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Maestrías ignoradas

Los grados científicos son jalones del talento, la dedicación y el sacrificio de un profesional, como para que ninguna institución pueda permitirse irresponsabilidad, olvidos, postergaciones y desentendimientos burocráticos con ellos.

¿Cómo se sentirá Rasiela Arzola, allá en la calle 124, No. 6911-A, entre 69 y 71, en Mariel, provincia de Artemisa? Ella y otros dos compañeros de ese territorio son Licenciados en Cultura Física, y en julio de 2010 concluyeron una Maestría, que implicó muchos esfuerzos durante tres años. Desde entonces, los representantes de la Facultad de Cultura Física de la antigua provincia de La Habana, debieron llevar esos expedientes al Instituto Superior de Cultura Física Manuel Fajardo para legalizarlos y que fueran firmados, requisito para que cada uno de esos profesionales pueda cobrar, junto a sus salarios, los 80 pesos correspondientes a la categoría.

En octubre del pasado año los citaron a la Facultad, pues allí se habían perdido documentos de los expedientes, y a otros les habían estampado un cuño que no correspondía. Fueron los egresados y dejaron todo en orden. El 17 de diciembre de 2010, cuando me escribió Rasiela, habían ido cuatro veces más a la Facultad, pues se habían vuelto a perder los documentos. En esa situación están más de 20 maestrantes.

«A estas alturas —afirma—, nadie en la Facultad nos puede dar una respuesta de lo que ha sucedido con los expedientes. Es una falta de respeto, y no se toma ninguna medida al respecto. ¿Hasta cuándo debemos esperar y perder nuestro dinero?».

Lo que no dijo

El 29 de octubre de 2010 Marcia Garcés, residente en Candelaria, entonces municipio pinareño y hoy artemiseño, denunciaba lo que consideraba una injusticia por parte de la Empresa Eléctrica en su territorio. Puso el grito en el cielo en julio de ese año, cuando le llegó el recibo del servicio eléctrico por valor de 978,40 pesos.

Se quejaba la clienta de que el lector cobrador arguyera que la casa siempre está cerrada, y tiene que hacer estimados de lectura al no acceder al metro contador. Marcia precisaba que ella es ama de casa y siempre está allí, y aseguraba que solo posee un refrigerador, un ventilador, una olla arrocera y otra Reina, dos lámparas y tres bombillos ahorradores.

El otro argumento fue que la única entrada monetaria en la casa es el salario de su esposo, de 345 pesos. ¿Cómo iba en esas condiciones a pagar y después reclamar, como exige la Empresa?, sostenía ella. Al respecto, responde Ramón Miguel Pedrera, director general de la Empresa Eléctrica Pinar del Río, que visitaron a Marcia y comprobaron que ella, en su carta a JR, omitió algunos aspectos: entre sus equipos consumidores de electricidad hay también una hornilla eléctrica, una plancha y un taladro. Es ama de casa, pero reconoció que a veces sale a la calle y deja el portón con candado. También se levanta muy tarde en la mañana, lo cual impide el acceso al lector cobrador para revisar el metro contador. Y este tiene entonces que calcular el promedio según el historial de consumo.

En los meses anteriores a ese recibo había aumentado el consumo por la utilización de los equipos no mencionados por ella. Cuando el lector tuvo acceso al metro contador, comprobó que este tiene registrado todo lo que se dejó de cobrar. No es cierto tampoco, precisa el director, que la entrada del hogar son solo los 345 pesos del salario del esposo pues este, además, hace trabajos de carpintería y cerrajería. Y Marcia es trabajadora por cuenta propia, con licencia de manicura. Se comprobó que el metro contador está en óptimas condiciones. Marcia finalmente estuvo dispuesta a pagar la cuantía, y aseguró que colocaría un timbre en el portón para que el lector pueda ser atendido.

Hay que ser muy preciso y veraz cuando se enarbola una queja o denuncia en esta columna, precisamente por la confianza que siempre depositamos en la exactitud de nuestros lectores.

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