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La desventaja de un «telegrama»

Un vertedero desbordado de basura en pleno casco histórico de Santiago de Cuba, a solo dos cuadras de la Plaza de Marte y la calle Enramada, motiva hoy una reflexión acerca de la manera sesgada y poco transparente con que a veces se abordan los problemas.

Todo comenzó el 17 de octubre de 2008, cuando Juan Leandro González, residente en la calle Barnada 314, entre San Jerónimo y Sagarra, en esa ciudad, denunciaba aquí el vergonzoso basurero, situado en un solar abandonado junto a su casa. El remitente precisaba que, por más gestiones hechas por él en organismos, instituciones y direcciones administrativas de Santiago, aquella inmundicia permanecía impune, como una metáfora de la desidia.

Y he aquí que con bastante retraso, respondió a esta sección el pasado 2 de marzo Félix Cardonne, subdirector provincial de Servicios Comunales, quien ya tiene el récord de la carta más escueta que esta columna haya recibido. El texto en sí, casi un telegrama, es el siguiente: «La queja formulada por el compañero Juan Leandro González, que refiere existencia de vertedero al lado de su casa, quedó resuelta visitándose al compañero, donde quedó conforme el día 2 de diciembre de 2008». Eso es todo.

Pero si el quejoso quedó conforme, este redactor está bastante insatisfecho, para ser honesto. No dudo que el remitente institucional la haya hecho con la mejor intención, pero tiene todos los visos de una respuesta tangencial, para salir del paso, con el único aporte sustancial que creo distinguir: se eliminó el vertedero y se visitó al denunciante.

La misiva adolece de fundamentos indagatorios, esas entretelas que nos ayudan a conocer por qué los males se anidan ante nuestros ojos: ¿Por qué se permitió tranquilamente que el vertedero cogiera fuerza? ¿Por qué no se tomaron medidas al respecto? ¿Por qué las quejas de Juan Leandro cayeron en saco roto, más bien en el vertedero de los olvidos? ¿Qué hará Servicios Comunales para evitar tales bochornos en una ciudad tan hermosa y patrimonial? ¿Por qué muchas personas les han perdido el respeto al ornato y la limpieza?

Ya desbordando el vertedero, es incalculable el daño que le haríamos al país si otras «suciedades» que pululan en nuestro entor-no las abordáramos así, de esa manera re-medial y elusiva, sin ir a la raíz del «foco infeccioso» que puede estar comprometiendo la salud de nuestra sociedad en muchos ór-denes.

Desvinculada de su obligación

Con ese nombre que roza el del Padre de la Patria apenas sin una preposición, y residente en el Edificio 24, apartamento E-5, en la comunidad Grito de Yara, provincia de Granma, el jubilado Carlos Manuel Céspedes fustiga el desentendimiento de la Empresa Azucarera Grito de Yara.

Refiere el veterano que «después de habitar por 20 años una vivienda vinculada, haber pagado el precio de la misma mes por mes y haber recibido la certificación del Banco Popular de Ahorro de dicha cuenta, me encuentro con el problema que enfrentan muchos otros trabajadores: no hemos recibido la propiedad por parte de la Dirección Municipal de Vivienda de Río Cauto».

Y la razón es «que la Empresa Azucarera Grito de Yara viola impunemente el derecho que nos otorga el Instituto Nacional de la Vivienda, a través de la Resolución 58 que norma el sistema de viviendas vinculadas».

Y todo porque la Empresa no entrega a Vivienda municipal una certificación que ampare el pago de la deuda. Carlos Manuel asegura que la dejación ha sido «por un problema de vagancia, burocratismo y falta de respeto a la Ley». Toda la documentación de los trabajadores que terminaron de pagar está engavetada, increíblemente.

Asegura el jubilado que él gestionó el asunto personalmente en la empresa, con su director, la jefa del Departamento Jurídico, la segunda jefa del Departamento de Economía, y la responsable de Vivienda de la misma, y con la Dirección Municipal de Vivienda.

«Quiero que alguien en el Ministerio del Azúcar responda el por qué en Grito de Yara pasa eso y no pasa nada», concluye Carlos Manuel Céspedes.

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