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Un compromiso de borrar manchas

El pasado 17 de marzo esta columna reflejó la denuncia de Diana Reyes acerca de la contaminación producida en el batey del antiguo central Australia, en Jagüey Grande, Matanzas, por el taller de locomotoras que hoy presta servicios de transportación a los turistas, después de la desactivación de ese ingenio azucarero.

La pobladora describía cómo, cada vez que encienden la máquina de vapor, las viviendas colindantes reciben las salpicaduras de petróleo que aquella expulsa a presión: manchas en las paredes, en las ropas y hasta en el alma de los habitantes. Además, en la parte trasera del taller se vierte petróleo crudo, lo que hace intransitable esa zona. Y los tanques de agua los ponen a llenar y se van, con el consiguiente despilfarro. Aseguraba Diana que los vecinos se habían quejado en cinco ocasiones y todo seguía igual.

Al respecto, responde Arturo J. Morejón Fernández, director general del Grupo Empresarial Agroindustrial (GEA) del Ministerio del Azúcar, quien manifiesta que, «enterados de la situación creada, la dirección del Partido y el Gobierno en el territorio, el director de Transporte del GEA y la dirección de la granja agroindustrial Australia, se presentaron en la vivienda de la compañera y razonaron la inconformidad con ella, y con algunos de los moradores de las viviendas afectadas, adoptándose de inmediato las medidas para atenuar las afectaciones».

Precisa Morejón que se evaluó la situación con los integrantes del colectivo que presta servicio en la máquina de vapor, «comprometiéndolos a mejorar la eficiencia en el encendido de la misma, con vistas a disminuir la expulsión de las salpicaduras que salen por la chimenea, medida que se aplica desde el momento del análisis».

En su carta, fechada el 28 de abril pasado, el director general agrega que en un plazo de 15 días controlarán lo acordado, y de nuevo un representante del GEA visitará a Diana.

Agradezco la atención al problema, aun cuando nada se responde acerca del vertimiento de petróleo crudo tras el taller y del despilfarro de agua. Y una última interrogante: ¿nadie de los que integraron entonces la comisión, ni siquiera la dirección de la granja agroindustrial Australia, que está allí mismo, pudo detectar a tiempo en el terreno lo que sucedía, para actuar en consonancia?

La demolición no afectó la vivienda

El propio 17 de marzo, esta sección reflejaba la queja de Juan Mariano Pérez Gómez (Conde número 6-B, entre Compostela y Bayona, La Habana Vieja). Una brigada de la Micro Social en ese municipio capitalino efectuó la demolición del techo de la vivienda colindante a su domicilio, y afectó este. Juan Mariano escribió una carta a la entidad y no le habían respondido.

A propósito, aclara Manuel Burón, director de la Micro Social en la provincia, que de acuerdo con la investigación hecha del caso, la demolición no afectó la vivienda de Juan Mariano, y ello fue comprobado en revisión de los trabajos. «La afectación que plantea el compañero —consigna un informe adjunto de la Micro Social de La Habana Vieja— existía cuando se realizó el trabajo». Y añade que ello se le explicó al reclamante, a quien se le recomendó acudir a los factores del Consejo Popular para tramitar cualquier tema relacionado con el mantenimiento o reparación de su vivienda, siguiendo los mecanismos establecidos para ello.

Agradezco la respuesta de Burón. Solo quedó sin saberse por qué la Micro Social de La Habana Vieja no le había respondido al demandante lo que ahora sí puso en conocimiento de sus instancias superiores.

Sequedad de información

Severina J. Pérez, del reparto Aurora, en Santiago de las Vegas, municipio capitalino de Boyeros, clamaba por agua aquí el 13 de febrero pasado. En ese barrio la escasez del líquido ya se había hecho habitual. Llamaban a Acueducto y les decían que era una rotura en las tuberías, o que el bombeo no tenía fuerzas. Pudiera ser verdad, pero eran respuestas fragmentadas y súbitas, que no convencían.

Cuando me escribió la señora, llevaban más de una semana sin agua. Y nadie sabía a ciencia cierta el porqué, ni tampoco nadie fue a reunir a los vecinos a darles una información detallada. Rumores y rumores.

A propósito, responde el ingeniero Eduardo Molina Rojas, director general de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado del Sur, quien precisa que esa zona se vio afectada debido a la insuficiencia en el bombeo de la fuente de abasto Aguada del Cura. A fines de 2008, se realizó el cambio de los equipos allí, así como los de otra fuente de abasto. Y ello aumentó la presión del agua, por lo cual en enero pasado se registró un salidero en la conductora de 24 pulgadas, y ello interrumpió el servicio por 15 días, motivo del malestar de los pobladores.

El salidero fue suprimido el pasado 25 de enero, y se solucionó el problema del suministro a la zona, concluye el director general.

El servicio del agua es tema tan sensible que, cuando falla, requiere una información amplia y convincente. Lo afirmo porque, una vez más, se revela cómo ante los problemas muchas entidades adolecen de una cultura de la comunicación y de la rendición de cuenta sistemática. Se generan así especulaciones y disgustos en la población; y es al final, cuando algo aparece en blanco y negro en la prensa, que nos enteramos de las causas verdaderas, por las respuestas que llegan. Que fluya la información, como el agua. Sed de información tenemos también.

Más de lo mismo

El 12 de mayo pasado los vecinos del reparto Ponce, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo, llevaban 25 días sin agua, «sin que hasta el presente nadie explique lo que ocurre», rezaba la carta de Carlos Alberto Cabrera, vecino de calle Pinar número 7822, apartamento 1, entre Collazo y san Francisco.

Han escuchado versiones, sostiene, de que existen problemas con el motor impulsor de la fuente de abasto de Paso Seco, en el Parque Lenin. Que si no tiene la fuerza necesaria, que si fue cambiado porque el anterior no era idóneo...

Pero nada ya los sorprende, pues hace unos tres años sucedió lo mismo, «y fue muy difícil la solución, por cuanto el personal de Acueducto no sabía a ciencia cierta cuál era la dificultad. En aquellos momentos fuimos asistidos en alguna medida por pipas que paliaron un tanto la carencia. Y un buen día, sin mediar explicaciones, fueron solucionados los problemas que han vuelto a renacer en estos momentos».

Lo peor, para Carlos, es que «nadie sabe nada, nadie explica nada... y no tenemos agua».

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