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Incendiarios del entorno

Ya es mucho con demasiado lo de quienes agreden el entorno y nos minan hasta los pulmones. Su fiebre de combustionar no se detiene muchas veces ante nada. Ni siquiera con sucesivas advertencias y multas.

El pasado 20 de marzo reflejé aquí la oportuna denuncia de Francisco Mena, un vecino de la finca El Pedregal, en la carretera de Arango kilómetro 2, municipio capitalino de Guanabacoa. Contaba el avizor medioambientalista que en aquellos parajes periféricos y solitarios, donde se realiza el desguase de los viejos refrigeradores sustituidos por la Revolución Energética, incineraban sin misericordia los componentes plásticos y la lana de vidrio de los equipos. Varios kilómetros a la redonda se expandía la perniciosa nube de gases.

Relataba Mena el rosario de gestiones ante el delegado de la circunscripción, Higiene y Epidemiología, el CITMA y el Gobierno en el territorio. A los incineradores les hicieron un acta de advertencia, pero con los días, volvieron las hogueras contaminantes. «Qué afrenta», susurró apenas este redactor por aquellos días.

Ahora responde al respecto el doctor Roberto Castellanos, delegado en Ciudad de La Habana del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), quien califica de «oportuna» la revelación de Juventud Rebelde, y narra los entretelones de esta humeante historia.

Refiere el funcionario que esta demanda ciudadana fue presentada desde enero pasado en el Centro Municipal de Higiene y Epidemiología y en el área de salud del policlínico Andrés Ortiz.

El 1ro. de febrero, en el escenario de los hechos, el vicedirector de Higiene y la especialista integral del CITMA que atiende el territorio se entrevistaron con el representante del centro, quien aseguró que la Empresa Provincial de Recuperación de Materias Primas, a la cual pertenece, le había orientado realizar la susodicha quema. Pero nunca mostró la autorización por escrito.

Entonces, se le prohibió la incineración. Y el 4 de marzo, el propio vicedirector de Higiene volvió al sitio: no se había detenido la llama infractora. Se le impuso al centro una multa por 200 pesos, amparada en el Decreto Ley 272, por violar la prohibición ya dictada.

Durante todo este proceso, precisa, el Gobierno municipal de Guanabacoa estuvo debidamente informado, y actuó mediante las autoridades pertinentes. Aun así, la dirección del centro de desmantelamiento no acató lo establecido.

Fue cuando Mena denunció los hechos ante la Unidad de Medio Ambiente del CITMA en la capital, y escribió a esta columna. El 24 de marzo, una Inspección Ambiental Estatal de carácter extraordinario se desplegó sobre el terreno, y comprobó allí la transgresión.

«Esto condujo, enfatiza, a que se aplicara lo establecido en el Decreto Ley 200 de 1999, “De las Contravenciones en Materia de Medio Ambiente”, en su Artículo 14, Inciso C, relativo al incumplimiento de los términos de los planes de desechos peligrosos, y el Artículo 12, Inciso A, referido a infringir las normas técnicas relativas a la calidad y los niveles permitidos de sustancias extrañas». En fin, que se le impuso a la entidad una multa de 5 000 pesos.

Coincidentemente con este affaire, se generaron quejas sobre otros dos centros de desmantelamiento en áreas periféricas de la capital. En consecuencia, el CITMA se reunió con la Empresa Provincial de Recuperación de Materias Primas, para exigir y promover una alternativa de solución que no fuera nociva. Y por parte de esta empresa se decidió detener inmediatamente la incineración de desechos tan peligrosos en todos sus centros de desmantelamiento.

Asegura el delegado del CITMA en la capital que se ha continuado monitoreando el centro de desmantelamiento que encendió la «llama» de la denuncia. Y hasta el 18 de abril, fecha de su carta de respuesta, no se había vuelto a cometer la infracción causante de la queja.

Por ahora, se han apagado allí las «llamas» de la violación medioambiental. Esperemos que no aparezca otro «incendiario» del entorno y la salud humana. Por cierto, si las multas fueran del bolsillo de quien autoriza o decide tal ecocidio, quizá se respetaran más los pulmones de la gente y los del planeta.

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