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Se siente castigado…

«Esta puede ser la mía», piensa Rafael Hernández, al arribar a la Bolsa de Empleo donde la entidad turística Cubanacán puso a convocatoria plazas para graduados de nivel superior y técnicos medio en los municipios capitalinos de Marianao, Playa y La Lisa. Cuando accede a la entrevista, aclara que opta por la plaza de comercial, con el aval de que es ingeniero electrónico, técnico medio en Contabilidad y domina el idioma inglés. Quien lo atiende elogia su preparación, y le orienta todos los documentos que debe entregar el 26 de noviembre.

Rafael le aclara a la entrevistadora que, aunque laboró en la esfera estatal, incluso de 1994 hasta el 2000 lo hizo en el Joven Club de Computación de Marianao, a partir de ese último año pasó a trabajar por cuenta propia, con licencia de «programador de equipos de cómputo». Y ella le responde que eso no importa; solo debe llevar la constancia de su labor como cuentapropista y el aval de los últimos cinco años que trabajó en la esfera estatal.

Rafael acopia toda la documentación, y el 26 de noviembre retorna. La muchacha le dice que todos los papeles están en regla, lo felicita una vez más, pero... no puede aspirar a la plaza de Comercial ni a otra de nivel superior, «porque en estos momentos no tiene vínculo laboral». Apenada, le dice que no puede hacer nada por él. Rafael se queja por el tiempo que ha perdido, y lo atiende entonces la especialista principal, con suma amabilidad. Le explica la disposición: para ocupar una plaza técnica hay que estar trabajando.

Y al alegar que él trabaja como cuentapropista, pero no desvinculado de su calificación, entonces la especialista le sugiere que debe estar laborando «en lo que sea». Llega a proponerle, incluso, que se emplee primero como sereno, sepulturero, lo que él quiera, para hacerle el trámite en dos meses; «que después puedo dejar el trabajo, pero lo importante es que yo me encuentre trabajando en el momento en que hagan la verificación».

Rafael no comprende, aunque sabe que ellas solo están cumpliendo la disposición. Lo cierto es que muchas personas calificadas, que por mil razones pueden haberse desvinculado del empleo estatal, pierden el acceso a otras perspectivas laborales, en un país que tanto se esfuerza por darle trabajo a todos, sin barreras ni prejuicios.

La opción para Rafael es acceder como jardinero, sereno o cualquier otro empleo que no requiera tener antes vínculo laboral, y luego se cambia. Y aunque respeta mucho hasta al más humilde oficio, considera que esas actividades no son una opción para una persona que está bien calificada. Lo ve como «una trampa burocrática» sin lógica.

«¿Qué formas son esas de incorporar a los trabajadores desvinculados a trabajar?», cuestiona e inquiere por qué su labor como programador en computación en el trabajo individual no puede reconocerse.

Rafael se siente mal porque, precisa, «lo único que he hecho en mi vida es estudiar y trabajar». Y si decidió recalar en el trabajo por cuenta propia fue amparado en leyes, y compulsado por necesidades económicas familiares. Ahora que desea retornar al empleo estatal, se le trata así. Y aclara que en su currículo se acumulan muchos reconocimientos y ninguna mancha, al punto de que llegó a ser director del Joven Club de Marianao.

Con el mayor respeto para los artífices de la disposición, este redactor tampoco comprende por qué se instrumenta el requisito a manera de zancadilla. Rafael está desvinculado del empleo estatal, pero no del trabajo. Y el perfil de su actual labor como cuentapropista, se aviene a su calificación.

Si la razón de la inflexibilidad fuera el hecho de que el optante ha extraviado su perenne superación fuera del sistema del empleo estatal, tendría explicación. Pero lo absurdo es que Rafael pudiera acceder a la ansiada plaza si acepta la formalidad, engañosa por demás, de cubrir una plaza que apenas requiere calificación.

Sería saludable que los especialistas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social esclarecieran lo que puede ser una inquietud de muchos ciudadanos.

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