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¿Quién escribió la carta?

Con el título Entre el susto y el disgusto, el pasado 4 de septiembre revelé la historia de Enriqueta Eulogia Ricardo Peña, una señora de 90 años residente en Julio Diéguez No. 28, reparto Santos, en la ciudad de Las Tunas.

«Al fallecer mi esposo —contaba ella—, quedé con una chequera vitalicia por la entrega de tierras que poseíamos en San Agustín de Aguaras, Holguín.

«En marzo de este año se presentó en mi casa una funcionaria del Instituto Nacional de Seguridad Social (Inass) en el municipio de Las Tunas. Alegó que venía a recoger mi chequera, pues yo aparecía como fallecida».

La señora agregaba que su hija se personó en el Inass municipal y allí le explicaron que su caso se resolvería en abril. «Ya han transcurrido varios meses —señalaba—, y mi hija va mes tras mes a las oficinas y no ha podido recuperar la chequera».

La respuesta más reciente —señalaba este redactor, sobre la base de lo que decía la carta— se recibió antes de que Enriqueta se decidiera a escribirnos: no le entregaban el talonario porque ella no disponía de una representación —léase una carta que firmaran Medicina Legal, abogados, etc.— para cobrar la chequera.

«¿Debe solucionar Enriqueta un problema que, según lo contado, ella no creó? ¿Qué puede decir al respecto el Inass?», concluía este redactor.

Y del Inass llegó una respuesta, de su directora general, Marta Elena Feitó Cabrera, quien asegura que el mismo día de la publicación, las directoras de las filiales provincial y municipal de Las Tunas, junto con una especialista, visitaron la vivienda de Enriqueta, donde fueron atendidas por la hija de esta, Idelisa Enriqueta Quevedo Ricardo, y la nieta Yennis de Lourdes Ávila Quevedo. Y aclara que Enriqueta Eulogia Ricardo Peña no pudo atender a las visitantes, «ya que padece de demencia senil, y no está en condiciones de dar referencia sobre ningún suceso.

«Señala la Directora General que, de acuerdo con la información acopiada, la beneficiaria Enriqueta Eulogia se encuentra limitada por su avanzada edad y padece demencia senil, razón por la cual el 4 de marzo de 2011 su hija Idelisa Quevedo Ricardo se presentó en la filial municipal con el objetivo de solicitar una autorización para realizar el cobro de la chequera de la anciana.

«Ese mismo día —prosigue Marta— y luego de constatar a través de un certificado médico la incapacidad de la pensionada, se le expidió una providencia de autorizo de pago de forma provisional por el término de un año. Y se le explicó a la hija que en ese período debía realizar un proceso de tutoría legal, de acuerdo con lo establecido».

En marzo de 2012, vencido el término del año, se visitó a la beneficiaria para saber si habían realizado el trámite orientado. Y constataron que no habían comenzado el proceso. Al no presentarse con el documento de la tutela legal, en abril se realizó la baja establecida para esos casos. Y se le reiteró a la hija el trámite que debía realizar ante el Tribunal.

Apunta que el 24 de julio pasado, al presentarse la hija en la filial con el documento legal que la autorizaba a representar a su mamá, se solicitó a través de un trámite de incidentes la reexpedición del medio de pago. El 3 de septiembre pasado se recibió en la filial municipal la respuesta, que incluye el pago retroactivo por el período comprendido desde abril hasta agosto de 2012.

«Las entrevistadas —añade Marta— manifestaron que nunca escucharon el término fallecimiento y se ofrecieron a dar fe de ello de la forma que fuera necesaria». Y aclara la funcionaria que baja y fallecimiento no son sinónimos en la Seguridad Social.

Y agrega que «la nota publicada no dice cuál fue la fuente de la historia que se relata; pero lo explicado anteriormente evidencia que la persona que reportó el hecho no estaba debidamente informada».

Agradezco a la Directora General del Inass su respuesta, y aclaro que lo publicado es exactamente lo que decía la carta narrada en primera persona por la remitente Enriqueta Eulogia Ricardo Peña. Ahora nos enteramos que padece de demencia senil y no está en condiciones de dar referencia alguna. Entonces, ¿quién fraudulentamente escribió a esta columna en nombre de ella, a sabiendas de que los propios familiares no habían cumplido en un año lo que se les había orientado?

Tenemos como prueba la carta, y el apego a la verdad, el respeto a nuestros lectores. Ese mismo respeto debe reciprocarse hacia acá cuando nos escriben. No hay reportes ni fuentes de las historias que no sean las cartas. Si alguien en ellas engaña o esconde detalles, pues que asuma públicamente su responsabilidad.

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