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Odiseas de pasajes

A la sombra de carencias, florecen incompetencias... Conrado Morales, de Carmen Ribalta 265, en Sagua la Grande, Villa Clara, cuenta que el 30 de junio pasado, al presentarse con su esposa en la Terminal de Ómnibus de Matanzas a las 6:45 a.m. para rectificar pasajes reservados con anticipación para Sagua, en la taquilla les plantearon que ya los cuatro con tal destino estaban ocupados. Quien se ocupa de las reservaciones no estaba allí, ni sabían cómo localizarla. Y a pesar de que los pasajes eran reservados, debían esperar a que llegara la guagua, para ver si tenía capacidad y «resolver».

Conrado señala que la empleada: «atinó a buscar en cuantos “planos” tenía, quizá con la esperanza de “descifrar” lo hecho, pero nada. Al preguntarle cómo quedaba yo, en caso de no tener capacidad el ómnibus para Sagua, solo atinó a encogerse de hombros y contestarme un “figúrese”. Y al preguntarle por la administración, contestó que a esa hora “no tenía administración”».Llegó el ómnibus. El conductor reportó, y la empleada le pidió que ayudara a resolver la situación. Por suerte, había capacidad, y viajaron a Sagua. Pero Conrado pregunta: «¿Cómo es posible que no aparezcan reflejadas en un plano las reservaciones, ni alguien de la administración del centro para responder? ¿Cómo un cliente, confiando en la seguridad de una reservación efectuada, puede quedar de buenas a primeras “embarcado” en Matanzas?».

La segunda carta es de María del R. Roble, de Rayo 424, en el municipio capitalino de Centro Habana, quien cuenta que el pasado dos de julio abordó en Puerto Padre, Las Tunas, el ómnibus Yutong para La Habana, que sale a las 8 p.m. y rinde viaje a las 7:30 a.m. en la capital. La guagua partió puntual, y fue óptimo el trato de la terminal y de los choferes. Pero a los 20 minutos, entrando al pueblo de Vázquez, se rompió. Llevarían el ómnibus hasta la terminal cercana, para llamar por teléfono a Las Tunas, y les enviarían otra guagua para continuar viaje.

Les entregaron nuevos boletines, y el trasbordo llegó a las 12 de la noche. Pero no funcionaba el aire acondicionado. Al preguntarles, los nuevos choferes dijeron de mala forma que si querían, abrieran la escotilla del techo para que entrara aire, que ese era un ómnibus de los que hacen el recorrido para sustituir al tren y Tunas no tenía otro.

No se habló de reintegro por el inferior servicio. Ante las protestas, uno de los choferes dijo: «Si quieren, se van así, o de lo contrario esperen en Tunas hasta que manden otra guagua de Bayamo, Camagüey u Holguín, y ya verán».

Llegaron a Las Tunas a la una de la mañana, y ya en la terminal, el chofer les preguntó si querían seguir viaje así o no. «No tengo que narrarle lo que se formó allí adentro: opiniones divididas, discusión, malestar, nervios alterados. El mismo chofer, en peor forma gritó: ¡Bájense todos, esto llegó hasta aquí! ¡Se acabó!». Sin explicación. Ella solicitó al jefe de Tráfico le reintegrara su dinero, pues se quedaba en Las Tunas. Y le dijo que si ya le habían picado el boletín de trasbordo no tenía derecho. Las discusiones aumentaron, hasta que se personó quien estaba a cargo de la terminal a esa hora y a gritos les dijo:

«No es por nadie que la guagua no continúa viaje, soy yo quien no la deja continuar, porque sin aire acondicionado no puede viajar. Llamamos a La Habana al Puesto de Mando y vamos a habilitar la del turno de las 8 de la mañana. Entren al salón, fueron a buscar a los choferes.

Cerca de las 2:30 a.m. llegó la guagua. Nuevo traslado de equipajes, mala forma del responsable de la Terminal, que gritó a voz en cuello: ¡Métanle una trompada por la boca a esa que anuncia, porque yo no he dado salida a esta guagua!».

Cerca de las 3:00 a.m. emprendieron viaje hacia La Habana, pero el ómnibus era de servicio regular. «Nunca mencionaron el reintegro de la diferencia. Y peor: ni siquiera recibimos disculpas, ni una palabra amable. Sí mucho maltrato e indiferencia. Los choferes que nos llevaron a nuestro destino a las 12:40 p.m. del día 3 de julio sí nos dieron un servicio amable y humano, que todos agradecimos después de la odisea vivida».

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