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La prioridad de la moral

Quienes cumplen con su deber y no esperan sentados a que les resuelvan desde arriba los problemas, tienen autoridad moral para demandar un tratamiento recíproco. El sudor consecuente le sube la parada a cualquiera.

Por eso el pasado 5 de mayo acogí aquí el reclamo de Leonardo Martínez, que se sintetiza en esta historia:

En 2001 se creó en Ranchuelo, Villa Clara, una microbrigada con damnificados del huracán Michelle para que ellos hicieran su contribución al Estado y construyeran sus propias viviendas. En estos ocho años han entregado 47 casas para afectados por huracanes y dos escuelas, entre otras obras. Pero de ellos, quedan siete microbrigadistas que aún no han recibido sus viviendas, y tampoco figuran en el Plan del 2009. Las gestiones hechas han sido baldías. Si ellos cumplieron sus compromisos, ¿cuándo será su oportunidad?, preguntaba entonces.

Magalys Rodríguez, jefa del Departamento de Atención a la Población de la Dirección de Vivienda en Villa Clara, responde que el caso se valoró con el MICONS por parte de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda de Ranchuelo. Y se constató que hubo un gran número de afectaciones por huracanes en el 2008. En este 2009 se conformó un plan de inicio y desarrollo, pero no había llegado financiamiento para acometerlo.

«Los siete microbrigadistas que restan por terminar sus viviendas —apunta— estarán protegidos en el Plan del 2009; aunque primero será indispensable concluir las viviendas registradas como derrumbe total en el municipio, como consecuencia del paso de los huracanes del 2008, las que están como máxima prioridad».

En tal sentido, afirma que «el avance de las requeridas siete viviendas en este 2009 estará condicionado a la disponibilidad de los recursos, teniendo en cuenta lo referido anteriormente. Para la construcción de dichas casas se seguirá el orden de prioridad establecido, y en esa medida avanzarían los trabajos».

Agradezco la respuesta. Es cierto que ahora la situación es muy tensa; hay mucha gente que perdió literalmente su techo y está priorizada. Pero estos consecuentes damnificados del 2001, que han construido para los demás, ¿por qué en siete años no fueron tenidos en cuenta, si se lo ganaron con su sudor? Hay razones también de orden moral, y de tiempo, que quizá no quepan en las orientaciones generales, pero debían ser atendidas puntualmente.

Otro gallo cantaría

El pasado 7 de agosto, el capitalino Raciel Reyes refería aquí que en la tienda El Gallo, de la Cadena Caracol, situada en Galiano y Reina, se hicieron rebajas de precios de ropa con ligeros defectos. Y las personas compraban pantalones, blumers y ajustadores en grandes cantidades, por cajas, con el modus operandi característico de los revendedores, sin que nadie en la unidad lo impidiese.

Al respecto responde Yenicey Hierro, directora comercial de la Cadena de Tiendas Caracol, que tales hechos no pudieron haberse registrado en El Gallo, «ya que la citada tienda tiene categoría de boutique, especializada en calzado y accesorios deportivos y de vestir… donde no se ofertan los productos que refiere el remitente».

Ella solicita se subsane el error, pues «desacredita la imagen que ha mantenido la Cadena Caracol». No obstante, reconoce que «no estamos ajenos a que estos fenómenos sucedan en nuestras tiendas»; y puntualiza que en etapas de rebajas se emiten indicaciones al respecto con vistas a garantizar la protección al consumidor.

Puede ser que Raciel equivocara el nombre de la tienda. Subsanada la referencia, nunca es ocioso condenar a esos voraces acaparadores-revendedores que hacen de las suyas, no digo yo en El Gallo… hasta en la gallina, los pollitos, y en cualquier caracol, si apenas se les da un chance. Son las cadenas las que desacreditan su imagen cuando lo permiten.

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