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La pata partida de los servicios

José Antonio Bravo (Manhattan 605, entre Quinta y Flores, reparto Lumumba, Los Pinos, Arroyo Naranjo, Ciudad de La Habana), apunta al tema de la desaparición de los servicios estatales de reparación de artículos. El 13 de abril adquirió unos espejuelos en la óptica Flores, del municipio de Playa. Y el 6 de julio se les partió una pata. Fue a la misma óptica y el técnico le informó que ni allí ni en ninguna otra óptica se reparan. «¿Cómo es posible que vendan espejuelos que no tienen arreglo ante algún desperfecto?», expresa José Antonio. Y este redactor añadiría: ¿Cómo, si los particulares hacen esos trabajos, el Estado se declara incapaz, en un país y con un pueblo que no puede sustituir constantemente sus bienes, como en una sociedad de consumo?

Vieja pizarra: María Elena Jacome y Aníbal Ondarse (Calle 15 número 62, Central España Republicana, Perico, Matanzas), denuncian la agónica situación telefónica de ese batey. Los teléfonos allí se conectan a una vieja pizarra en estado crítico, y las extensiones presentan dificultades de entrada y salida. Hace más de un año ETECSA cuenta con los materiales y equipos para realizar el montaje de la nueva telefonía, pero las afectaciones causadas en esos servicios por los huracanes del 2008 determinaron que se concentraran muchos recursos en las reparaciones de lo dañado. De nuevo hay los recursos, y los vecinos se preguntan si demorarán tanto en invertirlos hasta que llegue otro huracán. Según les planteó el presidente del Consejo Popular, ETECSA informó que tenía el motor del carro roto. «¿Es que acaso ETECSA tiene un solo carro?», preguntan, y solicitan una información fundamentada. Son, apuntan, seis mil personas que necesitan estar comunicadas, como las restantes poblaciones cubanas.

Felicitación: La doctora Mirtha Infante (Cuarta número 1, entre 19 y 20, reparto Guiteras, Ciudad de La Habana) felicita la excelente labor educativa del proyecto de locución infantil Voces del futuro, que bajo la dirección de Maidé Abreu, lleva adelante el entusiasta colectivo de la emisora COCO, en la capital. «El trabajo se lleva a cabo con niños y adolescentes, quienes reciben una preparación, más que como futuros locutores, como hombres cultos del mañana, en un ambiente profesional y profundamente revolucionario», señala Mirtha, y agradece, en nombre de muchos padres, lo que están haciendo por sus hijos.

Dale con los títulos: Yenys Mariuska Milanés (Edificio 20, apartamento 2, Pasaje 3, entre B y C, reparto Las Caobas, Bayamo, Granma), cuenta que en julio de 2008 se graduó como Licenciada en Tecnología de la Salud, especialidad de Higiene y Epidemiología, en la filial de Ciencias Médicas de Bayamo. Un mes antes, mientras hacía un examen final, constató, en un documento que debía firmar, por el cual se haría el título, que su nombre estaba mal escrito. Lo informó al Secretario docente, y este le dijo que nada podía resolverse, pues los títulos ya se habían mandado a hacer. Él le aconsejó esperar a que se lo entregaran, y si salía mal, «veremos cómo se arregla». El día de la graduación, el título estaba conferido a Yenis Mariusk y no a Yenys Mariuska, y tenía errores en las tildes de los apellidos. Otros graduados también tenían errores en los suyos. Se les dijo que entregaran los títulos la siguiente semana en la Secretaría Docente, para arreglarlos. Lo hicieron. Un dibujante corregiría las faltas. Yenys arguyó que era incorrecto sobrescribir un título y tacharlo, mucho menos sin corregir los documentos oficiales que quedaban archivados: en el futuro traería dudas sobre la validez de los mismos. Tras varios meses de llamadas telefónicas y visitas, les avisaron que los títulos estaban arreglados. El 10 de abril ella fue a buscar el suyo y comprobó que habían insertado una «a» a la fuerza para completar su segundo nombre, con una tinta más oscura. Y los otros errores permanecían. No es solo su caso: varios títulos llevan la marca de la chapucería. «¿Por qué conformarme con un título remendado, con errores? ¿Quién me garantiza que en el futuro alguien no dude de su validez?», dice. Penoso que una facultad universitaria permita tal falta de rigor.

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