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Hiel, no miel

ANGUSTIADO anda Rubén Pérez Abreu, campesino de vergüenza y sacrificio en la Cooperativa de Crédito y Servicios Regino Guerrero, del barrio rural La Lima, en la comunidad Fray Benito, del municipio holguinero de Rafael Freyre.

Rubén es el mejor productor de carne y leche de esos lares, y fue feliz cuando la Dirección de la Agricultura le comunicó que le otorgaría como estímulo a sus resultados una pipa de miel de caña, alimento formidable para el ganado. Una bendición en una finca que está en suelo pedregoso, zona de poca lluvia, en las faldas de la conocida Silla de Gibara.

Le dijeron que primero debía excavar un pozo de dos y medio a tres metros de profundidad, y luego ponerle techo, de modo que el alimento animal quede bien resguardado. Él se encomendó y contrató hombres fuertes para excavar en un terreno de piedra «viva», compró cemento y buscó madera y guano para el «varaentierra».

Después de tanto esfuerzo, «hiel» le lanzaron cuando preguntó por la susodicha miel, en la Empresa Pecuaria de Rafael Freyre, y argumentaron que ya no tenían asignación. Lo planteó en la reunión de la Cooperativa y respondieron que a la miel le había caído un chubasco y ya no servía. Aun así, Rubén dijo que la aceptaba. Pero al final le dijeron que «no había». Así de simple.

El campesino se desilusionó más por el engaño que por las reales pérdidas económicas ocasionadas y los sacrificios. Pero el golpe mayor fue cuando uno de sus hijos y el presidente de la cooperativa, en visita a comunidades cercanas, presenciaron cómo «a domicilio» se vendía la miel para ganado a 25 pesos la lata de 23 litros, desde una pipa.

«Como usted comprenderá —manifiesta—, defraudaron mis esperanzas de poder entregar más carne y leche, que tanta falta hace en estos momentos». Aun así, es imbatible este campesino: «Mi familia y yo continuaremos haciendo lo imposible por entregar al pueblo más carne y leche cada día; pero la Empresa Agrícola debe cumplir sus compromisos con asuntos tan sensibles como este».

Otra triste historia

No menos frustrado se siente Pablo Roger Tamayo (calle 7 número 12, reparto Militar, Puerto Padre, Las Tunas), chofer de un camión ZIL 130, chapa TSF379, de la Empresa Municipal de Mantenimiento y Construcción del Poder Popular de Puerto Padre. En julio de 2008, le anuncian que por orientación de la Empresa Provincial de Mantenimiento y Construcción, su viejo ZIL va a ser remotorizado, como muchos otros vehículos. Feliz Pablo, y bendita la economía del país, que así disminuye el gasto de combustible de esos duraderos pero gastadores artefactos de la era soviética.

Llevan el camión a la planta de Holguín pero no le pueden cambiar el motor porque la lista enviada por el Ministerio del Transporte contiene un error en el número de la chapa. La Empresa Provincial de Mantenimiento y Construcción contacta con la Empresa Provincial de Transporte de Las Tunas para subsanarlo, pues esta es la entidad encargada de enviar al MITRANS los listados de los equipos que serán remotorizados, para su anuencia.

En octubre de 2008 vuelven a llevar el ZIL a la planta de Holguín, pues supuestamente se ha enmendado el error. Y tras permanecer allí mes y medio, el equipo retorna, debido a que continúa el error en el número de la chapa.

«Nos encontramos a un año de conocerse dicho error —apunta él—; ni la Empresa Provincial de Mantenimiento y Construcción, ni la Empresa Provincial de Transporte, ni el MITRANS lo han subsanado». Pablo sufre porque la nueva dirección de su empresa ya empezó a desmantelar el ZIL, «lo que traerá como consecuencia que dentro de tres o cuatro meses este país contará con un camión menos. Y todo por un número».

Dos tristes historias. Dos hombres de trabajo que sufren por sí mismos y por el daño a la economía del país, a cuenta del descuido y la indolencia de alguien que no muestra su rostro.

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