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Dos décadas

Veinte años. Con sus horas, sus días, sus semanas. Dos décadas lleva la familia de Frank Góngora Almaguer (calle B No. 43, entre 3ra. y 4ta., Cristino Naranjo, Cacocum, Holguín) esperando para resolver el problema de su vivienda.

Aún les parece que fue ayer aquella infausta madrugada en que un chofer ebrio destruyó con su tractor el hogar en que vivían. Aquel día Frank, que apenas tenía cinco años, su hermano, su mamá y hasta su abuelo, pudieron morir. Pero no, por suerte —dentro de la desgracia— solo les tocó salir adelante sobre un puñado de escombros.

Inmediatamente después del choque, cuenta el remitente, el Gobierno local comenzó a ayudarlos a erigir su casa. Sin embargo, el auxilio se quedó en unas paredes a la altura del cerramento; muchos trámites y un expediente que a estas alturas anda extraviado.

Esta última situación y otras circunstancias han sumido a la familia de Frank en una incertidumbre casi total.

Había variantes para proceder

No pudo ni quiso entenderlo. Sabiendo a su hijo con asma, nadie le hacía entender al villaclareño Enrique García Avilés (Calle 14, No. 108, entre B y C, Rpto. Libertad, Santa Clara) que unos datos faltantes en el certificado le impidieran acceder al salbutamol.

Por eso lo denunció en Acuse, el 8 de agosto último. Reveló cómo la dependienta de la farmacia en que habitualmente adquiere los medicamentos, no le despachó el que su hijo de 18 años consume para los ataques. Y todo porque el papel no decía el grado de asma ni las aplicaciones que llevaba el joven. Por suerte, el muchacho tenía una reserva en la casa. Que si no...

A propósito nos escribe el doctor Isidoro Padilla Magdaleno, director provincial de Salud en Villa Clara. Tras un proceso investigativo del caso, refiere el directivo que en el Consultorio del Médico de la Familia No. 150, perteneciente al policlínico Capitán Roberto Fleites, del municipio de Santa Clara, se expidió el certificado de Salbutamol; pero al mismo le faltaron los datos del grado de asma y la dosis diaria... «importantes para calcular la cantidad de medicamento a suministrar para un mes de tratamiento».

Esto, sentencia el doctor Padilla, motivó que al llegar Enrique a la farmacia, la empleada de turno no le despachara el pedido.

«Nos reunimos con todos los trabajadores de la unidad de la farmacia 662, a la cual se encuentra vinculado el paciente, y se les explicaron las variantes para proceder al expendio de medicamentos sin que esto constituyera un maltrato… Existe una libreta de incidencias en cada unidad donde se reflejan los errores de las prescripciones facultativas, que posteriormente se analizan y rectifican», afirma el Director provincial.

Al conversar con el remitente —argumenta—, este planteó no recordar exactamente a la farmacéutica que lo atendió, ni al facultativo que prescribió el certificado, el cual tampoco tiene en su poder. Esto impidió hacer los análisis y tomar las medidas pertinentes. De todas formas, se le ofrecieron todas las explicaciones al lector y este quedó satisfecho.

Agradecemos al doctor Padilla Magdaleno su misiva y esperamos que —más allá del conocimiento o no de determinados métodos para expender— no se produzcan en nuestras farmacias incidentes que demuestren ausencia de la oportuna flexibilidad. Ese faltante puede ser más dañino que el de los fármacos.

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