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Autista en la distancia

Como último intento de lograr la solución a su caso nos escribe Otilia de la Caridad Muñoz Sosa. Ella es madre de una niña autista severa, de ocho años, con la cual reside en el edificio 54, apto. 2, de la Ciudad Nuclear, a 50 kilómetros de la urbe de Cienfuegos.

En el centro cienfueguero es donde los habitantes de la provincia disponen de los servicios esenciales para atender esta patología, explica Otilia. Por eso, desde el 2004 su esposo y ella realizan trámites para cambiar su domicilio por otro en la cabecera provincial.

A fines de febrero del año pasado se les concedió el cambio. Pero la vivienda que se les entregó estaba prácticamente inhabitable. No obstante, accedieron a la transacción «con el compromiso del Gobierno Municipal de que se nos entregarían los materiales y la licencia de construcción para reparar».

Después de casi un año, Otilia y su esposo solicitaron la presencia de las autoridades municipales en el inmueble. Tras comprobar el deplorable estado constructivo, se les aseguró que el caso sería nuevamente evaluado por la comisión.

Posteriormente, se les indicó a los preocupados padres que entregaran la llave de la vivienda, que en esa casa se ubicaría otra familia a la cual le estaban reparando su hogar. Otilia, su compañero y su niña tendrían que esperar una nueva asignación, señaló el funcionario. Mientras tanto, debían regresar a la Ciudad Nuclear.

Llegó este mayo y con él la última propuesta que las autoridades municipales han hecho a la familia cienfueguera: «Entregarnos la misma vivienda que nos habían asignado anteriormente, con el mismo o peor estado».

Otilia agradece la atención que Seguridad Social le brinda permitiéndole recibir su salario íntegro sin trabajar; pero la desespera que aún no pueda tener a su hija cerca de los servicios indispensables de atención y educación especiales para pequeños con esa discapacidad.

A este redactor también lo alarma que la toma de decisiones en un caso tan delicado no pase por examinar las vías que han sido infructuosas. ¿Cómo enviar nuevamente a la familia para una casa en franco deterioro? Muchas veces se enredan más los problemas porque las soluciones no parten de estudios radicales de sus antecedentes y condiciones.

Cuento chino con el Haier

La segunda misiva de hoy también llega desde la Perla del Sur. Ángela Leticia Rodríguez González (calle Ramón Balboa No.49, San Fernando de Camarones, Cienfuegos) está sudando frío con su refrigerador.

El equipo, marca Haier, fue cambiado a Ángela el 10 de agosto de 2006, como parte de los programas de la Revolución Energética en la Isla. Cuando aún se encontraba en garantía, comenzó a rezumar por fuera, lo que provocó una precoz oxidación en el mueble. «La parte inferior izquierda está toda “comida”», ilustra la cienfueguera.

En julio de 2008, Ángela reportó el aparato al Combinado de Servicios de su localidad. «Tras una larga espera de tres meses, los técnicos a cargo de esta situación me visitaron por primera vez. (...) Ellos diagnosticaron que el casco está calcinado a causa del rezumado externo, pero que sencillamente «no hay solución para ello».

«Después de varias llamadas y quejas a los organismos correspondientes en el municipio, recibí (...) la visita del compañero de DIVEP que está a cargo de esta situación a nivel provincial. De él recibí la misma respuesta. (...) Me dijo que la única solución sería cambiar el refrigerador por otro nuevo, pero que ellos no pueden tomar esa decisión, pues necesitan la aprobación y autorización de los “chinos”, que son los encargados de eso», cuenta la remitente.

Y ante esta afirmación —que si no es un cuento chino, resulta en extremo desconcertante—, Ángela se pregunta cuánto tiempo tendrá que seguir pagando por un equipo en esas condiciones.

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