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Demorado y chapucero

Más de lo mismo se contaba el pasado 17 de octubre en esta columna: Yunett Camejo, vecina de calle 286 número 8114, en el municipio capitalino de La Lisa, denunciaba que hacía más de un año estalló allí una conductora de agua. Fue reportada la incidencia, y a los dos meses Aguas de La Habana se presentó, abrió en la vía una enorme zanja... y ojos que te vieron ir...

Más de cinco meses permaneció abierto el hoyo. Se inundaba cuando llovía, y hasta aguas sucias se confabularon, provenientes de un respiradero tupido. Hasta que Aguas... retornó «a concluir el trabajo». Repararon las tuberías y demoraron un mes más, pero retornaron a clausurar la herida vial. Sin embargo, a la semana, ya comenzó a abrirse, por la pésima calidad del trabajo hecho. Y el hoyo se acentuaba cada vez más, al punto de que hubo que desviar el tránsito. Todo por una chapucería...

Al respecto, responde Ana Remis Castro, jefa del departamento de Atención al Cliente de Aguas de La Habana, que, ciertamente, «se realizaron trabajos de reparación en la conductora, pero al parecer el cierre realizado no tuvo la calidad requerida, provocando la afectación en el lugar. Para dar solución, serán realizados de nuevo los trabajos de terminación, y serán chequeados hasta su total conclusión».

Agradezco a Aguas de La Habana su ágil respuesta, como nos tiene acostumbrados. Pero, lamentablemente, no se profundiza en las causas del asunto. Primero fue tardío el trabajo: abrieron el hoyo y demoraron más de cinco meses en volver, lo que provocó serias molestias al vecindario. Y no se explica por qué ese estilo a retazos, dilatorio.

Como si fuera poco, cuando al fin repararon la conductora, sellaron mal la zanja, y eso trajo nuevas incomodidades a los vecinos. Tampoco se profundiza en las razones que provocaron el deficiente cierre del hoyo. Y al final, no se precisa qué medidas se tomaron con los responsables de la demora primero, y luego de la chapucería, que lógicamente deben haber elevado los costos de ese trabajo.

La segunda respuesta de hoy la envía Guillermo García Montero, director del Acuario Nacional de Cuba, a propósito de la queja de la lectora Laura Valhuerdi, reseñada aquí el pasado 7 de diciembre.

Laura, quien reside en calle 5 número 18, en el reparto Chibás, del municipio capitalino de Guanabacoa, censuraba entonces dos continuas irregularidades en el servicio de ese centro recreativo educativo:

La primera fue cuando, el 23 de noviembre pasado, ella fue con su familia a comer al restaurante de ese centro, con la idea de disfrutar simultáneamente del espectáculo de los delfines a las 7:00 p.m. Y cuando se acercaba la hora, la dependienta les informó que el espectáculo estaba suspendido porque el tanque del agua no estaba lleno. Sin embargo, antes de ir desde un sitio tan distante de la ciudad, habían llamado por teléfono y les confirmaron que se presentaría el show.

El viernes 30 sucedió algo similar: antes llamaron por teléfono y les aseguraron que se presentarían los tres espectáculos del programa. Fueron al restaurante del Acuario, y ya almorzando, les comunicaron que no se iba a presentar la demostración, porque los filtros del estanque estaban rotos. Engañados por partida doble...

En su carta, el director del Acuario Nacional manifiesta que la revelación del caso causó gran dolor y vergüenza a nuestro colectivo, pues se trata de «un error inadmisible». Y sustenta que, «independientemente de las dificultades y problemas objetivos en torno a esa oferta, no existía, ni existe ninguna razón para que no se le brindara correctamente la información acerca de la suspensión de los espectáculos».

Precisa el funcionario que se ha decidido «aplicar las medidas administrativas del caso a los responsables de que la información no fuera transmitida adecuadamente». E informa que se estudian allí alternativas de información pública para que ello no se repita, pues es real la posibilidad de una suspensión imprevista, ya que se trata del trabajo con seres vivos y con un sistema tecnológico complejo y sensible.

Comunica que Laura será contactada por ellos, y tan pronto la situación haya sido resuelta, procurarán que ella y su familia sean sus invitados del día. «Es política de nuestra institución reparar las molestias causadas a nuestros visitantes, y si fuera posible, aliviar la mala imagen que puedan albergar».

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