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¿Por qué antes no?

Allá en calle 123 No. 7908, entre 100 y Línea del Ferrocarril, Puente Nuevo, en el municipio capitalino de Marianao, Maylén Vázquez Ruiz debe estar complacida por haber ganado una batalla al fin, luego de que su queja apareciera en esta columna el pasado 21 de julio.

Entonces, ella denunciaba las molestias que en su cuadra ocasionaba una terminal de camiones particulares de transportación de pasajeros hacia Pinar del Río, instalada allí.

Los camiones obstaculizando el paso de peatones y otros vehículos, la esquina convertida en un gran baño público a cielo abierto, palabras obscenas, vulgaridades y otros desmanes día y noche. Y para colmo, el paso constante de esos equipos pesados deterioró la calle y provocó la rotura de la conductora de agua potable, a lo cual se agregaba un vertedero de basura provocado por los transportistas y pasajeros.

Maylén precisaba que en mayo pasado había denunciado por escrito tal desmesura al Consejo de la Administración Municipal de Marianao, y nada se había hecho por resolver el problema. Vindicaba el derecho de esos vecinos a vivir en paz y sin constantes perturbaciones.

Al respecto, responde Raúl Macías Sánchez, presidente del Consejo de la Administración Municipal de Marianao, que, a raíz de lo publicado, «la Comisión de Vialidad y Tránsito Municipal visitó el lugar, y se pudo comprobar que, efectivamente, los camiones obstaculizaban la vía y existía desorden público, por lo que se determinó trasladar los camiones para otro lugar donde no molestaran a la población».

Precisa el presidente que Aguas de La Habana reparó el ramal de cuatro pulgadas, y se restableció la conductora; al tiempo que se le comunicó a Redes Técnicas en el territorio la necesidad de reparar el vial por su mal estado técnico. Todo ello, precisa, se le explicó a Maylén en visita a su hogar, y firmó documento de conformidad.

Agradezco al presidente la respuesta y la solución del caso. Desafortunadamente, la escueta misiva no explica cuál es el sitio adónde se trasladó. Y lo más preocupante, algo que siempre se preguntan nuestros lectores ante casos similares, y por lo general no se esclarece: ¿Por qué se atendió cuando Maylén escribió a esta columna y se reveló, y no cuando acudió por los canales correspondientes, al CAM de Marianao? ¿Es que la queja de un ciudadano adquiere validez cuando se hace pública ante el país?

Ojalá y adonde fueron los camioneros, no se hayan trasladado los problemas que aquejaban a estos vecinos. Porque el asunto no puede ser alejar la indisciplina social y los desafueros, sino erradicarlos de raíz con autoridad y consecuencia.

Azotes en la azotea

Ernesto Ricardo Ferrás (Edificio 4, apto. B-10, en el Distrito Rafael Izquierdo, Puerto Padre, Las Tunas) cuenta que el inmueble donde vive tiene más de 27 años, y como a muchos de su tipo en el país, jamás se le ha dado «una manito» para atenuar los lances del tiempo y de los fenómenos atmosféricos que ha sufrido ese territorio. Las consecuencias son: desprendimiento de escaleras, desconchado de la placa y las juntas entre apartamentos, donde ya se visibiliza el esqueleto de acero oxidado.

Del lobo un pelo, dijeron los vecinos cuando se pudo contratar a la Empresa Constructora Microbrigada Social del municipio, para al menos rehabilitar la azotea del edificio. Y la entidad desprendió todas las juntas impermeables del techo. Pero las sustituyeron solo con cemento…

Resultado: filtraciones incesantes. La lluvia corre por techos y paredes y hay que desconectar la electricidad. Ellos abogan por una solución a tiempo, antes de que sea muy tarde. Y uno se pregunta por qué esas chapucerías e irresponsabilidades. Quienes decidieron salir del paso así, debían indemnizar de su bolsillo a los afectados. No puede seguir Liborio saldando las cuentas del desatino.

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