Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Cuántos panes hay en el horno?

No es la pregunta del viejo juego infantil, que apuntaba hacia un perrito goloso. No, es la inquietud del capitalino Jorge Cuesta (Corrales 554, La Habana Vieja); y puede ser la de muchos otros que experimentan irregularidades para adquirir ese alimento nuestro de cada día en la Ciudad de La Habana. Refiere él que desde fines de 2009 se aprecian dificultades para adquirir el pan de la Cadena, sobre todo el de corteza dura. Jorge vio un reportaje en la TV cubana, en el cual directivos explican que no hay problemas con la harina, y sencillamente ha habido un aumento de la demanda. Sin dudar de la afirmación, él piensa que, ante algo tan sensible, los responsables de la Cadena del Pan y del Ministerio de la Industria Alimentaria debían dar una información y explicación mucho más pormenorizada, en la cual abunden en los estudios hechos y en las medidas que se toman para resolver este «bache», tan visible en la capital. Ante la información que «aumentó la demanda, y tomando en cuenta que el pan es un alimento tan popular y básico, ¿no se puede incrementar la producción?», indaga Jorge.

Alerta desde Gibara: «Dice que su dirección es Avenida Jijon No.34; y aunque me provoca dudas, por si es Gijón y está mal escrito, lo reproduzco tal cual lo envía Patricio Leyva, desde Gibara, en la provincia de Holguín. Lo importante es su mensaje: Hace años la bahía de esa ciudad «sufre el uso del más agresivo arte de pesca, que recibe el nombre de chinchorro. Ese artefacto de arrastre destruye el fondo marino, afecta las crías de peces y crustáceos, que nunca llegarán a ser adultos. Convendría erradicar el uso indiscriminado de estos artefactos, para proteger el medio ambiente, del cual abusamos».

Afinados Los Violines: Cristina Fernández (calle 21 No.959, entre 8 y 10, Vedado, Ciudad de La Habana) es una señora mayor de 60 años, y no ha perdido la sana costumbre de «callejear» por La Habana junto a una amiga. En esos andares, descubrió la afinada nota gastronómica de la cafetería Los Violines (Paseo, entre 3ra. y 5ta.), lo que fuera antiguamente un centro nocturno. No dejó de dispararle la nostalgia al encontrar que allí permanece la barra y el mural de fondo, que marcan una época. Pero, como hay que vivir el presente, ella destaca «la atención, cortesía, buenos precios en CUC y la calidad de preparación de lo que ofertan allí». Las muchachas que las atendieron quieren que Palmares les ubique allí una cafetera, para poder ofrecer ese producto tan solicitado por los clientes. Por contraste, las dos señoras llegaron a la cafetería de 21 y 16, en el propio Vedado, donde venden perros calientes: «No había una sola mesa donde sentarse que estuviese limpia, y todas las sillas estaban literalmente “decoradas” con mostaza y ketchup. Del nivel de la música, no voy a contarles… Ojalá logremos mejorar la salud de esos perros calientes, mientras siga sonando la música de Los Violines», concluye.

En peligro pago a domicilio: Rosa Rodríguez escribe en nombre de casi 200 jubilados que residen en la comunidad Sabino Hernández, de la fábrica de cerveza de Manacas, en Villa Clara. Cuenta ella que hace 12 años se estableció allí el pago de las pensiones a domicilio, muy bien acogido por los ancianos. Lo hacía una compañera muy amable, que iba tres veces al mes a la comunidad. Hace un mes le dijeron que no puede seguir prestando ese servicio, porque solo le está permitido hacerlo a los carteros. Y en el correo hay solo tres carteros que no dan abasto para atender al pueblo, mucho menos las comunidades alejadas como la de ella, a cinco kilómetros; y El Panqué, donde viven más de cien jubilados. «Son muchos los afectados, y está muy malo el transporte, refiere Rosa. No entiendo cómo el Estado se preocupa tanto por resolver los problemas de los ancianos y aparece alguien a estas alturas diciendo que no se puede resolver».

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