Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Menudo problema el del menudo

Más de una vez, autoridades bancarias han desmentido aquí que haya escasez de menudo o moneda fraccionaria en Cuba. Así, evidencian que es un pretexto de quienes en el comercio o los servicios alegan no tener vuelto para dar a los clientes. Al final, menudo a menudo, engrosan dineritos a costa del bolsillo ciudadano. Y las quejas continúan: Wilfredo Ulloa, desde Mayía Rodríguez 266, entre Asunción y Varona, Los Pinos, municipio capitalino de Arroyo Naranjo, cuenta que en las panaderías de ese barrio venden un pan llamado flautín a 3,20 pesos. Pero como no tienen menudo, muchas veces el cliente se ve precisado a adquirirlo a 4. Él pregunta si no podrían redondearse muchos precios oficiales que están sosteniendo esas «multas». Vaya, que le quiten unos gramos al pan y lo vendan a 3 pesos: o le agreguen y cobren 4. «Si no hay cambio en los establecimientos es por culpa en primera instancia de los administradores. Si cada vez que en un comercio no hubiera menudo pudiera denunciarse a una instancia inmediata, se comprobara, y se multara al administrador de su bolsillo, pienso que otro gallo cantaría», concluye Wilfredo.

Contraste: Desde Libertad 88, en Majagua, Ciego de Ávila, Roberto Díaz sitúa la paradoja: por un lado ensalza la eficacia de nuestros trabajadores eléctricos en las tareas de la Revolución Energética, y muy especialmente el heroísmo, la disposición y espíritu solidario con que enfrentan cualquier contingencia y van adonde haya que ir, como sucedió tras el paso de los recientes huracanes. Y contrasta esa actitud con lo que refleja frecuentemente esta columna: la lentitud, pereza y peloteo con que son tratados los clientes por la Unión Eléctrica, cuando a aquellos se les afectan equipos electrodomésticos a consecuencia de altos voltajes y otras irregularidades en el servicio. Las indemnizaciones se convierten en una larga agonía, que desgasta al afectado. «Cada ciudadano debe pagar su cuenta de electricidad a tiempo. Y si no lo hace, la OBE le retira el servicio con toda razón. De esa misma forma la OBE debe cumplir con su parte», sostiene Roberto.

¿Discriminación para vestir?: El alerta lo envía Juan René Reynaldo, desde Mario Oro 104, Buenavista, Las Tunas. Él califica el hecho de «acto discriminatorio con el sexo masculino», cuando cuenta que en los restaurantes de esa ciudad, no dejan pasar a los hombres que aparezcan vestidos con short pants —incluso si llegan al tobillo— que se usan mucho y son cómodos para un país tropical como Cuba. Sin embargo, no sucede así con las damas, que pueden entrar ligeritas de ropas, cubriendo apenas un diez por ciento de su cuerpo. «No creo lógico que en nuestro país, en lugares que, por cierto, no son de alta calificación en sus categorías, se niegue la entrada a un hombre que cubre el 80 por ciento de su cuerpo, el cual, como es sabido, llama menos la atención que el de una dama...», afirma Juan René.

Salvar cordialmente: La gratitud de un padre por la salvación de su hijo es sagrada. Enrique Hernández, de General Núñez, Edificio 5, apartamento 15, reparto Flora, en la localidad holguinera de Antilla, desea salud y felicidad a todas las personas buenas y competentes que atendieron a su hijo, nacido con falta de aire, en la Sala de Prematuros del Hospital Materno Infantil de Banes. Y enumera los gestos: «El interés en aclarar nuestras incertidumbres con sencillez y comprensión por la pediatra De la Peña; el ambiente amistoso y cortés de las enfermeras Amarilis, Ana y Blanquita; las sonrisas de Deysi, Ariadna, La China y La Antillana, en la Sala de Puérperas; la jarana de la gordita pantrista; el carácter de Yolanda, la jefa de sala, que con solo mirarnos sabíamos lo que debíamos hacer; lo afable que fue Marisela, la laboratorista. Y qué decir de George, el neonatólogo, quien con simpatía, y sin apuros, nos miró seriamente a los ojos, para decirnos: «Su niño está sano, no se preocupen». Y del deseo de servir de los jefes de turno como Julito y Juan; el cuidado de nuestra seguridad por parte de porteros y guardias como Carlos, Tomás, Jorge y Pipo Pérez. El doctor Luis Concepción, quien con pasos agigantados dio la respuesta precisa que necesitábamos, tras 13 horas de angustiadas plegarias en preparto, para escuchar finalmente: ¡Ya nació! Qué distinto de esos que con arrogancia y prepotencia apenas evacuan aspectos que se les preguntan... sin aclarar lo que sería más útil al afligido».

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