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Intrusos residuales

El campesino Miguel Tomás Herrera, productor de leche y de carne, libra una batalla contra las intrusas aguas sucias que agreden sus tierras y animales e impactan a los vecinos, allá en la finca El Viaducto, perteneciente a la cooperativa de crédito y servicios Josué País, en Cauto Cristo, provincia de Granma.

Y todo ha sido por una decisión de las autoridades locales, que él considera irrespetuosa de sus derechos como productor y como ciudadano, e irresponsable desde el punto de vista medioambiental.

Refiere Miguel Tomás que las aguas residuales provenientes de la localidad de Cauto Cristo tradicionalmente han sido tratadas en una laguna de oxidación cerca de su finca. Por ello, pasaban a través de un conducto por el borde de la misma. Pero esos tubos, fabricados de cerámica, fueron destruyéndose gradualmente con el tiempo.

Y la solución que buscó el Gobierno municipal, junto a otras instituciones, fue verter esos residuales al arroyo de la finca de Miguel Tomás, cuya agua era la fuente de abasto para el ganado y otros usos en los hogares de los campesinos colindantes.

Para ello, agrega, dragaron el arroyo, con el objetivo de ampliar su cauce. Realizaron las conexiones, y luego comenzaron con el vertido de los residuales.

«Para planificar y ejecutar esa obra o proyecto, manifiesta él, no se contó con mi consentimiento, algo imprescindible considerando que la finca es propiedad privada, y soy uno de los afectados por la contaminación que dicho vertido genera.

«Dudo mucho que se apruebe un proyecto para mitigar problemas medioambientales, que en su ejecución provoque daños mayores al medio ambiente y a la salud de los vecinos de la zona».

Señala el afectado que destrozaron la cerca que limitaba la finca con la carretera, la cual costó dinero, mucho trabajo y tiempo. Así, propiciaron la posibilidad de que el ganado saliera a la carretera y ocasionara accidentes, y la ocurrencia de delitos de sustracción de ganado mayor.

También, afirma, destruyeron áreas de pasto, árboles que rodeaban al arroyo y daban sombra al ganado.

Lo más grave, según Miguel Tomás, es que los residuales líquidos provenientes de la laguna de oxidación, aun cuando puedan ser tratados, constituyen una fuente considerable de contaminación biológica y química.

En tal sentido, precisa, se están violando las normas sanitarias establecidas para la crianza de ganado lechero destinado al consumo humano. Y para colmo, dicho arroyo alimenta una laguna, en la cual los vecinos pescan y utilizan el agua para consumo y labores del hogar.

«Todos sabemos, apunta, que uno de los problemas de la agricultura y de la ganadería es la disponibilidad de agua para regadíos y para el consumo de los animales; asunto que antes tenía resuelto, pero que en estos momentos se me ha convertido en un problema latente.

«Es paradójico que, aun cuando la política del país y la aplicación de los Lineamientos sean de estimular el trabajo  en el campo, que garantice un aumento en la producción de alimentos y una disminución de las importaciones, sucedan esas contrariedades impunemente».

Piensa que los responsables de esas arbitrariedades deben resolver el problema lo más pronto posible, indemnizarlo por los problemas causados, y pensar en todas las personas que están afectando.

«Como revolucionario, considero que deben estar alineadas las estrategias a nivel nacional, provincial y municipal, para que casos como este no se repitan a lo largo y ancho del país.

«Recuerden lo expresado en varias ocasiones por Raúl, de que la producción de alimentos es un tema de seguridad nacional», concluye Miguel Tomás.

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