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Sudando la gota gorda

Muy disgustadas por las condiciones en que laboran en el rezagado y clasificado de la hoja, en la fábrica de tabacos José Manuel Seguí, de Güira de Melena, perteneciente a la Empresa de Tabaco Torcido La Habana, me escriben varias obreras que no por ello han dejado de cumplir con la economía nacional.

Con la moral del esfuerzo, y habiendo quemado ya las naves en las estructuras administrativas y sindicales, no se ocultan y firman con sus nombres: Caridad Yero, Orquídea Alcántara, Yuliet Sánchez, Mariela Lugo, Lázara Toledo, Isabel García, Malena Perdomo, Ana María Blanco, Gladis Quintero, Beatriz Álvarez, Nidia Torres y Carmen Luisa Rabelo.

Explican las remitentes que el área donde laboran es totalmente cerrada, sin ningún tipo de ventilación, porque así lo requiere el proceso fabril, para poder preservar la humedad y suavidad de las hojas de los puros. De ahí la imperiosa necesidad de climatización.

Cuentan con dos aparatos de aire acondicionado que, de funcionar, resolverían el problema. Uno de estos lleva más de dos años interrumpido; y el otro, después de varias averías resultantes del tiempo en explotación, fue sustituido. «Desde entonces —sentencian— vivimos dentro de estas cuatro paredes un gran calvario».

Tal situación se puso en conocimiento del Director de la fábrica, del Director de la Empresa y del Sindicato. Posteriormente el equipo fue retirado, y permanecieron por más de 15 días con una puerta abierta, y experimentado sensaciones sofocantes dentro de un local pequeño. Pero, valerosas mujeres, no dejaron de producir.

Luego les comunicaron que se instalaría un equipo de mayor potencia y moderna tecnología (aire de mando a distancia). Pero la brigada de Mantenimiento de la Empresa se apareció con un equipo muy viejo, que no abastece el local. El moderno lo habían instalado en las oficinas de la Unidad Comercializadora, en San Antonio de los Baños.

«Conclusiones: Después de instalado el ineficiente equipo, después de continuar tanto tiempo con el otro roto, en este pequeño local a menudo trabajamos hojas con un alto tóxico, que en no pocas oportunidades nos ha hecho ser valoradas por facultativos, por estar bajo nocivos efectos (tóxico de la hoja, y olor penetrante con ardor en las mucosas).

«Hoy nos preguntamos: ¿No es posible solucionar una situación como esta, en conocimiento de tantas personas, y que afecta condiciones de vida y de trabajo de un colectivo que hasta hoy no ha cejado en su empeño de producir a pesar de la difícil situación que presentamos?», concluyen las obreras.

Si la empresa se comprometió a colocar un equipo climatizador más moderno, ¿qué razones tuvo para no cumplirlo? ¿Por qué no priorizó a trabajadores directamente vinculados a la producción? Si algo le impide a la Dirección honrar la palabra empeñada, ¿por qué no se lo explica a esas trabajadoras?

Una inquietud sobre crédito

Enrique Torres Almanza (La Farola No. 75, Maniabón, Puerto Padre, Las Tunas) acoge con satisfacción la política de entrega de créditos bancarios para que los ciudadanos adquieran los materiales y paguen la mano de obra, con vista a resolver por sí mismos sus problemas de vivienda.

Pero tiene una inquietud, que quisiera se analizara por las autoridades correspondientes:

Los créditos en un primer momento comenzaron con la entrega en efectivo de lo pactado. Y de un momento a otro, sin fundamentarse ni darse a conocer, se decidió, al menos en su municipio, que solo se autorice el crédito en cheque bancario.

«Un cheque que te obliga a comprar en la tienda de materiales, donde casi nunca hay lo que necesitas; o en las tiendas recaudadoras de divisas.

«¿Se ha tenido en cuenta que los trabajadores por cuenta propia elaboran materiales de construcción que venden a precios más asequibles que la propia tienda de materiales? Sé que algo debe estar sucediendo, y realmente me gustaría saberlo», concluye Enrique.

 

 

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