Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

De madre lo de las postales

Confiada en Correos de Cuba, y entusiasmada por la variedad y belleza de las postales, Marlene González (Corrales 714, apto. 3, entre Carmen y Rastro, La Habana Vieja) depositó varias tarjetas de felicitación por el Día de las Madres entre el 15 y el 25 de abril pasados, en la unidad de Correos sita en Oficios esquina a Lamparilla, en ese municipio capitalino. Dos eran con destino a Santa Clara, una a Camajuaní y dos para La Coloma, en Pinar del Río. Dos días después del de las Madres, al conocer que las postales no habían llegado a sus destinatarias, ella volvió por el Correo y allí la administradora le tomó el teléfono de su trabajo para darle respuesta al respecto. Al ver que no la llamaban, Marlene volvió por el Correo el 18 de mayo y la administradora le planteó que había contactado con Vento y Camagüey, donde clasifican la correspondencia y la envían para cada provincia: le dijeron que las postales se tardarían... pero iban a llegar a sus destinos. El 21 de mayo, cuando Marlene decidió escribir a esta sección, aún las postales no habían arribado. «¿Qué gracia tiene recibir la postal de felicitación pasados tantos días después del de las Madres?», pregunta la lectora.

Sin título: Lo de los títulos morosos no termina. Luego de que reflejara el pasado 1ro. de mayo lo ocurrido a Juan Jesús Lara, en la provincia de Villa Clara, ahora me escribe María Inés Castillo (calle 18 No. 4, entre 33 y 35, Alturas de Buenavista, Las Tunas). Cuenta que el 27 de abril se efectuó la graduación de 411 jóvenes como técnicos en Contabilidad, ella incluida, y solo les entregaron el correspondiente pergamino a los títulos de Oro, entre otros pocos. «No habían llegado los títulos de los demás, señala. Las certificaciones de nota sufrieron un accidente que es vergonzoso decirlo, y tampoco fueron entregadas. Con una mala respuesta y expresión del director del centro hacia padres y estudiantes allí presentes, ese día perdido, aún nuestros títulos no aparecen. Y nos dan una justificación poco convincente y pobre en argumentos. Nuestro título hubo que pagarlo, de contra. Y aun cuando se necesita para ingresar a estudios superiores, no ha llegado. Creo que es una falta de respeto después de pasarse cuatro años estudiando».

Tardía la leche en polvo: Jorge G. Sarmiento (calle 332 No. 5708, entre 57 y 59, Arroyo Arenas, La Lisa, Ciudad de La Habana) reconoce el esfuerzo que hace el Estado cubano para garantizar a personas enfermas la leche en polvo por dietas médicas. Si no fuera por ese subsidio, tendrían que pagarla a precios mucho más elevados, pero es vital que esa garantía tenga orden y puntualidad, al menos en la capital, que es lo conocido por él. Precisa el lector que antes la OFICODA cerraba los días 23 las conciliaciones con la empresa suministradora, en este caso el establecimiento Fernando Chenard Piña, de Playa. Y ahora lo hace los 30 y 31 de cada mes. Parece ser que Jorge se ha adentrado en el asunto, pues refiere que tanto Pablo, el jefe de ventas de esa entidad, como la comercial, siempre son muy amables en sus respuestas a los consumidores. «Pero al parecer —subraya— no está a su alcance la solución del transporte y distribución de la forma más eficaz, racional y humana. En su caso, la dieta se aprobó en febrero, y él la recibió en marzo por primera vez, el día 6. La de abril la pudo adquirir el 2 de mayo; «y, como se puede apreciar, las de junio, julio y agosto (cada seis meses hay que renovarlas) corren el riesgo del desplazamiento en el tiempo». Teniendo en cuenta el carácter facultativo de esa dieta, la cual se aprueba por seis meses, Jorge propone que se entreguen varios meses de una vez. Así cerraría la agonía mensual y se ahorraría transporte y combustible en momentos en que el país está urgido de reducir sus gastos energéticos.

Ídem a Emilia: La señora tiene 77 años, se apellida Dunn Rose y presenta limitaciones físicas. Reside en calle 19 No. 962 entre 8 y 10, Vedado. Tiene dieta médica de leche desde 1989 y confiesa que la irregularidad en la llegada de la misma le angustia, pues depende sobremanera de ese alimento para equilibrar su salud. Ella quiere saber por qué Comercio Interior no distribuye ese producto el primer día del mes como lo hace —«religiosamente»— con los productos de la llamada canasta básica. «¡Qué falta nos hace!», clama la anciana.

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