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Los sellos de la mala suerte

Elocuente muestra de la absurda sujeción a dilatados e interminables pasadizos burocráticos, es la historia que cuenta Luis Alberto Fernández, residente en Calle 19 No. 1206, apto. 3, entre 18 y 20, Vedado, La Habana, y un cubano de 73 años ya jubilado.

El 7 de mayo pasado, Luis Alberto fue a la sucursal del Banco Metropolitano (BM) de Línea y Paseo, a adquirir sellos por 75 CUC para solicitar una visa a Canadá, con el propósito de visitar a sus familiares en ese país. El portero le confirmó que allí podía adquirirlos. Hizo la cola y, llegado su turno, fue a la taquilla y los compró, supuestamente, en uno de los ventanillos.

Supuestamente, porque después constató el error: esos eran sellos para trámites con la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT). Y supo que los que él necesitaba solo se adquieren en el Banco de Línea y M. Volvió al Banco Metropolitano de Línea y Paseo y explicó el asunto a la responsable del salón, para intentar recuperar su dinero. Ella le dijo que esos sellos no tienen devolución.

Luis Alberto tenía que adquirir los verdaderos sellos con urgencia, pues ya debía entregar la documentación al Consulado de Canadá, porque pretendía viajar el 1ro. de julio pasado. Y no podía pedir prestadas más sumas en CUC.

El cliente le comunicó a la responsable de salón que hablaría con tres diferentes cajeros, a ver si alguna persona que fuera a adquirir los sellos para la ONAT por ese valor, pudiera adquirirlos por esa vía, pues él posee el vale de compra como garantía. Estuvo demasiadas horas intentándolo y no logró nada.

Ya cansado, solicitó hablar con un responsable de alta jerarquía. Lo atendió un funcionario llamado Edgar, quien le informó que mediante una carta podía solicitar la devolución del dinero. La misiva, le aseguró, tardaría de 10 a 15 días en ser tramitada, pues ellos debían enviarla al Banco Central de Cuba, para que allí se aprobara y retornara la respuesta.

El 23 de mayo, Luis Alberto le llevó la carta a Edgar, en la cual reflejó los motivos del error por una incorrecta información del portero y al propio tiempo el desconocimiento que él como cliente tenía. Adjuntó otros datos: que es jubilado, sus generales, teléfono y domicilio. Y Edgar le atendió con suma amabilidad.

A los 15 días llamó a Edgar, quien le dijo que aún no había recibido respuesta del Banco Central. Volvió a llamar Luis Alberto cada viernes, semana tras semana. En una ocasión, Edgar le alertó de que el Banco Central tramita con la ONAT y debe esperar respuesta de esta última. Y otro día le informó que habían entrado tres devoluciones como la que él esperaba, pero no la suya. Que quizá el siguiente lunes llegara.

«Han transcurrido más de dos meses de entregar la carta —asevera Luis Alberto— y aún sigo esperando respuesta. Debo ese dinero. Al final, me denegaron la visa, ya no viajaré. Pero tengo invertida una buena suma en sellos que no me sirven y que pueden ser útiles a alguien. Vivo cada día con mucha ansiedad, pendiente de la llamada telefónica positiva que me diga que se le dio atención al caso y se me devuelvan los 75 CUC. ¿Por qué tanta demora?

Puesto que el ser humano es la prioridad en nuestra sociedad, eso hay que demostrarlo todos los días, y ante cualquier eventualidad. Hay que flexibilizar múltiples mecanismos y concatenaciones que relegan a los ciudadanos, les entorpecen la existencia y los dejan colgados de dilaciones burocráticas, a la espera de que retornen las respuestas desde las alturas.

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