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Imposiciones por cuenta propia

El Gobierno cubano favorece y estimula la facilitación del trabajo por cuenta propia y el respeto a esa modalidad de empleo. Pero la inercia burocrática de vez en cuando asoma su terca cabeza, y hace oídos sordos de los imperativos y urgencias del país, con sus prejuicios y atávicas visiones. Lo que se levanta durante meses, para bien de la sociedad, alguien puede derribarlo en un día obcecadamente.

En nombre de varios «cuentapropistas» que tienen licencia de carretilleros para vender productos del agro ambulantemente, me escribe Maritza Leyva, residente en calle 22 No. 4, entre 21 y avenida 26 de Julio, reparto Camilo Cienfuegos, de la ciudad de Bayamo.

Cuenta la remitente que ellos madrugan y viajan con no pocos sacrificios al municipio de Guisa, a adquirir productos del agro que luego venden en Bayamo. Pero en Guisa los inspectores los asedian constantemente, con multas.

«Tenemos que andar escondidos para comprar, denuncia. No nos ven como trabajadores, sino como merolicos. Y creo que cuando se autorizaron por el Gobierno las patentes, se dijo que seríamos obreros y merecíamos todo el respeto».

Precisa que el jefe de los inspectores no les permite que carguen cajas y sacos de productos que ellos adquieren allí; solo deja pasar 25 libras. «¿Cómo usted cree que vamos a viajar de tan lejos, solo para ese poquito de mercancía? Si no buscamos mercancía y la cargamos con tremendo esfuerzo, ¿de qué vivimos?».

Maritza contrasta la actitud de acoso y amenaza de los inspectores de Guisa con la de sus homólogos en Bayamo, quienes sin dejar de controlar, los ayudan y hasta los orientan. Y solicita que alguien con suficiente autoridad les explique por qué no los quieren en Guisa.

De a porque sí

Yulián García (Los Guayos, Media Luna, Granma) ejerce el oficio de sastre, con una licencia de trabajo por cuenta propia. Y como tal, abona 80 pesos mensualmente a la ONAT, a más de que es músico de la banda de conciertos del municipio, cosecha arroz y cría cerdos.

Relata él que recientemente se celebraron las fiestas populares en Media Luna, y los funcionarios de Comercio le instalaron un termo de cerveza en sus mismas narices, delante de la venta de ropa en un local que él paga diariamente. Ello le impedía hacer su trabajo, aparte del riesgo de que, con el tumulto alrededor del expendio de cerveza, se le extraviara alguna muda.

«En ningún momento nadie se dirigió a mí —señala— para decirme lo que pretendían hacer en el local que yo estaba pagando diariamente, existiendo otros lugares en el pueblo para situar el termo».

Yulián habló con el Vicepresidente del Gobierno municipal y este lo reorientó a Planificación Física, que fue quien le dio el permiso para vender allí.

La respuesta al final fue que los de Comercio quisieron esa área y no se podía hacer nada; «que si no me cuadraba, me fuera del carnaval», precisa.

Tal como relatan sus respectivas historias ambos remitentes, uno no puede menos que pensar que, si bien los trabajadores por cuenta propia requieren sanos y profilácticos controles por parte de las autoridades pertinentes, merecen también que se les respeten sus derechos y atribuciones, conforme a lo que está legislado.

Los llamados «cuentapropistas» son tan trabajadores como los estatales, con las mismas prerrogativas. Con ellos habrá que contar cada vez más para mejorar el país. Por tanto, la autoridad ante este sector no estatal no se alcanza con imposiciones, asedios ni ojerizas. Esa no es la política de la Revolución.

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