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Las aguas perdidas de Machurrucutu

Desde la comunidad ganadera de Machurrucutu, en el artemiseño municipio de Bauta, me escribe Juan Carlos Castrillo, para contar los problemas que viven sus habitantes en la que fuera, a partir de su fundación en 1969, un emblema del progreso del campesinado cubano.

Juan Carlos, quien vive allí desde 1987, en el Edificio 8, apto. 101, relata que Machurrucutu posee 11 edificios de viviendas de tres plantas, una escuela primaria, un círculo infantil, un centro comercial y un consultorio médico. Y lo más importante: unos 600 habitantes, «personas la mayoría de origen campesino, muy sana y humilde, con gran nivel de resistencia».

Afirma el lector que los edificios multifamiliares no han recibido nunca reparación, y presentan deterioro, por las filtraciones como consecuencia de la desimpermeabilización de las cubiertas.

También la comunidad contaba con un anciano quien, con solo su caballo y el carretón, mantenía la higiene comunal. «Desde el año pasado lo quitaron, refiere, y pusieron un camión particular con cinco hombres que pueden venir dos veces por semana, o en ocasiones pasan hasta 15 o 20 días sin aparecerse».

Pero esos problemas no son los que más preocupan a los residentes, sino el del servicio hidráulico, que nada tiene que ver con la actual sequía. Desde 1994, el pozo que abastece a la comunidad se contaminó con residuales de la vaquería 22 de la empresa Niña Bonita. El estudio bacteriológico hecho al respecto, arrojó que el agua no era apta ni para bañarse.

Así, los de Machurrucutu pasaron seis años cargando agua de pipas o de otros lares. Y al fin, en septiembre del 2000, se crea el área residencial de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). Para ese centro y Machurrucutu comienza a funcionar un nuevo pozo.

Pero la tubería que pusieron era de fibrocemento. No faltaron los alertas de los vecinos al ingeniero: los tubos no aguantarían la presión, en un terreno con mucha piedra. Pero se instaló así. «Y hace 11 años que estamos remendando la tubería, la mayoría de las veces los vecinos, inventando con sus propios recursos, porque el acueducto municipal de Bauta no los tiene».

Ya en noviembre de 2001, el agua apenas llegaba, y en enero del 2011 se paralizó el servicio. El 28 de ese mes, Juan Carlos, otro vecino y el delegado del Poder Popular, sostuvieron un encuentro con las autoridades municipales, y les expresaron sus preocupaciones: Los salideros se encuentran en los potreros de la empresa pecuaria Niña Bonita. El agua que se desborda, ya contaminada, penetra en el conducto cuando se deja de bombear. Y no está clorada, porque el equipo «se perdió».

Desde que se detuvo el bombeo, es muy irregular el servicio de pipas; apenas hay dos en el municipio. La máxima dirección del territorio está muy preocupada y sensibilizada con el asunto, asegura Juan Carlos, pero no cuenta con recursos para resolver el problema. Todas las gestiones que realizan es casi de favor pidiendo que los ayuden.

«Tenemos agua, turbina y no tenemos tuberías», afirma el remitente.

Mientras no acabe de generalizarse el tan ansiado desarrollo local, y los municipios puedan disponer de ingresos que les permitan asumir sus urgencias y no tener que depender de decisiones centrales, hace falta que se tome una decisión para aliviar las penas de Machurrucutu.

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