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Aguas viejas...

Lo peor es cuando las personas no llegan a saber la causa del problema que les aqueja, como el caso que cuenta Irina Ribó Fonseca, vecina de calle 74, Edificio 508, apartamento 24, entre Quinta y Séptima, La Boca, Mariel, provincia de La Habana.

Relata Irina que hace unos 12 años allí el agua es un problema, con sus altas y bajas. Y a veces, los períodos se alargan hasta nueve y 21 días. Lo usual es ver a los vecinos cargando agua del mar, que está enfrente, para descargar sus servicios. Y la otra agua, la potable, tienen que procurarla bien lejos.

Irina plantea el problema en todas las asambleas de rendición de cuentas del delegado, pero, en su criterio, siempre existen excusas en la mano para aplacar a los vecinos. Las explicaciones han sido diversas: problemas en los motores de la presa desde donde envían el agua, luego que se necesitaba un motor impulsor...

Irina pregunta cuál es sencillamente el problema: «¿A quién le duele que estemos en ocasiones hasta 21 días sin agua? ¿Por qué no nos llevan pipas, siendo un municipio con tantas industrias importantes, con tantos recursos?».

La segunda carta la envía Higinio Meireles Álvarez, vecino de calle 95, Edificio 9803, apartamento 6, entre 98 y 100, en San Francisco, Guanajay, La Habana.

Relata Higinio que aproximadamente hace cuatro años que el agua potable que les llega está contaminada como consecuencia de las tuberías de albañales, que están rotas. Dichas tuberías se montaron hace 35 años junto a la conductora de agua potable.

El anterior delegado del Poder Popular y la actual han hecho todos sus esfuerzos. El Gobierno municipal conoce la situación. Pero los vecinos siguen sufriendo la misma anomalía. Y Acueducto y Alcantarillado siempre aduce la falta de recursos.

Con las soluciones que ha dado recientemente el Estado, dígase sustitución de antiguos equipos y de tuberías principales, el abastecimiento de agua en esa localidad ha mejorado. Pero también se ha hecho más evidente la obsolescencia de la red: los salideros cunden. Y los vecinos de esa zona sufren la contaminación con más fuerza.

¿Y el teléfono?

Leonel Acosta Loyola me escribe desde Cádiz 20, apartamento 4, entre Fernandina y Castillo, en el municipio capitalino del Cerro. Y lo hace con mucha razón.

Cuenta Leonel que le asignaron un teléfono, y apareció en el listado público, con el número 299. Pasado un tiempo, le comunicaron que fuera a hacer el contrato con ETECSA, y cuando lo hizo, increíblemente no aparecía en los listados.

Asegura el demandante que se ha dirigido en cuatro ocasiones al Gobierno municipal del Cerro, y la respuesta que le han dado es que sancionaron a la compañera que atendía esos asuntos. Y volvieron a tomarle los datos personales.

Precisa Leonel que él no es el único que está en tal situación: En su cuadra hay tres personas que inicialmente aparecían en el listado de los beneficiados con el teléfono, y posteriormente brillan por su ausencia en la nueva lista.

«Me explicaron que si por alguna razón se me hubiera quitado mi asignación, agrega, debía habérseme informado de esa cuestión. Tampoco se me informó que se hubiera conformado una nueva comisión del Gobierno municipal para hacer un nuevo listado. Y yo me pregunto: ¿De dónde salió este nuevo listado y por qué?»

Sugerencia con los bombillos

La cuarta carta la envía el ingeniero Emilio Venero, de Campanario 610, apartamento 6, entre Reina y salud, en el municipio capitalino de Centro Habana.

Emilio recuerda que cuando se comercializaron los primeros bombillos ahorradores, antes de que la Revolución Energética entrara de lleno, se podían reparar los mismos en los talleres por apenas cinco pesos.

Y ahora, plantea, cuando los únicos bombillos disponibles son los famosos ahorradores, no es posible repararlos. «Un amigo me dijo —refiere— que la mayoría de las veces lo que se rompe es una simple pieza, algo así como un pequeño condensador de mica, cuyo costo en divisas debe ser de pocos centavos».

Cuenta Emilio que un vecino, utilizando unos viejos condensadores de mica sacados de un radio Selena, le reparó tres bombillos de ese tipo, cuyo precio en moneda nacional no baja de 20 pesos los más pequeños, y 45 pesos los grandes.

Emilio se pregunta si ahí no radica una reserva de ahorro para la economía nacional: «Es seguro que cuesta mucho menos la simple pieza que permitiría alargar la vida útil de esos bombillos».

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