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La desatendida trinidad de Trinidad

Eduardo Ramírez me escribe desde Calzada de Luyanó 173, entre Luco y Villanueva, en la capital. Es un trinitario ausente; pero ama su ciudad natal, que es Patrimonio de la Humanidad y trascendente polo turístico del país. Sin embargo, habla de la otra Trinidad, la de sus pobladores, en contraste con la postal para el exterior. Cada vez que viaja a la antiquísima villa, sufre sobre todo con tres problemas que detalla: el teatro La Caridad, que se encuentra cerrado hace diez años, en franco deterioro. La Terminal de Ómnibus, que hace igual tiempo vio desplomarse parte de su techo y aún permanece en esas condiciones, a más de sus baños: el de hombres está en reparación hace años y ahora adoptan el unisex de la promiscuidad con el de damas, en pésimo estado. Y lo más preocupante, según el lector, es el deterioro que presenta el hospital general del municipio, una edificación antigua ya sin las elementales condiciones para un servicio de calidad. Los trinitarios siguen esperando por la anunciada inversión para un moderno hospital de 300 camas. Trinidad le aporta mucho al país para que no se atiendan esas demandas de los trinitarios.

Nueva tecnología, viejo olvido: José Álvarez Fuerte escribe desde calle F número 106, apartamento 11, en el Vedado capitalino, y lo hace en nombre de los vecinos, para culpar a ETECSA de ciertos olvidos. Cuenta que hace unos cinco años, esa entidad realizó los cambios de todos los postes y tendido telefónico obsoletos en el barrio, pero los viejos postes los dejaron allí. Los mismos, ya inactivos, están inclinados, y corren el peligro de caer algún día hacia la calle, sobre vehículos o transeúntes. A raíz de un huracán reciente, Álvarez denunció el problema, pero nada se ha resuelto.

Elogio y censura: Con dos infartos en menos de dos años, Demetrio Martínez sintió un fuerte dolor en el pecho y falta de aire en su casa el pasado 5 de marzo, a las dos de la madrugada, allá en la avenida 24, número 1105, en la localidad matancera de Jovellanos. Su familia solicitó el auxilio de una ambulancia del SIUM, y la persona que recibió la llamada respondió que tenían que llamar a la provincia. Durante 20 minutos estuvieron llamando al teléfono indicado y nadie respondía. El dolor arreciaba. Demetrio decidió ir caminando, a riesgo, hasta el hospital de Jovellanos. Y cuando pasó frente a la sede del Comité Municipal del Partido, ya no podía continuar. Solicitaron ayuda de quienes estaban de guardia allí. Esas personas llamaron al mismo número «provincial», con el mismo resultado. Entonces decidieron comunicarse con la Policía Nacional Revolucionaria en el municipio, y el oficial de guardia localizó al carro patrullero. En minutos, llevaron a Demetrio al hospital, adonde fue atendido eficazmente. Él quiere reconocer la sensibilidad de quienes hacían guardia en el Partido municipal, y de los patrulleros. Y al mismo tiempo se pregunta cómo es posible que en un servicio de ambulancias nadie conteste el teléfono durante tanto tiempo. También Demetrio se cuestiona por qué una urgencia local debe llegar hasta la provincia, y por qué es el paciente quien tiene que gestionar el movimiento de la ambulancia y no el SIUM del municipio.

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