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Emplaza por una plaza

Lázaro Leonel Torres Cardenal dice que se ha cometido una gran injusticia laboral con su persona, en la Empresa de Restaurantes de Lujo de Ciudad de La Habana, donde labora como electricista B, en el Taller de Mantenimiento 1, con el aval de más de 15 años en esa entidad.

El remitente, quien reside en Úrsula 66, entre Avellaneda y Gelabert, El Sevillano, municipio capitalino de 10 de Octubre, refiere que nunca ha sido sancionado y se autocalifica como un buen trabajador, con resultados de calidad. Por eso le duele más lo que le sucedió luego de que enfermó, estuvo de certificado médico cinco meses e ingresado 20 días en el Instituto Nacional de Reumatología (La Dependiente).

Señala el remitente que, después de ese tratamiento facultativo, se incorporó a su trabajo. Y cuando llegó al centro, se encontró que la administración puso en la plaza de electricista A y de jefe de brigada de los electricistas, a un trabajador que solo lleva seis meses allí. «Y a mí, que llevo 15 años, con buen resultado en mi trabajo y que estoy optando por esa plaza, me pasaron por arriba».

Argumenta Lázaro que tal procedimiento es una flagrante violación de la legislación laboral, pues él es reserva de Cuadros de la empresa, pasó la escuela de Administración y la Escuela Nacional de Cuadros; y, sin embargo, no se respetó la política de cuadros en este caso.

Precisa el demandante que solicitó una reunión con el Sindicato y la dirección de la empresa. Y al final se reunieron con él el administrador del taller, el jefe de Personal y la comisión, «que había determinado darle la plaza a ese compañero».

Lázaro manifiesta que se puso a pensar «si no valen los 15 años que llevo aquí, mi buena conducta, que soy un buen trabajador y reserva de Cuadros de la empresa. Y que el que viene de la calle, sin tener un tiempo determinado de trabajo, lo benefician doblemente. No pusieron la plaza en convocatoria en el mural, y eso es una violación».

Sin embargo, refiere el trabajador que lo ponen a realizar trabajos de electricista A —porque el escogido para esa plaza no tiene los conocimientos para ello—, pero le pagan como electricista B.

La segunda misiva la envía Restituto Pérez Díaz, residente en calle 21, sin número, reparto Progreso, en Amancio Rodríguez, Las Tunas.

Cuenta el remitente que su hijo cursa el 12mo grado en el Instituto Preuniversitario en el Campo Luis Aldana Palomino, de Amancio. Por ello, visita ese centro educacional con frecuencia y como miembro del Consejo de Padres, le preocupan ciertas situaciones que se viven allí.

Señala Restituto que allí «no existe un baño decente para que los alumnos hagan sus necesidades, y los mismos tienen que hacerlas en un cañaveral que está al frente de la escuela».

Agrega que los profesores que cumplen con el servicio de guardia en horario nocturno, tienen que dormir en las aulas, pues no existen dormitorios para que ellos descansen.

El preuniversitario está situado a más de 10 kilómetros de la cabecera municipal y a 2 kilómetros de la carretera de asfalto. Cuando llueve, los profesores y alumnos tienen que caminar esos 2 kilómetros rompiendo fango.

Señala que el centro no tiene cerca perimetral que lo limite del potrero y los cañaverales. Y por la noche, los profesores «se rompen la cabeza» intentando controlar la explosión de matrícula de casi 800 alumnos, ya que la escuela carece de iluminación en las áreas exteriores.

Y recalca Restituto que por la tarde, los profesores y otros trabajadores del centro, deben de salir de allí por cuenta propia, pues no se les garantiza la transportación.

Si un miembro del Consejo de Padres nos escribe con esas referencias, es para que las autoridades educacionales se preocupen.

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