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Se busca…

La chequera de un jubilado es, a más del dinero bien ganado con el trabajo de toda una vida, una especie de homenaje con gratitud que la sociedad siempre le debe, por lo que él entregó. Por eso, cuando al sistema de Seguridad Social se le extravía la chequera de uno de esos veteranos, por las razones que fueren, es como si en un segundo se olvidara y desconociera toda la ofrenda laboriosa de ese ser.

Antonio Tomás Quesada es un desafortunado con la chequera de su jubilación. Desde que se mudó hace cuatro años para su actual domicilio, en Línea 310, apartamento 1, entre H e I, en el Vedado capitalino, no aparece la de él cuando la renuevan anualmente para todos los beneficiarios de la Seguridad Social. Y allá tiene que ir Antonio Tomás a reclamar y rastrear el talonario de su mantención, hasta que aparece por algún sitio. El pasado año llegaron a localizarla en el municipio de 10 de Octubre.

La de 2008, fue a recogerla a principios de diciembre de 2007 en el Consejo Popular, en H, entre Línea y 9. Y sencillamente no aparecía, como si ya tuviera una predestinación el pobre hombre. Antonio Tomás ha vuelto por allí varias veces, y aún está sin su «pasaporte» para cobrar los pesitos. Las muchachas que lo atienden, entre ellas la sensible y preocupada Teresita, llaman y averiguan. Y hasta ahora nada. Les dijeron que estaba en un sitio llamado Punto 8. Pero Antonio Tomás llama allí, y le dicen que para nada, no señor, no está.

A Antonio Tomás le han extraviado su medio de vida, y eso es una pésima noticia en La Habana, tan triste y trascendente como aquel unicornio azul que Silvio perdiera y aún sigue reclamando.

Otra extraña desaparición es la de una cuenta de ahorro, que denuncia Petronila Enamorado Peralta, desde su hogar, en el Edificio 1, apartamento 3, reparto Fernando Echenique, en Río Cauto, provincia de Granma.

Cuenta Petronila que al fallecer su abuela Flora Ramírez en noviembre de 1998, dejó una cuenta de ahorro en la sucursal del Banco Popular de Ahorro (BPA) en ese municipio, de la cual la nieta era beneficiaria. Según consta en documento oficial, el saldo inicial era de 6 139 pesos.

Y dicho documento se le extravió a Petronila, pero lo halló traspapelado en 2006. Fue al BPA, y allí buscaron en la computadora. Aparecía la cuenta, pero... ¡en cero! Como si alguien hubiera extraído la suma, aunque no sabían quién.

Volvió Petronila a sus reclamos, y la gerente le comunicó que la cuenta era muy vieja, y ni número tenía. Por eso no se podía determinar quién había hecho la extracción.

Petronila retornó al BPA en abril de 2007, con un abogado que había contratado en el Bufete Colectivo, y le comunicaron que en 1997, su abuela misma había hecho la extracción y cerrado la cuenta. Algo imposible, según la remitente, pues en esa fecha, y desde 1995, Flora era una anciana inválida y encamada.

Después fueron sucesivas reclamaciones, hasta concluir en la Fiscalía provincial, la cual le comunica a Petronila una respuesta del BPA, no del todo convincente para ella: la cuenta que abrió su abuela tenía saldo inicial de 250 pesos y no de 6 139. Esta última cifra, según ellos, era el número de la cuenta. Pero la reclamante asegura que, según el documento oficial que ella porta, el número de cuenta es el 594, y el depósito 6 139.

Petronila duda: «¿Quién se apropió del dinero, si mi abuela no estaba en condiciones de personarse antes en dicha agencia, y yo era la beneficiaria y no lo hice? La Ley es una búsqueda de todos los porqué, y aquí hay cosas no del todo claras».

El doctor José Francisco Hurtado escribe desde Prensa 254, entre San Cristóbal y Pezuela, en el municipio capitalino de Cerro, para contar que ya hace dos años que concluyó el diplomado de Gerencia en Salud en la Facultad de Ciencias Médicas del hospital Calixto García, y todavía no le han entregado el certificado o diploma acreditativo.

Dicha certificación es imprescindible para su currículum vitae, para el cambio de categoría docente y el grado científico, entre otros aspectos. Él ha reclamado ante los responsables del asunto y hasta ahora nada. «Una experiencia desagradable y frustrante», señala, y exige que se tome con responsabilidad hasta el final lo que se impartió.

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