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Con...trato deplorable

Sí a algunos los dejaran a su libre albedrío, aplicarían el espíritu de la Ley a su antojo. Hace falta todos los días unos prismáticos del control popular y la honestidad, para que se haga justicia y rigor, y cada funcionario responda por sus actos.

Rosa María Quiñones, vecina de Las Canteras, sin número, en Palo Seco, municipio camagüeyano de Guáimaro, lleva nueve meses laborando en el centro laboral de Las Canteras. Allí le hicieron un contrato por seis meses. Pasado ese tiempo, le hicieron otro contrato por seis meses más, «pues el jefe de Personal refiere que ellos no quieren mujeres trabajando allí; que cuando aparezcan hombres para las plazas, nos tenemos que ir las mujeres».

Ahora, al cabo de tres meses del segundo contrato, Rosa María salió embarazada. Y al respecto, cuando se percató de que estaba embarazada, el director del centro le comunicó que tenía 15 días para irse del centro.

Ella reclamó al Órgano del Trabajo, y a la CTC en Guáimaro. Y la respuesta recurrente es que no se puede hacer nada.

Rosa María se ve en una situación muy delicada, pues le han dicho que nada se puede hacer; y se pregunta si las leyes laborales vigentes no contemplan otra solución para casos como el suyo.

Registro de ineficiencias

Maribel Lias Sánchez (Recurso 56E, entre Mazarredo y Lindero, La Habana Vieja) se queja sobremanera de la atención al público en el Registro Civil de Aguacate y O’Reilly, en ese municipio capitalino.

Cuenta la lectora que, desde el 11 de marzo de 2009, está intentando tener la inscripción de nacimiento de su suegra. Y el 5 de mayo, cuando volvió allí por quinta vez, las respuestas son las siguientes: No se encontró. No coinciden el tomo y el folio. Deben solicitarla al Archivo Nacional. Debe llamar el lunes a las 2:00 p.m., porque a las 9:00 a.m. es que el archivero concilia con el archivo que se encuentra en La Coronela.

Refiere Maribel que en una ocasión le plantearon que ellos trabajaban hasta la 1:00 p.m. en las inscripciones. Y cuando fue, no había turno.

«Cosas como estas —refiere Maribel— son en las que tenemos que reflexionar. Esto pasa a diario en diferentes centros de trabajo, donde el servicio que se brinda a la población no es eficiente. Y no todos los que trabajan en estos lugares tienen la preparación adecuada».

Ella ejemplifica: a la hora de dirigirse al público, no muestran un sentido del respeto, sin ofrecer explicaciones o respuestas convincentes. «Hay que estar allí tantas veces como lo he hecho, sostiene, para presenciar historias desagradables y fuertes, las cuales agotan y desencantan a todos los que allí acuden en busca de un servicio».

Alegría en forma de círculo

A María de los Ángeles Rodríguez (Serafín Sánchez 2-A, entre Cuba y Paseo de la Paz, Santa Clara) le preocupa el hecho de que entre los cubanos nos maltratemos, a veces, los unos a los otros, en vez de buscar la unidad necesaria para estos tiempos.

Lo alerta porque, contrariamente, en el círculo infantil Ismaelillo de esa ciudad, su pequeño hijo Moisés, de tres años, es feliz cada día. «Y esa alegría de mi pequeño —señala— la puedo ver en los demás niños».

Asegura la madre que ese círculo es un ejemplo a seguir, pues demuestra que se puede hacer mucho con escasos recursos. «Todo está en el amor que se le ponga al trabajo y la dedicación con que se realice, con una limpieza impecable y un ambiente acogedor tanto para padres como a niños».

Lo fundamental, agrega, es el gran trabajo de educadoras y seños. Y envía una felicitación a la directora, Carmencita, por su paciencia y dedicación. Y a las educadoras Ángela, Margarita y Clara, entre otras; a las «seños» Osnay, Anita, Leidi, Neisi y Yaneisi, entre otras.

La madre no puede obviar «a dos personas que están en el corazón de cada infante: la cocinera María Elena y el jardinero Jesús. Gracias a la Revolución por haber creado los círculos infantiles», sentencia María de los Ángeles.

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