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Da vergüenza

El de la vivienda es un tema tan sensible en Cuba, con tantas carencias e imposibilidades de satisfacer a corto plazo demandas harto acumuladas, que al menos debía lograrse la excelencia y la calidad en las legalizaciones y otros trámites que no requieren de recursos y sí de mucha responsabilidad. Es que dan vergüenza, y hasta ira, ciertas historias, por lo poco que se respeta a los ciudadanos, y cómo se les engaña.

Sinay Calzada Rodríguez (Manuel Fajardo 293, entre Maceo y Francisco Cadahía, Trinidad, provincia de Sancti Spíritus) se presentó en la Dirección Municipal de Vivienda el 20 de mayo de 2008 para iniciar los trámites del habitable de la parte alta de su vivienda, propiedad de su mamá. Entregó toda la documentación y le informaron que fuera al cabo de un mes a recibir respuesta.

Así lo hizo ella, y le comunicaron que su caso ya estaba pasado a la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV). Hasta esta entidad fue Sinay. Buscó al técnico, y este le prometió que iría a su vivienda a hacer las mediciones.

Mes tras mes estuvo Sinay visitando la UMIV y la casa del técnico, hasta que por fin este le informó que esos trámites estaban detenidos. Luego llegaron los huracanes del pasado año, y tuvo que blindarse de paciencia...

Es en diciembre de 2008 cuando le informan que al técnico de marras lo habían separado de su puesto, y ya lo sustituía otra compañera. Sinay supuso —ilusa Sinay— que la entrante había recibido todo del saliente. Pues la sustituta le informa que aquel no le había entregado ningún documento (qué poco serio). Y le indica a la cliente que fuera ella a casa del sustituido a recogerlos (irrespetuoso).

Sinay se cuestionó delante del director de la UMIV por qué ella tenía que asumir algo que era responsabilidad de la entidad. Pero finalmente tuvo que ir a buscar al técnico despedido para que entregara los papeles. Y al fin el 22 de enero de 2009 los llevó.

Se reiniciaron los trámites: le dijeron que volviera dentro de 20 días a recibir respuesta. Sinay dio un margen mayor y retornó a los 33 días: no estaba lo suyo. Repitió la visita el 9 de marzo y no había respuesta. Buscaron allí, y sus documentos permanecían engavetados. Qué falta de respeto con el cubano, señores...

El desplome de la confianza

Una historia no menos indignante narra Amalia O’Reilly, residente en Máximo Gómez 128, entre Plácido y Libertadores, Sagua la Grande, provincia de Villa Clara:

En julio de 2008 trabajadores de la Vivienda demolieron la sala y el comedor de la vivienda contigua a la suya, que presentaba peligro de derrumbe. Con ello, afectaron la casa de Amalia: dejaron descubierta la pared colindante, que es de madera. Y con las lluvias del verano, las tablas comenzaron a podrirse. La pared se deterioró. El agua corría por su sala.

Amalia acudió a su delegada, quien le comunicó que iba a dar parte al Puesto de Mando. Pero transcurrieron varias semanas sin respuesta alguna. Decidió entonces ir a la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV), y al no estar la directora, se entrevistó con otra funcionaria, Diana Rosa Gutiérrez, quien le aseguró que «no tenía conocimiento del problema».

A la siguiente semana, Amalia volvió, y vio a Marilyn, la de Atención a la Población. Esta funcionaria también «se desayunó» con el caso. «Lo anotó en una hoja para elevarlo —consigna la remitente—, lo que no sé si era para el globo de Matías Pérez, que nunca descendió».

Atemorizada por la posibilidad de que la pared se desplomara, Amalia siguió insistiendo, hasta que logró entrevistarse con Rebeca, la directora de la UMIV. Le contó la historia ya desmenuzada allí en dos ocasiones anteriores, y la directora tampoco sabía nada. «Es decir, que todas las veces que fui por allí fue por gusto», anota.

Al fin, enviaron a un técnico a principios de diciembre de 2008, el cual hizo las mediciones, y le aseguró que las entregaría a la directora, aunque le solicitó que debía esperar a enero de 2009, para el Plan Conservación Reserva.

«Pero ya concluye marzo, y no se ha resuelto el problema que no ocasioné yo», sentencia Amalia.

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