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¿Por qué falta la insulina?

Yamilé Lorenzo López (Tello Sánchez No. 164, entre Brigadier Reeve y Bartolomé Masó, Sancti Spíritus) es hace 32 años una paciente con diabetes mellitus tipo 1, insulinodependiente de cuatro dosis al día. Ya sufre las secuelas de insuficiencia renal crónica y afectación de la vista. Todo ello hace más complicado su padecimiento.

Refiere la remitente que hace tres meses no recibe en las farmacias de Sancti Spíritus la insulina simple de acción rápida Actrapid. Donde único hay —cuando nos escribió— es en el Hospital Provincial Camilo Cienfuegos y en el Hospital Pediátrico José Martí.

En caso de que algún diabético se descompense, el paliativo es suministrarle suero de solución salina para controlarlo. Pero, como explica Yamilé, no a todos los pacientes se les puede suministrar, como en su caso, pues debido a la insuficiencia renal crónica, una cantidad de líquido complica y agrava al paciente, ya que no es capaz de expulsarlo totalmente, reteniéndolo en el organismo.

Refiere la afectada que aun en los años más duros del período especial el país no careció de ese medicamento, y señala que nunca había presentado una situación como la actual.

Señala Yamilé que es conocido por la población el problema que causa el bloqueo impuesto por Estados Unidos, pero la falta de información oportuna y transparente está afectando. «Los que conocen del tema, saben que un insulinodependiente no puede suplir con otro medicamento que no sea insulina, así como no se puede dejar de administrar una dosis, ya que sufre de una hiperglicemia».

Hace 15 días que Yamilé está tratando de obtener información al respecto. Asegura que ha llamado al Ministerio de Salud Pública, a la Dirección Nacional de Control de Medicamentos, a FarmaCuba, MediCuba y a la Dirección Provincial de Farmacias y Ópticas en Sancti Spíritus, entre otras entidades. «En todas partes —subraya— muy amables todos, pero sin información al respecto. Siempre me dicen que el problema no es con ellos, que llame a un número de teléfono que me han dado… y así consecutivamente…».

Tras el ictus, la vida…

Sé lo que es retornar de un ictus (infarto cerebral), enderezarse y seguir adelante por la vida, gracias a la generosa y muy profesional medicina cubana; en mi caso en el Hospital Luis Díaz Soto (Naval), en 2004.

Por eso comprendo lo honda que es la gratitud de Mariela M. González (Calle 64 No.6320, Sopapo, Batabanó, Mayabeque) y su cariño hacia el colectivo del Instituto de Neurología, en la capital.

Ella ingresó en la Sala Ictus el 19 de octubre, después de sufrir un infarto cerebral: «Nunca imaginé que en dicho hospital apenas se necesitan medicamentos para volver de nuevo a la realidad de la vida, con tanto amor, dedicación y cariño hacia mi persona».

Aparte del reconocimiento y el amor a todo el personal de la Sala Ictus, ella quiere en especial destacar el valor profesional y la virtud humana de los doctores Norge y Pando, de las enfermeras Mercedes y Niurka, de las compañeras del laboratorio… «En fin, de tantas personas humanitarias que tuvieron una estrecha relación conmigo».

¿Por qué los comercializaron así?

Y la tercera misiva de hoy vuelve a gotear en el tema de la protección al cliente, que a veces parece uno de esos problemas matemáticos sin solución... La carta es remitida por la guantanamera María de la Fe Gil Rey (Calle 13, No. 136, Rpto. Cabacu, Baracoa), quien adquirió el 21 de octubre un aparador de dos piezas —fregadero y su mueble— en la tienda La Primada, de su localidad.

Resulta que el artículo, con un costo de 204.45 CUC, venía sin la correspondiente válvula de salida. Luego de buscar infructuosamente esta pieza, que no se halla con facilidad pues difiere del que usan los fregaderos estándar, tanto María como otra compañera en la misma situación regresaron a la tienda para que les ofrecieran una salida.

Luego de que las visitara el Comercial de la entidad y que se analizara con los trabajadores de allí, la conclusión que les comunicaron fue que devolvieran los equipos, pues no era posible reponérselos. Habían entrado a la tienda sin esos dispositivos.

La remitente, que ha visto en otros municipios vender el mismo artefacto sellado con toda su indumentaria, se pregunta por qué entraron así a la entidad. ¿Quién es el responsable de adquirir y vender un producto incompleto?

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