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Desde La Trinchera

Muchas veces cuando anda fuera y se hace de noche, a Alfredo Luis Torres Prada le dan ganas de no regresar a su casa. Allí en el No. 1121/2 de la calle 1ra., entre Pizarro y Julio Sanguily, en la ciudad de Santiago de Cuba, vive desde hace cuatro décadas. Pero en ocasiones el malestar es tanto que no quisiera volver a cruzar su propia puerta.

Todo comenzó hace algunos años, cuando en La Trinchera, el establecimiento comercial con el que el hogar de Alfredo Luis comparte una pared, empezaron a vender, casi como opción principal, cerveza dispensada. La música, por supuesto, acompañó sin controles efectivos el expendio etílico.

«Imagínese el ruido que entra por una ventana también común a mi casa y al bar en cuestión. A todo ello, hay que agregarle que para la acera que da a la calle 1ra. hace algún tiempo hicieron otra ventana por la que se vende la cerveza. (...) Dicha ventana está al pie de la escalerita de mi casa, en donde se aglomeran las personas ebrias, obstruyendo mi salida. Y no se les puede decir nada, ¡cuidadito! Llueven las ofensas, las palabras obscenas; sin tener en cuenta que soy un hombre viejo y respetuoso».

Y no es que el remitente esté en contra de la diversión, sino que defiende su derecho a que no le estrujen la paz.

«El administrador de La Trinchera pareció darme la razón, pero hasta ahí, no han hecho nada en relación con lo planteado», se duele el casi septuagenario santiaguero.

Sin señal

Allá en el barrio Pimental, en el granmense Media Luna, Ramón García Carballol no entiende algunas cosas. Y con sinceridad montuna nos las envía, para buscar entre todos las respuestas.

Pocos meses después del paso del huracán Dennis por aquella zona, en 2005, se inició allí el cambio de los televisores a quienes habían sido afectados por el meteoro, evoca el remitente. También comenzó la entrega de lámparas a las viviendas con daños totales, en los lugares con algún tipo de electrificación.

Las lámparas —afirma el granmense— nunca llegaron a su barrio. Y el cambio de los televisores sufrió igual suerte. «Al preguntarles a los trabajadores sociales, así como al Presidente del Consejo Popular... las respuestas han sido las mismas: “de eso no se ha hablado más”, “ya de eso ni se habla” y otras parecidas».

Por tal motivo en la última rendición de cuentas del Delegado, hace cinco meses, Ramón lanzó su preocupación al respecto, específicamente abordando el asunto de los TV.

En ese momento, «el delegado informa que le habían dicho en el Gobierno municipal, que ya no iban a cambiar más, ni por aquel, ni por ningún motivo. Entonces yo hice el planteamiento de que por lo menos se nos diera una explicación»...

Pero al parecer las palabras del preocupado elector quedaron en el vacío.

No es la primera vez que el tema sale en nuestra columna. Y aún no contamos con la más mínima respuesta. Por duras que sean las realidades, solo se edifica desde la colectiva construcción pública. Esperamos.

Lluvia desde el motor

Y la última misiva de hoy trae a estas líneas ciertas humedades conocidas. Resulta que a la veterana capitalina Gisela Armenteros Tamayo (Calzada No. 978, entre 8 y 10, Vedado, Plaza de la Revolución) ya le «ha llovido» bastante desde la ciudadela contigua, cada vez que se bota el agua propulsada por el motor.

El asunto ya ha sido conversado con su vecino del 976. Pero el problema continúa. Desde los altos del domicilio de aquel, se bota el tanque que abastece a varias familias.

Le han hecho dictámenes técnicos a la afectada; se han efectuado consultas a Fiscalía, tienen conocimiento las autoridades locales... Y la «mojazón» avanza.

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