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Una acera puede ser más

Muchos se han acostumbrado con demasiada pasividad a que lo circunstancial quede como eterno. Ya sea el foco que se funde en el baño, la croqueta con mal sabor y moscas circundantes en la cafetería, o una reunión que termina en bostezo.

La idea me viene a mano por la carta de Jorge A. Blasco (Avenida 59, No. 11809, entre 118 y 120, Marianao, La Habana), quien se duele de que desde hace cinco años haya un peligroso hueco en la esquina de las calles 118 y 59, y no se avizoren soluciones.

Todo comenzó cuando las ráfagas de un ciclón derribaron un gran árbol que levantó en su caída 15 metros de acera y contén, evoca Jorge.

«De un jardín, ese espacio pronto se convirtió en lo que ahora constituye un foco de todas las inmundicias, olores y vectores posibles. Los cuatro contenedores de plástico para el depósito de los desechos fueron reduciéndose hasta cero... Esto ha sido tratado en múltiples asambleas de barrio con los delegados, pero sin resultados concretos», rememora.

Y apunta el lector que los compañeros de Comunales vienen cada semana con equipos pesados y recogen los desperdicios en camiones; sin embargo, esto no elimina los elementos contaminantes del aire durante varios días.

«Pienso que el problema debe atacarse en su causa: reparar la acera y contén y situar contenedores, lo que sin duda contribuirá a eliminar la indisciplina social, que no es más que una consecuencia», opina el remitente.

Aunque nada justifica los comportamientos indolentes de quienes arrojan basura en el primer hueco a su paso, sin importar que  este se halle en la sala del círculo infantil, es muy cierto que los barnices y maquillajes no pueden erigirse como solución a las grietas que necesitan un «bisturí» mayor.

Corriendo tras 17 años

Juana de Dios Santander Hernández (Valdespino No. 75, Casilda, Trinidad) está corriendo literalmente tras 17 años perdidos. Estas casi dos décadas con vocación «mágica» o «voladora» las pasó en la agricultura, en empresas de su municipio como la Pecuaria y Frutas Selectas.

Pero resulta que hace un año, según cuenta, cuando presentó los papeles para su retiro en la entidad de Farmacias y Ópticas de Trinidad, supo, con gran sorpresa, que su expediente laboral estaba incompleto. Ahí, a correr.

La constancia de aquellos lustros de sol y tierra adentro le fue entregada otra vez en las entidades donde trabajó, y presentó nuevamente la solicitud del descanso. La necesita, con más premura incluso, porque se encuentra aquejada de procesos alérgicos y ya quiere un respiro.

«En la dirección del Ministerio de Trabajo en la provincia, el compañero que atiende estos problemas de retiro nos dijo que los documentos presentados no tenían validez», narra la asombrada trinitaria.

Añade que tiene varios compañeros que trabajaron con ella en períodos anteriores, incluyendo a algunos que ocuparon importantes cargos en los referidos centros, que están dispuestos a testificar a favor suyo. Además, en el antiguo carné de identidad de Juana aparecen dos cuños correspondientes a las dos empresas en las que laboró durante los años extraviados.

Esta espirituana necesita aclaraciones. ¿Dónde se enreda la madeja en su caso? ¿Cuándo podrá jubilarse? Como hemos dicho en otros casos como este: es muy serio el estatus laboral de un ciudadano y la constancia de sus años de servicio a la sociedad como para que caigan en nebulosas y peloteos.

Las manos de Molinet

No hay forma suficientemente grande de agradecer a quienes, día a día, en medio de múltiples dificultades, se lanzan a la aventura inenarrable de salvar vidas. Eso bien lo sabe María Caridad Rosario Álvarez, residente en la Finca Souvenir s/n, en el matancero municipio de Colón.

Por ello, su carta, más que una misiva, parece un expediente donde se detallan los múltiples títulos, reconocimientos y elogios que ha ganado el doctor Félix Molinet Reyes por su trabajo en el hospital provincial Dr. Mario Muñoz Monroy.

Molinet intervino quirúrgicamente, con gran éxito, a María Caridad y a otros pacientes que se suman a la carta, «muy agradecidos todos de las manos prodigiosas de este cirujano; hombre de sencilla condición, el ángel negro que tanto prestigia la cirugía en el Mario Muñoz Monroy».

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