tus penas, pero con cordura, y no de una sola vez.

Aquellos que prefieran no perderlos de vista, por si apareciera algún talador indiscriminado de los que pernoctan por la ciudad, puede sembrarlo en un cubito, estilo bonsái mediano. Esta modalidad le permitirá tener control de su arbolito e incluso puede salir con él, sobre todo a las colas desprovistas de portales, donde el sol despiadado nos «broncea» la piel. Sobre este tema, mi amigo Floro ha hecho algunos apuntes para una ponencia que ha titulado: El sol de una cola y el de Varadero: ¿es el mismo sol?

Volviendo al tema del medio ambiente quiero hablarles de algo en lo que nuestro país ha sido cuidadoso y casi pionero. Se trata de la emisión de gases tóxicos a la atmósfera, en particular el CO2, o como se le conoce popularmente: el dióxido de carbono.

Un estudio, a nivel mundial, ha arrojado que la terrible pandemia que nos azota ha sido la causante de la considerable disminución de gases contaminantes emitidas por el hombre a la atmósfera. Esto se debe particularmente a la recesión funcional de plantas de energía, complejos industriales, disminución del transporte terrestre y el transporte aéreo… en fin, ya se los dije: somos pioneros.

El caso es que la naturaleza, y por ende el medio ambiente, han tomado «un diez» y en algunos lugares ha reverdecido la flora y se recupera la fauna. El aire que respiramos se hace más limpio. No podemos por esto decir que esta es la parte buena del coronavirus: ninguna pandemia, ni desastre natural, tienen aristas positivas.

¿Y cuando termine este caos de pena y dolor, como todos añoramos, qué pasará? ¿Cómo será la nueva normalidad? ¿Quedará pollo para entonces? ¿Saldrá el puerco de su escondite? Múltiples son las interrogantes, pero lo más seguro es que numerosas industrias y economías en todo el planeta querrán recuperar el tiempo perdido y entonces contaminemos, otra vez, y mucho más, el entorno y el medio ambiente…

Todo está en manos del hombre. La Madre Naturaleza solo nos ha hecho un llamado de alerta. Si tienes dudas simplemente mira a tu alrededor: el Marpacífico que florece, las frutas con su exquisito dulzor, las aves que anidan… La naturaleza nos dice, ¡nos grita!, que, a pesar de pandemias, de odios, de oportunismos, de malas políticas, de guerras y de muerte… la vida continúa.

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