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La espera de Teresa Haydée

El tiempo, ese envase perenne de la vida, puede trocarse en castigo cuando se lo derrocha en dilaciones, en promesas incumplidas que son como las penas del viejo trovador: se atropellan y se agolpan unas a otras.

Hace años que Teresa Haydée Álvarez espera por lo prometido. Con la paciencia de Penélope, la fiel amada de Ulises, ya hubiera tejido, destejido y vuelto a tejer un gran manto que cubriera todos los pactos violados de la Historia humana.

Teresa Haydée, quien vive en Carretera Trinidad kilómetro 2, La Sierrita, Colón, Sancti Spíritus, narra que a fines de la década del 70, su padre Loreto Álvarez, en su casa de Macaguabo, en ese municipio, recibió la visita de representantes del Ministerio de la Agricultura, la ANAP y Recursos Hidráulicos: los terrenos de Loreto se encontraban en el área donde se construiría la actual presa Tuinicú, y por ello el campesino accedió a vendérselos al Estado, con la condición de que se le asignara una nueva vivienda en otro sitio.

A los tres días de la compra, Loreto falleció, y su hija Teresa Haydée quedó al cuidado de dos hermanos impedidos físicos y mentales. Al año y medio recibió el dinero de los terrenos y una pensión vitalicia por 80 pesos mensuales... pero aún está aguardando por la dichosa vivienda.

Durante 20 años, Teresa Haydée ha reclamado en todas partes y a todos los niveles, sin violar los canales pertinentes. «Se me comunica que no tienen que ver con el asunto, que la provincia no cuenta con un fondo habitacional. Son las respuestas en 20 años», dijo.

La remitente afirma: «desde el momento de realizarse la compra de los terrenos, no se ha hecho otra cosa que engañarnos, porque la vivienda de mi padre no aparece por ninguna parte. Y todavía no se ha encontrado al responsable».

Hay también retrasos de pequeño formato, y no por ello menos dañinos, como el que sufren los pobladores de Velasco, en el municipio avileño de Primero de Enero. Todo tiene que ver con un reservado que prestó servicios a los noctámbulos de la localidad en los años 80, y con el período especial degeneró en almacén de cacharros, depósito de basura, criadero de mosquitos...

Queja reiterada en el territorio, trascendió al periódico provincial Invasor. Al fin la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía decidió resucitar el centro recreativo, con un programa de restauración en junio pasado. Pretendían inaugurarlo el 26 de julio, pero no pudo ser, pues no tenían toda la mano de obra.

Los propios trabajadores de la unidad hacían de constructores y carpinteros. Trasladaron la ansiada fecha para el 13 de agosto, y «no se sabe quién ni cuando la terminaron, pero la dieron por inaugurada en el periódico Invasor», señala el denunciante, Jorge Luis Zúñiga, de calle N número 25, en Pedro Ballester, Primero de Enero.

Los pobladores siguen quejándose en todas partes, prosigue, y nadie da una respuesta convincente. «Solo sabemos que fue dado por concluido, y nadie ha podido entrar a disfrutar y relajarse allí», concluye.

La tercera carta la envía Enrique Rivera, de Edificio LH1, apartamento 21, Micro X, en el reparto capitalino de Alamar. Y es un alegato por su hija, Gretty Rivera.

Refiere Enrique que la joven concluyó sus estudios en la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana en el 2007, pero, por razones ajenas a su voluntad, tuvo que solicitar prórroga para la defensa de su Tesis, la cual hizo finalmente el 8 de abril de 2008.

Entonces le comunicaron a Gretty que le entregarían el título después que a los alumnos egresados del curso 2007-2008. Más tarde le informaron que se lo darían en septiembre. Y cuando insistió, le dijeron que ella sabía que eso se demoraba, y no sería hasta noviembre de 2008.

Enrique señala que Gretty ya lleva seis meses sin poder incorporarse a laborar, pues Salud Pública le plantea que sin título no la pueden ubicar. El padre considera la morosidad para otorgar el título como «una falta de sensibilidad humana», con una joven discapacitada físicamente, que ha tenido que desplazarse permanentemente a la Facultad de Psicología con un aparato en cada pie, venciendo muchas dificultades.

Y aprovecho las líneas finales para insistir en una necesidad de Acuse: la sección solo puede adelantar camino en el tratamiento de los problemas de los lectores si estos son precisos al anotar su nombre, dirección particular y otros datos que resultan imprescindibles para comprenderlos y reflejarlos. A menudo se tropieza uno con cartas donde la exposición de los viacrucis de las personas no resulta clara, y cuando se trata de luchar contra la hidra del burocratismo este redactor no puede escudriñar en la bola de cristal del mago Merlín.

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