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Venció la justicia

Hoy andan felices en Colón, Matanzas, Lourdes Oquendo y Amparo Cárdenas, dos madres que denunciaron aquí lo que entendían como marginación de sus hijos. Venció la justicia esta vez, lo confirma la respuesta de Guillermo Díaz Delgado, director provincial de Educación en Matanzas.

Pero antes viajemos al problema originario:

El pasado 15 de mayo, ellas contaban que sus hijos, alumnos de una escuela de oficios en Colón, se forman como panaderos y dulceros, y durante séptimo y octavo grados hicieron felizmente sus prácticas en centros de producción de ese tipo. Pero en noveno grado fueron sacados de esas unidades, porque la Empresa Municipal de Alimentos se negaba a acogerlos, bajo distintos pretextos, entre ellos que producto de las modernas tecnologías de elaboración del pan, no necesitaban esa fuerza de trabajo. Y más: no renovó el convenio que al respecto tenía con la escuela de oficios, a pesar del interés de esta y de la Dirección Municipal de Trabajo. Se quitó de arriba a los muchachos.

Ahora Guillermo corrobora lo denunciado, y explica que ello generó un proceso de discusión, en el cual la Dirección Provincial de Trabajo orientó que los jóvenes debían ser reubicados nuevamente en sus puestos. Se efectuó el análisis en las comisiones de empleo municipal y provincial, y en él «se evidenció la irresponsabilidad de la Empresa ante este caso», que contrasta con la «constante atención de los padres y la escuela por el vínculo definitivo de los alumnos».

Señala que «aun cuando se dilató la solución por parte de la Empresa, los estudiantes Gerardo Lantigua, Rody León y Antonio Cárdenas ya se encuentran ubicados en los mismos puestos donde comenzaron su preparación hace dos cursos, para concluir sus programas de entrenamiento, previstos en los planes de estudio, con sus respectivos ajustes y adecuación a las nuevas experiencias».

Recalca que las madres fueron visitadas por una comisión provincial para informarles de los trámites realizados, y la definición con respecto a la ubicación de los muchachos.

Agradezco la solución del caso, y la sensibilidad hacia esos jóvenes, ante el desentendimiento de una empresa que no vio, más allá de sus intereses, los del país y los de los futuros trabajadores.

La segunda carta la envía Wilfredo Mejías, director provincial de Trabajo en Santiago de Cuba. Y es en respuesta a la inquietud de una abuela sobre el tratamiento dado a su nieto, egresado de una escuela especial.

El pasado 9 de mayo Bertha Guerra, de Alto Songo, contaba aquí que su nieto estuvo laborando tres años en la panadería del pueblo, pero no lo quisieron contratar ni tampoco le pagaron un centavo. En noviembre de 2006, el administrador le dijo que no lo quería allí. Esa es la síntesis.

Al respecto, señala Mejías que se reunió con las máximas autoridades del Partido y el Gobierno allí, todos los implicados en los hechos y la propia denunciante. Y revela otros costados del asunto:

El nieto de Bertha es un joven con retraso mental ligero, y se encontraba preparándose allí como ayudante de panadería. No era un trabajador de la entidad, sino que recibía las habilidades laborales y sociales para incorporarse al empleo en un futuro. Y mientras permaneció allí recibía por Asistencia Social un estipendio de 85 pesos. Causó baja, aclara, porque hacía rechazo a la panadería. Comenzó a ausentarse, y se le comunicó a la familia el problema. Dijo que no quería permanecer más en ese centro, se le ofertó empleo como obrero agrícola y no aceptó.

Desde entonces, el muchacho no está incorporado a ninguna actividad, «lo que constituye una insuficiencia de todos los factores del municipio que tienen responsabilidad en buscar una solución adecuada», enfatiza el director.

Aclara que al retirársele el estipendio ante su negativa, el núcleo familiar no quedó

desamparado, pues desde 2004 está protegido por Asistencia Social. Cuando visitaron el hogar, el joven se encontraba en otra provincia. Se acordó con su abuela que cuando regresara, se dirigiera a Trabajo para darle continuidad a sus prácticas laborales en otra actividad, hasta que alcance las habilidades necesarias para acceder a un empleo permanente.

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