Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lamento en tiempo de rock

Cuando pasaba el servicio militar general en Camagüey, el joven roquero y patinador Roberto Mendoza Carrasco (Edificio 3, apto. D-5, Morón, Ciego de Ávila) descubrió en uno de los pases la Casa del Joven Creador de la capital agramontina, y quedó deslumbrado por ella.

Luego la frecuentaba, pues siempre estaba abierta. Él, que ha recorrido casi toda Cuba tras los festivales de rock, asegura que no existe un sitio de la Asociación Hermanos Saíz como ese: tiene dos galerías, sala de video, teatro, dos terrazas que abren cada noche, con opciones culturales diferentes. Y un café literario que es una maravilla, donde lo mismo lees, que canta un trovador, o se disfruta jazz, blues y música instrumental.

En el 2011, estando en la citada Casa, conoció que habían llegado a ella unos equipos de aire acondicionado para climatizar el café literario. «Pude constatar la alegría de los artistas camagüeyanos —refiere—; y sentí envidia, pues en Ciego de Ávila no existe un espacio así».

Pero en el pasado noviembre, Roberto volvió a la Casa del Joven Creador en Camagüey, por el hábito cariñoso que ya había creado. Y descubrió en la galería del café literario los aires acondicionados ociosos. Después de un año ni se han instalado. El baño está clausurado. La terraza de la planta alta demolida. La sala de navegación de los asociados llena de filtraciones. Rota la hielera para el agua fría que acompaña al café. Muchos cocteles de café sin ofertarse. A cada rato se va el servicio eléctrico, porque hay bajo voltaje, o «se cae la cuchilla».

Sin embargo, asegura, las actividades culturales allí siguen siendo de una calidad exquisita; los trabajadores «se desangran» por abrir a su hora y por que todo salga bien. Cada día llegan allí más jóvenes, incluso de otras provincias.

Roberto se pregunta cómo lo que él descubrió seductor y «fuera de serie», un ejemplo a seguir, puede haberse convertido, en apenas un año, en esa conjunción de problemas materiales.

«¿Cómo pudo llegar a ese estado? ¿Nadie se dio cuenta de que ese es un lugar único? ¿Por qué las autoridades que tienen que velar por el mantenimiento de ese sitio no lo hacen?», cuestiona el joven.

Y este redactor se pregunta hasta cuándo estaremos dándole la razón al genial Zumbado, por su proverbial descubrimiento de «la falta de fijador» en muchos asuntos de la sociedad. Sistematicidad, rigor y estabilidad, ¿adónde han ido a parar?

Derechos… ¿y deberes?

Maité Guerra Cutiño (Calle 10, No.72, entre 25 y 26 de Julio, reparto El Valle, Bayamo) es una madre que sabe aquilatar cuánto hace Cuba por la educación gratuita y asequible de todos los niños. Por eso, le molesta sobremanera la insensibilidad y la ligereza con que ciertos padres eluden ese pago modesto del seminternado escolar de sus hijos.

«En la escuela de mi niño —afirma— todos los meses se toca ese tema, ya que hay padres que se despreocupan y dejan de pagar. Entonces, el responsable del centro escolar pone el dinero de su bolsillo para que la escuela cumpla, como fue dicho en la última reunión con los padres de la escuela de mi hijo».

Asevera Maité que ni las advertencias de enviar cartas a los centros laborales de los padres incumplidores, o de suspender al niño de la escuela, han dado resultados. «Si la Revolución nos da la oportunidad a las madres trabajadoras, de que mientras estamos laborando, nuestros niños estén en su escuela con almuerzo y merienda seguros, ¿entonces por qué ser tan irresponsables?».

Maité sugiere que, cuando el niño matricule en la escuela, se haga un contrato con el Banco para que se les descuente a los padres la cuota que deben pagar mensualmente, ya sea de sus salarios u otros ingresos. Incluso, recomienda que se exijan fiadores como respaldo o garantía.

Gracias, Maité, por el alerta. Con la misma autoridad con que exigimos nuestros derechos, debemos cumplir nuestros deberes.

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