Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Irrespeto

Juana Rodríguez Castellanos tiene opiniones de la División Oriente de Ferrocarriles de Cuba, a partir de sus tristes experiencias en la Terminal Senén Casas Regueiro, de la ciudad de Santiago de Cuba, el 27 de marzo pasado.

Relata Juana, residente en calle Laguna 320 ½ altos e/ 7 y 9, reparto Asunción, en la Ciudad Heroína que tenía pasaje reservado en el Tren Especial Santiago-Habana, que debió partir ese día a las 5 y 35 de la tarde. Pero cuando llegó a la estación, le comunicaron que el mismo estaba descompuesto, por lo cual harían el viaje en ómnibus de Astro.

No fue hasta las 8 de la noche que comenzaron a llegar los ómnibus. Y el penúltimo de ellos partió a las 10:00 p.m. Pero el carro en que le correspondía viajar a Juana, el 3203, nunca llegó. Y los pasajeros comenzaron a averiguar, pero les dijeron que no sabían qué había sucedido. Más tarde le dijeron que el chofer estaba durmiendo.

Pasadas las 10 de la noche, Juana preguntó al encargado, y este le respondió «que habían llamado a los choferes y estos no habían querido levantarse, que iban a quitarles las llaves del ómnibus para entregárselas a otros choferes que harían su lugar». Pero estos nunca aparecieron.

Aproximadamente a las 11 y 20 de la noche les ofrecieron otra información bien distinta: el ómnibus estaba en el taller, y harían un cambio del mismo. Ya a las 12 de la noche, era otra la información: mandarían un nuevo equipo, pero no sabían la hora de llegada de este. El empleado que los atendía explicó que estaba haciendo todo lo que podía.

Después de las 11 de la noche, señala, no volvieron a ver a ese compañero ni a la representante del tren especial, «quedándonos totalmente desamparados y sin el apoyo de la jefa de Tráfico».

A la 1 y 30 de la madrugada del día 28, ya Juana estaba colmada de tantas esperas y se dirigió a la oficina de Tráfico. Exigió el reintegro de su pasaje, pero tuvo que esperar unas cuantas horas, y ya en la mañana, en el llamado horario laboral, le informaron que a las 4 de la madrugada habían situado un ómnibus.

La pasajera reclamó que su pasaje estaba reservado para las 5 y 35 de la tarde del día anterior, casi 12 horas antes, «además de que no hubo preocupación alguna por parte de nadie acerca de la situación de los pasajeros que allí nos encontrábamos, sin ningún tipo de atención después de tantas horas de espera. Todos los jefes perdidos y ningún responsable que se hiciera cargo de nuestra situación».

Juana intentó conocer los nombres de los representantes y de quien estaba «cargando» los ómnibus, y le respondieron que no los sabían. Y ella, que no es boba ni ingenua, se pregunta: «¿Cómo es posible que un jefe no conozca el nombre de sus subordinados? ¿Cómo es posible que, con tantos recursos que el país invierte en la mejoría del transporte de pasajeros, haya personas tan incompetentes trabajando en ese sector?».

La segunda carta la envía Alberto Eloy Pérez, de calle K número 18, apartamento 3, entre Séptima y Malecón, Vedado, en la capital. Y él cuestiona la frase: «Felicidades, ha elegido bien», que preconiza la empresa DITEL en los comprobantes de garantía de los productos que vende.

Relata Alberto que el 16 de enero de 2007 adquirió un protector eléctrico MOD 302/AA, voltaje nominal 220 v, en la tienda La Época, para usarlo con el aire acondicionado LG que están cambiando por los viejos equipos. Y cuando lo adquirió, no pudo probarlo, a pesar de que cuesta 23 CUC.

Al poco tiempo lo conectó, y se desconectó el aire acondicionado. El protector estaba en alto voltaje.

Se dirigieron a la tienda y allí le orientaron llamar al teléfono de DITEL que está en la garantía. Y, sorpresa, ya no existe el sitio, se mudaron. Comenzaron a buscar teléfonos, hasta que dieron con uno en la empresa en Pinar del Río. Allí contactaron con los responsables, quienes les dijeron que no había problemas, iban a cambiar el dispositivo con el comercial en la capital.

Este representante va a la casa de Alberto el 10 de agosto y lleva un protector de uso, pero el mismo marcaba bajo voltaje. De inmediato, Alberto llamó a Pinar del Río. Desde entonces, han transcurrido siete meses, y han hablado con la empresa en 27 ocasiones. Siempre le dicen que el asunto lo tienen encima de la mesa. ¿Qué protección, qué respeto al consumidor?, se pregunta Alberto.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.