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La ligereza de una respuesta tardía

El 5 de octubre de 2012 reflejé la indignación de María Elena Abraira, Adalberto González, Alba Rosa Fajardo e Irma Rivas, vecinos del edificio sito en Estrella No. 458, entre Gervasio y Belascoaín, en Centro Habana, La Habana.

Ellos contaban que el inmueble comenzó a repararse por la Microbrigada municipal en noviembre de 2011, pero de improviso se detuvo el trabajo. Y cuando pidieron explicaciones al jefe de brigada, este adujo que estaban en fin de año, y no entraban materiales hasta 2012.

Esperaron pacientemente, hasta que en febrero de 2012 reiniciaron sus gestiones, y se encontraron con que… ¡la obra había sido dada oficialmente como concluida! ¿Cómo, si habían dejado sin techo la caseta superior de la escalera, por lo cual cuando llueve el agua cae hacia donde están los metrocontadores de la electricidad? Y ello propiciaba también la entrada de personas intrusas por la azotea.

La fachada quedó sin reparar, el patinejo pésimo. No se le aplicó impermeable a la azotea, lo que generó filtraciones. Se reparó un paredón lateral, pero no se le dio el fino, y al otro nada se le hizo. No concluyeron el trabajo de los balcones. Y dejaron materiales guardados en un apartamento.

Los firmantes denunciaban que habían recurrido varias veces a la dirección de la Micro de Centro Habana, y no recibieron respuesta. La ORD municipal (la misiva no precisaba el significado de esta sigla) envió dos técnicos para que defectaran lo que faltaba en el edificio, pero todo quedó ahí.

Los vecinos fueron a la ORD, donde les dieron la razón, pero alegaron que hubo cambios en el presupuesto y faltaba mano de obra en las brigadas, lo cual determinaba que en el 2012 solo se trabajara en los cubículos de tránsito para albergados del territorio. Así, quedaron al pairo…

Al respecto, llegó a nuestra redacción el 20 de marzo pasado, más de cinco meses después de revelado el caso, la respuesta de Maritza Cervera, técnica de Atención a la Población de la ECAL 2 (Empresa de Construcción de la Administración Local), de La Habana.

La carta se ciñe a precisar que se trabaja en las acciones pendientes en el inmueble: desconchado, resanado y fino en paredes; fino en patinejo, colocación de piso del patio delantero; y fino y resanado en el patio transversal.

Agrega que lo que falta para culminar la obra son «la colocación de la puerta de un baño, dar fino en la caseta de la azotea y patinejo desconche, resano y fino del piso».

Ahí concluye la respuesta: sencillamente se trabaja en lo que se dejó trunco y no se concluyó durante tanto tiempo. No se explican las causas de por qué se dio por concluida la obra unilateralmente, a pesar de todos los reclamos y gestiones de los afectados. Ni siquiera hay una disculpa con esos vecinos que tanto han sufrido las chapucerías y los abandonos. No se esclarecen las medidas tomadas con quienes ignoraron la lógica terminación de lo que se inicia.

Uno se pregunta por qué, a estas alturas, en tiempos de cambios que vive el país, cuando se privilegian el orden, el rigor y la disciplina, una entidad puede permitirse respuesta tan ligera. ¿Acaso para esta la «atención a la población» es meramente una técnica rutinaria y no deber y devoción cotidiana, como debe ser para las entidades estatales a fin de profundizar la democracia socialista?

Hay humo en sus ojos

Son las tres de la madrugada del 19 de marzo de 2013, y Fredy Ricardo Ocaña se asoma al balcón de su apartamento, en el edificio 1, de la Micro Cujae, en el municipio capitalino de Marianao: una densa nube de humo envuelve al barrio…

Así llevan años. Explica el lector que ni publicaciones en la prensa lo han evitado: el vertedero ubicado junto a la Cujae no da para más, su vida útil terminó hace tiempo y los desechos allí acumulados siguen perjudicando a la comunidad.

«Que no se diga que es porque no llueve; que no se culpe a los “buzos” (personas que, sin autorización, entran al basurero y manipulan los residuos). La solución pasa por la clausura definitiva del vertedero y el tratamiento adecuado de lo ya depositado que, por cierto, es ya una montaña en combustión, tan alta como los edificios».

Concluye Fredy que, aunque la carta es personal, otros vecinos tienen el mismo parecer y necesitan que las autoridades del territorio atiendan este problema y le brinden solución.

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