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Un filtro de rigor

Bajo el título «Juan Isidro quiere pagar», esta columna reveló el pasado 5 de marzo la rara historia del bayamés Juan Isidro Rosales, quien llevaba tres infructuosos años intentando pagar el refrigerador que le fue entregado en 2006 por sustitución, como parte de la Revolución Energética.

Cuando recibió su nuevo equipo, Rosales se preocupó por entregar en su centro laboral la documentación, para gestionar el crédito con la Sucursal 7472 del Banco Popular de Ahorro (BPA) en la ciudad de Bayamo. Pero hubo un error en la confección del cheque correspondiente, por lo cual fue devuelto a la entidad bancaria.

Transcurridos seis meses, la sucursal le comunicó a Rosales que los documentos del refrigerador se habían extraviado. Y además, él estuvo más de dos años sin laborar por varias intervenciones quirúrgicas que le realizaron, pero se preocupó por el asunto, y logró al fin una copia del documento. Tres meses después de entregada esta, le notificaron que los documentos extraviados habían aparecido en una gaveta.

«Es una pandemia de negligencias que dura ya tres años», se pronunciaba entonces Rosales. Y para colmo, la sucursal del BPA le informó que no se podía hacer otro cheque, porque la ONAT en Bayamo lo había cobrado y tenía que devolverlo.

Al respecto, el 26 de marzo pasado nos escribió José L. Alari, presidente del BPA, quien recalca que al revelarse aquí la queja de Rosales, ya se le había dado solución al caso con el otorgamiento del crédito. Aun así, ese mismo día, el director provincial del BPA en Granma visitó al demandante para verificar los pasos dados y ofrecerle disculpas.

Precisa Alari que «los dirigentes y trabajadores implicados, que conocieron anteriormente de este caso y no dieron la adecuada atención, ya no laboran en la institución desde el 2009, al habérseles aplicado medidas administrativas, por deficiencias en la atención a los clientes y otras actividades incompatibles con la ética que caracteriza a los trabajadores bancarios».

Y concluye el presidente del BPA enfatizando que «es muy lamentable que hechos como estos empañen la ardua tarea desarrollada por los trabajadores del Banco Popular de Ahorro, que, respondiendo al programa de sustitución de efectos electrodomésticos de la Revolución Energética, otorgaron los créditos sociales».

Agradezco la respuesta. Y, situándome en el lugar de los bancarios, es verdaderamente vergonzoso que personas tan indolentes enloden el desempeño de muchos especialistas, técnicos y trabajadores eficientes. Lo triste del caso es que personas así permanecen demasiado tiempo en sus puestos, y dejan una larga estela de daños. En Cuba hace falta un filtro riguroso de idoneidad todos los días, no ya cuando han hecho y deshecho.

Presagios de Kasandra

Kasandra Marcos (Carretera del Caney 67½, Las Flores, El Caney, Santiago de Cuba) lo alerta: Hace más de un año en esa carretera, esquina a Las Flores, hay un árbol que amenaza con caerse. Y aparte del impacto sobre los transeúntes y equipos automotores, el daño aumentará con los cables eléctricos que tumbe.

Lo saben muchos y nada se hace: delegada de la circunscripción, Consejo Popular, Áreas Verdes municipal y provincial, Bomberos… Entre las explicaciones dadas, apunta Kasandra, figuran el que no hay equipos para hacerlo, que si hay que contactar con la Empresa Eléctrica, que si Tránsito…

Lo más preocupante, según la lectora, es que el añejo árbol está hueco, y con una inclinación hacia la calle.

«Temo por mis convivientes, entre ellos por mi hijo menor, pues el árbol está frente a mi vivienda», señala la santiaguera. «No esperemos a que se caiga, para luego venir a resolver tarde lo que se pudo evitar», concluye.

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