Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

No sirvió

Hay sitios donde se construyen mentiras y engaños también con las obras que se erigen. Se convenian objetivos que luego se incumplen. Y se olvida a los necesitados, aunque los informes digan lo que digan.

Modesta Simoneaux (Calle 12 No. 220, entre Línea y 11, Vedado, Plaza de la Revolución, Ciudad de La Habana) denuncia junto a sus vecinas Zucel Delisle y Carmen Bermúdez una de esas humillaciones en nombre del sagrado techo que cobija a sus familias.

Las tres familias cuentan con expediente de albergados hace 18 años. Y como una vía de solución a su problema habitacional, hace siete años se firmó un convenio con SECONS: esta entidad se beneficiaba con la azotea de estas casas contiguas, a cambio de la reparación total de las mismas.

En abril de 2006 comenzó la obra, con bastantes irregularidades. Ya llevan cuatro años y medio, «y sin informarnos nada, ya habiendo beneficiado a sus trabajadores, comenzamos a oír que el presupuesto se había agotado», señalan.

Fueron retirando a los constructores poco a poco, hasta no quedar ninguno. De esto hace ya seis meses, y la planta baja está sin concluir.

Señalan las denunciantes que los cristales puestos están en el aire, pues no les pusieron masilla; eso, sin contar que no se han colocado otros cristales en puertas y ventanas que dan a exteriores. Las puertas y ventanas, hechas de madera verde de pino, están jorobadas y desde que las pusieron no cuadran. Algunas hasta las han dejado clausuradas, se han ido separando de las paredes con las consiguientes filtraciones. Los alrededores, sin terminar; y el muro lateral, sin hacer. Y todo ello estaba en el convenio…

De ese desastre, aseguran, tienen conocimiento el Gobierno municipal y otras instancias del territorio, incluso el compañero del departamento de Obras Nuevas de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda, a quien le habían reportado la obra como «terminada».

¿Chapucería? ¿engaño? ¿olvido? ¿irrespeto?

Fantasmas en un edificio

Es posible que no figures, que ni existas por un tiempo bastante largo. Que seas un fantasma sin asentamiento legal; si te sucede lo que a Esther San Juan Jiménez, una cubana que reside en un edificio sin número, al menos en el apartamento 5, en Micro X, del barrio capitalino Alamar.

Esther residía en un albergue de tránsito en el municipio del Cerro, después de transitar por varios locales, desde que se derrumbara el edificio donde residiera, en Belascoaín 73, en Centro Habana. Y le otorgaron un apartamento en  Micro X, en Alamar, recién construido.

Feliz, la mujer se mudó para el nuevo hogar el 7 de abril pasado. Y cuando llegó a su nuevo hogar, descubrió que el inmueble era algo así como un fantasma, aunque la directora de Albergues de Centro Habana, quien seguía su caso, le asegurara que en cuestión de días le facilitarían la adquisición de un módulo de cocción, pues no había asignación de balitas de gas por el momento.

Pero cuando Esther me escribiera el pasado 1ro. de septiembre, la Dirección Municipal de la Vivienda de Centro Habana no había enviado a su homóloga de La Habana del Este la relación de los nuevos inquilinos del edificio. Por tanto, los vecinos no pueden realizar el contrato de su casa. Y al no tener contrato, como si fueran ilegales, no se les puede asignar el módulo de cocción eléctrico.

Y tampoco Esther puede disfrutar de su servicio telefónico, a pesar de haber hecho su traslado para Alamar; pues no figura en ninguna dirección. Tampoco ha podido trasladar su libreta de productos alimenticios, por lo cual debe hacer maromas para comprar lo suyo. Y muchas veces pierde algún que otro alimento, por vencimiento.

«Vivimos ilegales prácticamente, sufriendo los daños colaterales de ese bache burocrático de papeles que salen y no llegan a su destino», manifiesta ella, y pregunta: «¿Hasta qué punto se justifica tamaña insuficiencia? ¿Qué enfermedad padecen estas estructuras de la Vivienda, que se han quedado llenas de oídos sordos y manos que no quieren hacer?», cuestiona indignada la remitente.

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