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¿Veremundo o Venerando?

Una extraña historia, de cómo pueden las instituciones complicarles a las personas sus derechos y patrimonios identitarios, es la que envía en su carta Ángela Bárbara López, residente en calle 35 número 1809, apartamento 5, entre 18 y 20, Nueva Gerona, Isla de la Juventud.

Relata Ángela Bárbara que su papá nació en Mayajigua, Sancti Spíritus, y en reiteradas ocasiones solicitaron allí su inscripción de nacimiento para diversos trámites. Nunca hubo dificultad. La última fue entregada a la Dirección Municipal de Vivienda para hacer efectiva la donación de la vivienda por parte del padre de Ángela al hijo de ella, en noviembre de 1999.

Pero el 12 de diciembre de 2008, la remitente solicitó de nuevo una inscripción de su padre, y se la dieron con un error en tres letras del nombre: se llamaba Veremundo y aparecía como Venerando.

Ángela llamó reiteradamente al Registro Civil de Mayajigua y le explicaron que el libro de asiento correspondiente se deterioró, por lo cual pasaron los datos a uno nuevo. Y así se generó el error. Como no existe duplicado, desde allí le orientaron que presentando pruebas se puede subsanar el error.

«No lo abrumaré contando la cantidad de gestiones que he tenido que hacer —subraya—, con los consiguientes disgustos y malestares y el bien conocido peloteo». Ella habló con una fiscal que atiende los derechos ciudadanos, quien le orientó que contratara un abogado, pero ello no fue posible porque el Registro Civil de la Isla de la Juventud no emite una resolución que diga que no pueden cambiar las tres letras, y por tanto no pueden actuar.

Lo que le sugieren como solución a Ángela es cambiar el certificado de defunción y poner el nuevo nombre, nacido de la equivocación. «Nada de lo que se hizo en 78 años de vida de mi papá tiene valor, refiere. De hecho ni siquiera soy su hija, porque me inscribió Veremundo, no Venerando».

Lo otro es buscar a dos personas de bastante edad, no familiares, que sirvan de testigos, varios documentos probatorios, dos sellos de cinco pesos y 55 pesos en efectivo, para hacer una Perpetua Memoria, que consiste en afirmar que Veremundo y Venerando son la misma persona.

Pero Ángela se resiste: «No puedo pagar para que me hagan un documento que no corresponde con la realidad. No puedo aceptar que se le cambie, por un error de transcripción de tres letras, el nombre a mi papá. No creo que si un libro de registro de inscripciones se deteriora, y hay que pasarlo, y se tienen documentos que prueban que hubo error, se tenga que ser tan inflexible, como para no poder darle solución a ese error sin ocasionar tanto malestar a quien no tiene la culpa».

Televisor sin solución

Sandy Castro (Camilo Cienfuegos 139-A, entre René Fraga y Final, Alacranes, municipio matancero de Unión de Reyes), adquirió el 25 de agosto de 2008, por valor de 300 CUC, un televisor ATEC HAIER con tres años de garantía, en la unidad comercial La Reina, de ese territorio.

Pero a los cinco días de comprado, el televisor comenzó a presentar un sonido extraño. Sandy fue a la tienda, y allí le dijeron que no tenían la solución: debía ir a la gerencia de Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD). Allá fue, y el gerente le dijo entonces que no podía devolverle el dinero de la compra ni tampoco reponerle el televisor. Solo ofreció la posibilidad de llevarlo al taller para repararlo.

Pero Sandy alega que en la garantía que suscribió al comprar el equipo, rezaba en el inciso D de los derechos del comprador que hay que priorizar la solución al cliente en caso de que la rotura del equipo ocurra en un plazo de los primeros siete días naturales. Y la rotura ocurrió al quinto.

Argumenta él que tal inciso explica, además, que de no poder resolverse en ese momento la rotura del equipo, el cliente tiene el derecho de cambiar el artículo adquirido por uno de igual marca o modelo, o a la devolución del dinero. Al argumentarle ello al gerente, este le dijo que eso estaba en la garantía, pero ellos no lo llevaban a cabo. «¿Por qué la gerencia viola lo establecido en la garantía? ¿Por qué el gerente no asume tal responsabilidad y le ofrece solución al problema?», pregunta Sandy.

El cliente fue al taller de reparación el 9 de septiembre de 2008. Los especialistas vieron el equipo y dijeron que no le sentían el ruido, pero le cambiaron la placa. Ya en casa, el televisor continuó con el mismo problema, y por segunda ocasión tuvo que reportarlo.

A las tres semanas, fueron los técnicos a su casa y el equipo seguía en las mismas condiciones. Dijeron que no tenían nada más que hacerle, pues lo único que faltaba era cambiar el casco plástico. Por tercera vez, lo reportó el 24 de noviembre de 2008. Lo visitaron de nuevo, y aún el problema persiste, sin que le den solución.

Resulta que COPEXTEL en la provincia le dice que TRD de Unión de Reyes debía haberle cambiado el televisor o devolverle el dinero desde el primer día. Pero TRD aún persiste en que no puede. «¿Por qué juegan con el dinero de los clientes?», cuestiona Sandy, y se pregunta quién se responsabilizará por un equipo que él tuvo que pagar con muchos sacrificios.

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