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Árbitro para los árbitros

Quienes con razón se preocupan por las manifestaciones de inconsistencia, indisciplina y agresividad en nuestro béisbol, tanto de atletas y árbitros como del público, debían extraer lecciones de la carta enviada por Magdenis López, profesora de Educación Física de la Escuela Especial Alfredo Marrero, en Buey Arriba, provincia de Granma.

Magdenis, quien reside en Ricardo Medina número 35-A, en esa localidad, relata sus experiencias de espectadora, como acompañante de su hijo en la etapa clasificatoria de las Copas Pioneriles de Béisbol categorías 9-10 y 11-12 años, en la provincia de Granma. Fue hermoso ver a esos pequeños jugar tan bien, subraya, en contraste con ciertos adultos que, debiendo dar el ejemplo como árbitros, protagonizaron lamentables espectáculos.

Precisa la madre que en el tope entre los municipios de Bartolomé Masó y Buey Arriba, efectuado en este último, el árbitro se la pasó casi todo el tiempo jaraneando con los entrenadores del equipo visitante. No atendía el juego, y cuando el público lo criticaba, entonces menos atendía y se enfrascaba en discusiones. Hasta se iba totalmente del partido.

Ese mismo árbitro fungió desde cualquier sitio del terreno: dogout, detrás del pitcher, tercera o detrás de home. Y desde esos sitios discutía más con el público. Por último se situó detrás del plato, y como si no le bastara fue a recostarse a la cerca. Desde ahí cantaba lo que le pareciera en contra del equipo local. En un momento, le dijo al entrenador del equipo visitante que le iba a cantar strike a todos para que se acabara ya el juego e irse.

Algo similar sucedió en el encuentro entre Yara y Buey Arriba. En este caso era una mujer, discutiendo con el público y los entrenadores y haciendo lo que le pareciera, pues, según se expresó reiteradamente, ella era la que mandaba en el juego. Cantó jugadas injustamente.

Y en el tope Buey Arriba-Bartolomé Masó, celebrado en el estadio Pablito Ríos, de este último territorio, sucedió lo mismo, con una agravante: delante de los niños atletas y todos los espectadores, «el favoritismo de estos hombres fue tanto, que los entrenadores les reclamaron, y la respuesta fue la agresión».

Lo más preocupante para Magdenis es que «en esta ocasión los jugadores eran los más nobles, inocentes y sensibles de nuestro movimiento deportivo. Eran niños, los futuros peloteros».

Aclara la madre que no le mueve ningún favoritismo con el equipo que integra su hijo, pues si hubiera sucedido a favor de este lo hubiera repudiado igualmente. Lo importante es que gane el deporte.

Y finalmente solicita a la Comisión Nacional de Reglas y Arbitrajes que valore el caso. Si esos árbitros mencionados, cuya formación requiere tanto esfuerzo, no son idóneos o necesitan de más tiempo para su preparación, que los analicen; porque quienes sufren luego «son los niños, y el pueblo. Me molesta que empañen lo que con tanto sacrificio hace el país».

Como madre y profesora de Educación Física, como sencilla cubana que ama el deporte en tanto sea un sano y formador ejercicio de la grandeza humana, Magdenis merece una explicación e investigación profunda de esos sucesos por parte de las autoridades deportivas. Lo otro es meditar profundamente, a raíz de estos episodios, en cómo se van propiciando esas manchas que luego ensombrecen las glorias de nuestro pasatiempo nacional.

Las raíces de la desdicha

Las fotos las envía Luis Rey González, vecino de Circunvalación 1, entre Calle Primera y Carretera a Camajuaní, reparto Santa Catalina de la ciudad de Santa Clara. En la primera imagen vemos a la derecha la vivienda de Luis, y a la izquierda unas dependencias de la Empresa Pesca Centro. Delante de esta última se yergue un árbol de anacagüita que representa una constante amenaza para la casa del lector y para la misma entidad estatal. La segunda imagen muestra cómo las raíces del inmenso árbol ya hacen de las suyas en el piso de Luis. También sus paredes están amenazadas, al igual que las de la empresa. Lo peor es que un día, con la fuerza de los actuales huracanes, el árbol caiga sobre esas edificaciones. A más de plantearlo en las asambleas de rendición de cuentas, Luis ha hecho innumerables gestiones en diferentes instancias, incluido el Gobierno municipal de Santa Clara, y según sus propias palabras, «nadie se ha ocupado en llamarme o darme respuesta». A propósito, son tantos los casos de este tipo en el país, que uno no puede menos que preguntar: ¿Se dejará al arbitrio de una tragedia humana, y en el mejor de los casos, a la lenta destrucción irreversible, lo que hoy es solucionable?

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