Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La cachimba llena

Verónica E. Grillo me escribe bajo la presión de sus disgustos, y me confiesa que está «echando humo como una cafetera», después de acudir a las oficinas de la Empresa Eléctrica de Ciudad de La Habana, en Zapata y 4, en el municipio de Plaza de la Revolución.

Relata la lectora que en la semana del 4 al 10 de junio, en horas de la noche, se produjo una oscilación de voltaje en su casa y la de los altos, situadas en calle Quinta, número 558, entre 2 y 4, Vedado. «Se fundieron unos focos, la regleta con el supresor de picos de la computadora se calcinó, gracias a lo cual no perdimos la máquina y no sufrimos daños en la tele y el refrigerador, porque corrimos a apagarlos».

Reportaron la incidencia, pero no fueron en toda la semana. Pero días después volvió a repetirse tal irregularidad. Y Verónica perdió un transformador y un equipo de video. Llamaron, y les dijeron que tenían, como caso reportado, el número de folio 48116.

El viernes 15 y el sábado 16 de junio volvió a repetirse la oscilación de voltaje, y se fundió otro video de la propia familia. Los compañeros que atendieron el caso les dijeron que lo plantearan en la oficina de la Organización Básica Eléctrica de Zapata y 4, en un plazo no mayor de tres días hábiles.

Los clientes fueron, y el funcionario les rechazó el caso del primer video, «porque no fue informado en el tiempo reglamentario», a pesar de que le dijeron que eso lo habían reportado, y le habían dado un número de folio. Al final, Verónica lo aceptó.

Pero en cuanto al segundo video, un funcionario allí le insiste en que ese día la afectación fue por cuestiones climáticas, y no particular, por lo cual no tenía derecho a reclamar nada.

Verónica se fue de allí «porque tenía la cachimba llena después de tantas vueltas y revueltas». Pero se cuestiona la indefensión de un cliente frente a los dictados de una entidad que debe revisar cada día las secuelas de su servicio.

La segunda carta la envía Raúl Llovet Crespo, vecino de Campanario 458, en el municipio capitalino de Centro Habana. Él sostiene que ya en la capital comprar un periódico a 20 centavos —precio oficial— es imposible.

Refiere Llovet que la venta de periódicos, aunque supuestamente es estatal, se ha convertido en un tremendo negocio. Y lo sustenta en un muestreo que realizó por varios estanquillos.

Señala que el pasado 12 de junio, en el estanquillo de Galiano y Salud, en Centro Habana, había una cola de aproximadamente 30 personas a las 8 y 40 de la mañana, y él tenía el número 26 en la cola. Llegaron los periódicos Granma y Juventud Rebelde, 500 periódicos en total.

Cuando Llovet fue a comprar, apenas quedaban seis Juventud Rebelde y ningún Granma.

Sin embargo, alrededor varios ancianos se acercaron al estanquillo, y los dependientes les entregaban paquetes de Granma, que vendían a peso cada ejemplar del rotativo.

Llovet comprobó lo mismo en Zanja y Cerrada de Paseo, Belascoaín y Pocito, Águila y Dragones, Galiano y San José, y Belascoaín y Estrella. «Lo peor, subraya, es que son personas mayores, jubilados. Yo he tenido que comprar los domingos el Juventud Rebelde a tres pesos. No hay economía que aguante eso».

La segunda queja de Llovet es acerca de la molestia sonora que desatan los conductores de los bicitaxis en Centro Habana en la madrugada, especialmente en la zona de Dragones y Zanja, por el Barrio Chino.

Señala el lector que a esas horas, aparte de la música, es constante la conversación a altos volúmenes. Y no hay autoridad que les ponga coto, al igual que a los boteros y a los transeúntes que a esa hora hacen de las suyas.

No se puede descansar ni conciliar el sueño, mientras ellos hacen su negocio y otros viven su diversión. Pero nadie interviene ni pone orden. ¿Hasta dónde habrá que soportar tales agresiones sonoras?

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